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Réquiem por el peor presidente que ha tenido este país
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Réquiem por el peor presidente que ha tenido este país

Se acabó la legislatura. El lunes, si no se hunde el mundo, el presidente del Gobierno disolverá las Cortes y convocará a los ciudadanos a las

Se acabó la legislatura. El lunes, si no se hunde el mundo, el presidente del Gobierno disolverá las Cortes y convocará a los ciudadanos a las urnas para el próximo 20 de noviembre. Habremos dado fin a uno de los periodos más tristes y oscuros de la historia de este país llamado España. No es ninguna exageración, por más que a algunos pueda parecérselo: Zapatero se va y nos deja como herencia un país sumido en una de las peores crisis de toda su historia. Es verdad que la situación no afecta solo a España, pero más allá de una debacle económica que compartimos con buena parte del mundo desarrollado, la realidad es que nuestro país acumula otros sinsabores que van desde la crisis del modelo territorial hasta el descrédito de las instituciones, pasando por un sinfín de problemas que afectan a la convivencia, a la clase política, a los jueces, a las fuerzas de seguridad, a nuestra política exterior y un largo etcétera que sería imposible enumerar en estas líneas.

¿Ha hecho algo bien Zapatero? Esta es la gran pregunta que nos hacemos estos días en los que suena la campana del final de estas dos legislaturas, y la respuesta no puede ser más pobre. Es verdad que se ha mejorado el capítulo del tráfico y que hay menos accidentes mortales. Es verdad que se ha aprobado una Ley de Violencia de Género y se ha han dado pasos hacia la concienciación social sobre este problema gravísimo. Es verdad que se aprobó una Ley de Dependencia que tampoco había en este país y que era necesaria. Es verdad que ha habido una prioridad política por la igualdad de sexos. Y es verdad, no podemos negarlo, que en el último año y medio ha dado la vuelta como a un calcetín a su política económica y algún paso ha dado en la buena dirección, aunque fuera obligado por las circunstancias.

La parte negativa de esos aspectos positivos es que sigue creciendo el número de víctimas de la violencia machista, que faltan recursos para poder cumplir los objetivos de la Ley de Dependencia, que la igualdad no solo no se consigue mediante cuotas, sino que además éstas acaban perjudicando a la mujer, y que, sin embargo, no se ha hecho nada en cuanto a medidas racionales para evitar la discriminación; las reformas han llegado tarde y son incompletas, y prueba de ello es que los mercados nos pasan factura por ello.

Durante la primera legislatura se practicó el sectarismo contra la oposición, con todo aquello del Pacto del Tinell y el cordón sanitario contra el PP

Como comprenderán, no puedo apuntar en la columna de aspectos positivos la Ley del Aborto, porque por convicción no puedo considerar como tal un atentado tan flagrante al primero de todos los derechos del ser humano, la vida, sobre todo la de un ser indefenso. Ni puedo apuntar en su haber la ley de matrimonios gays, no porque me moleste, sino porque considero que lo podía haber hecho buscando el consenso social en lugar de hacerlo para provocar a una parte de la ciudadanía muy importante. Ese es, probablemente, el gran reproche que se le puede hacer a Rodríguez Zapatero: el hombre que llegó al poder vendiendo imagen de talante y tolerancia, luego gobernó desde la confrontación y la marginación del contrario. Cuando digo que ha sido una época en ocasiones oscura, me refiero a la manera en que, durante la primera legislatura, se practicó el sectarismo contra la oposición, con todo aquello del Pacto del Tinell y el cordón sanitario contra el PP.

Luego vino otro de los grandes errores a apuntar en los errores del presidente saliente: el ‘proceso de paz’; la búsqueda del fin de ETA mediante la cesión a sus pretensiones, y que culminó con ese oscuro episodio que todavía hoy sigue sin aclararse llamado el ‘caso Faisán’. Por alguna razón que desconozco, la izquierda siempre ha escogido atajos que han bordeado e incluso, superado, la línea roja de la Ley y el Estado de Derecho en su empeño por acabar con ETA lo más rápido posible. Miren, yo no voy a participar de teorías que señalan al Gobierno como colaborador de la banda terrorista en un intento de desmembrar el Estado español… Lo he podido hacer en algún momento, pero reconozco que es una locura. Ahora bien, sí es cierto que Rodríguez Zapatero buscó sus alianzas en el nacionalismo radical y que, como consecuencia de ello, dio impulso a un debate territorial sin tener claro nunca a donde quería llegar y dejando la iniciativa en manos de los nacionalismos.

Hoy heredamos las consecuencias de aquello, y la ‘cuestión nacional’, como les decía la semana pasada, va a ser uno de los temas principales con los que se va a encontrar el nuevo Gobierno. Como lo será la necesaria reforma del Poder Judicial, que si siempre se ha visto condicionado por el Poder Ejecutivo, en estas dos legislaturas lo ha sido más que nunca, lo que ha dado lugar a una crisis institucional sin precedentes que ha puesto en entredicho y bajo sospecha a una de las más altas instituciones del estado: el Tribunal Constitucional.

Se acabó la legislatura. El lunes, si no se hunde el mundo, el presidente del Gobierno disolverá las Cortes y convocará a los ciudadanos a las urnas para el próximo 20 de noviembre. Habremos dado fin a uno de los periodos más tristes y oscuros de la historia de este país llamado España. No es ninguna exageración, por más que a algunos pueda parecérselo: Zapatero se va y nos deja como herencia un país sumido en una de las peores crisis de toda su historia. Es verdad que la situación no afecta solo a España, pero más allá de una debacle económica que compartimos con buena parte del mundo desarrollado, la realidad es que nuestro país acumula otros sinsabores que van desde la crisis del modelo territorial hasta el descrédito de las instituciones, pasando por un sinfín de problemas que afectan a la convivencia, a la clase política, a los jueces, a las fuerzas de seguridad, a nuestra política exterior y un largo etcétera que sería imposible enumerar en estas líneas.