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La izquierda se convierte al fascismo en defensa de Baltasar Garzón
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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La izquierda se convierte al fascismo en defensa de Baltasar Garzón

No sé si es que nos hemos vuelto todos locos, o qué. Puedo comprender que cierta izquierda se encuentre bajo tensión al ver que el poder

No sé si es que nos hemos vuelto todos locos, o qué. Puedo comprender que cierta izquierda se encuentre bajo tensión al ver que el poder se les escapa de las manos por la ineptitud del indocumentado presidente de nuestro Gobierno, pero eso no es excusa para llevar a cabo una manipulación, un lavado de cerebros y de conciencias del calibre del que nos está ofreciendo esa izquierda en la defensa de una causa que no solo no existe, sino que además es una inmensa mentira que está empezando a causar un daño que, este sí, puede ser irreparable: el juez Baltasar Garzón no es ninguna víctima del franquismo. Es una víctima de sí mismo, de sus propios errores, de su ambición desmedida y desproporcionada, de su exceso de protagonismo, de su vanidad imparable y de la convicción personal de que como juez está por encima de la ley, de que es un intocable. Dejemos clara, por lo tanto, una premisa esencial para tratar este asunto: el Tribunal Supremo no está juzgando a Garzón por investigar los crímenes del franquismo, sino que está dilucidando su competencia para hacerlo, lo que podría derivar en un delito de prevaricación si, en efecto, esa competencia le es ajena.

 

Segunda cuestión que es necesario dejar también clara: el Partido Popular no ha puesto ninguna denuncia contra Garzón por la instrucción del caso Gürtel, sino que han sido los abogados los que en defensa de su derecho constitucional al secreto de sus conversaciones con sus clientes han puesto esa querella, y esto ha sido posible porque, de nuevo, el juez Garzón ha transgredido la ley autorizando unas escuchas que solo están permitidas en casos de terrorismo. Tercera cuestión: el CGPJ ha abierto una investigación para saber si el juez Garzón ha hecho un uso indebido de su derecho a tomarse un año sabático y ha cobrado honorarios del Banco Santander de manera incorrecta y sí, a causa de ello, ha actuado de modo improcedente en una causa abierta contra esa entidad financiera.

La ley, igual para todos

En los tres casos lo que se pone en cuestión es la profesionalidad del magistrado y si ha transgredido o no la ley. Y si hay algo en lo que todos deberíamos estar de acuerdo, independientemente de ideologías, es que en un juez nunca puede estar por encima de la ley. Nadie puede, pero un juez menos que nadie porque en su cargo lleva inherente un respeto casi sagrado a la ley y al Estado de Derecho. La conclusión es que cuando un juez no actúa siguiendo el más elemental código ético de la Justicia, deja la puerta abierta a que terceros actúen contra él, y en un Estado de Derecho cualquiera, sea cual sea su ideología, puede acudir a la Justicia para defenderse o para acusar a quien considere que ha cometido un delito.

Y esto es, exactamente, lo que ha ocurrido. El magistrado se enfrenta, ahora, a una más que segura suspensión, y es más que probable que a tres juicios que tendrán, como consecuencia, tres sentencias. A la espera de que el Estado de Derecho actúe, partidarios y detractores del superjuez deberían mantenerse al margen, pero lejos de ello la izquierda de siempre, la Secta de la Ceja, los sindicatos, algunos actores y esos que siempre han demostrado un servilismo casi obsceno a la estrategia antidemocrática de un Gobierno que ha buscado su supervivencia política sobre la base de la aniquilación del contrario, se han puesto manos a la obra en la defensa de Garzón, pero no desde un punto de vista jurídico, sino desde la militancia antisistema y totalitaria.

Actitud golpista

Por eso digo que lo que hemos visto estos días es una exaltación fascista, y es que me da igual poner como adjetivo cualquier ismo de esos que tanto hicieron sufrir a la humanidad durante el pasado Siglo XX, porque todos ellos -fascismo, nazismo, comunismo, estalinismo, marxismo-leninismo, bolchevismo, etcétera- comparten una misma obsesión despreciativa por la libertad, la democracia y el Estado de Derecho. Y el acto del pasado martes en el que el tío de Trinidad Jiménez tuvo la osadía de afirmar que los magistrados del Tribunal Supremo eran cómplices de torturas fue, sin lugar a dudas, uno de los actos más graves de transgresión de las normas esenciales de convivencia en una democracia, en la medida en la que se planteó como una auténtica demostración de poder frente a la alta instancia judicial española. Los ‘conjurados’ contra el Supremo han puesto el listón demasiado alto pretendiendo imponerse al Alto Tribunal y, de esa manera, deslegitimarlo como institución facultada para juzgar al magistrado Garzón. Dicho de otro modo: si eso lo hubiera hecho la derecha, se la habría acusado de golpismo.

Y como el golpismo es propiedad tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda, por eso insisto en que el acto del martes fue un acto de exaltación fascista. Pero, además, fue una verdadera trampa guerracivilista. Este país tiene demasiados problemas como para volver a añadir a su cuenta de pobres resultado un nuevo enfrentamiento ideológico por la causa de un mal juez que no ha sabido ser fiel a su juramento de respetar y hacer respetar la ley bajo el principio de igualdad ante la misma para todos los ciudadanos. Y lo que están planteando los radicales que apoyan a Garzón es, exactamente, eso: un nuevo enfrentamiento ideológico de esos que tanto dolor han provocado en este país, y tanta sangre han derramado.

Zapatero, responsable

Y que no me vengan con el cuento de que unos ganaron y otros perdieron… Este Gobierno ha hecho mucho daño a la tarea de reconciliación nacional que nuestros ‘mayores’, que los padres de la Constitución hicieron posible tras la muerte del dictador. Hoy no puede hablarse ya de víctimas de ningún bando, no solo porque la Transición supusiera, primero, una victoria de la libertad frente al totalitarismo y, segundo, una demostración histórica de magnanimidad… es que, además, para las nuevas generaciones de españoles no puede haber ya dos bandos, no tenemos derecho a obligarles a tomar partido en algo que ni les va, ni les viene.

Algunos, empezando por el presidente Rodríguez, están empeñados en resucitar viejos rencores, antiguos odios, añejos resentimientos. Todo esto lo empezó él, Rodríguez, con aquella Ley de Memoria Histórica que tanto daño está haciendo a la reconciliación… de aquellos polvos de la legislatura pasada vienen estos lodos de la presente. Pero lo cierto es que quienes se ponen al frente de esta manifestación están demostrando un profundo desprecio por la democracia y el Estado de Derecho. No porque no tengan derecho a defender al juez Garzón y a ponerse de su lado, que lo tienen, y todo el del mundo... sino porque están planteando esa defensa en términos de abuso de poder y de enfrentamiento colectivo para intentar obligar a un tribunal democrático a adoptar una decisión conforme a sus intereses, y no conforme a los intereses de la Justicia y, lo que es más grave, el interés general. Por eso, porque eso mismo hicieron otros antaño y nos condujeron a guerras y enfrentamientos en España y en Europa, por eso, insisto, los acuso de fascistas.

fquevedo@elconfidencial.com

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Baltasar Garzón