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Sobre las víctimas y el modo en que se las maneja en contra del PP
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Sobre las víctimas y el modo en que se las maneja en contra del PP

“Uno, que ha sido terrorista antes que demócrata, sabe lo fácil que es poner patas arriba todo el sistema. Y no principalmente con la realización de

“Uno, que ha sido terrorista antes que demócrata, sabe lo fácil que es poner patas arriba todo el sistema. Y no principalmente con la realización de un atentado, sino con su posterior manipulación por los grupos alrededor del poder, en función de sus intereses particulares”. Quien esto escribe es Eduardo Teo Uriarte en su libro Mirando atrás, una memoria de su vida especialmente centrada en los tiempos en los que militó en ETA pm, fue condenado a muerte en el Proceso de Burgos en el que también lo fue el ya fallecido Mario Onaindía, abandonó ETA y se ‘convirtió’ al constitucionalismo junto a sus compañeros de Euskadiko Ezkerra para acabar siendo el gerente de la Fundación para la Libertad que preside Nicolás Redondo Terreros.

En la madrugada del viernes falleció uno de los compañeros de viaje de Teo, Juan Mari Bandrés, el abogado que defendió a Onaindía en el Proceso de Burgos y con quien fundaría luego EE, que mas tarde acabaría diluyéndose en las filas del PSE. Esozi Leturiondo, la viuda de Mario, dijo el viernes que tanto su marido como Bandrés estarían satisfechos y serían optimistas ante la nueva situación generada tras el anuncio de ETA de abandonar definitivamente la lucha armada. Es más, Leturiondo  dijo ayer algo que este servidor ya había escrito el pasado lunes, y señaló que ambos, Bándres y Onaindía, sentirían "un gran alivio", pese a que aún falta mucho camino por recorrer, ya que "queda por conquistar la convivencia". Y es verdad que va a costar mucho conquistar esa convivencia, no se si tanto como lo que ha costado acabar con ETA, pero casi.

Y en ese camino, los demócratas, y es seguro que tanto Bandrés como Onaindía dirían lo mismo, no podemos ni debemos olvidar que la historia de estos cincuenta años de terror la escriben las víctimas de ETA, y que bajo ninguna circunstancia el final de ETA puede significar una derrota de su memoria frente a los energúmenos de la izquierda abertzale, ni una cesión del Estado de Derecho en la necesaria búsqueda de Justicia, que no de venganza, por los crímenes que los etarras han cometido. Mariano Rajoy, líder del PP y casi seguro próximo presidente del Gobierno de España, así se lo dijo el jueves a la presidenta de la AVT, Ángeles Pedraza, y me consta que más allá de alguna irreflexiva actuación de miembros del Partido Socialista, esa es también la posición que en estos momentos prima en ese partido, y que una vez pasado el Rubicón del 20N la política de unidad ante este nuevo escenario se va a imponer y va a marcar la agenda de un proceso que esta vez sí debe conducir hacia un final sin marcha atrás.

Quizás algunos pensaron que el final de ETA sería, como pensaba Mario Onaindía del final del franquismo, “una explosión de júbilo y libertad, y al final había sido una lenta agonía que parecía montada par evitar la alegría que provocaba la desaparición de su régimen”, pero el hecho es que ese final está ahí, y sin embargo parece que hay grupos empeñados en manipular esta situación en beneficio de sus propios intereses. No tiene ningún sentido, y soy plenamente consciente de lo que me va a significar decir y escribir esto, que las víctimas del terrorismo se manifiesten este fin de semana en Madrid, salvo que fuera para celebrar el fin de ETA, y no es esa precisamente la razón de la convocatoria, sino que responde a una obsesiva y equivocada interpretación de la realidad que quiere ver en estas circunstancias una afrenta casi universal a las víctimas del terrorismo.

Da igual que la Monarquía, los partidos políticos, los principales medios de comunicación, la propia policía encargada de la lucha contra ETA hayan saludado, con las debidas cautelas y la obligada prudencia, la decisión de ETA y la hayan valorado como su derrota o, dicho de otro modo, como la victoria de la democracia frente al terror. Algunos siguen empeñados en convencernos de que una especie de conjura universal orquestada desde el Vaticano hasta la Casa Blanca actúa contra las víctimas, y se aprovechan de la inocencia de éstas, de su natural escepticismo ante una situación que habían imaginado lógicamente de otra manera, para convocarlas a un acto colectivo de incredulidad y de rabia, como si en lugar de haber anunciado ETA el final de la lucha armada lo que hubiese anunciado es su principio, o su vuelta.

¿Contra quien se dirigen esos dardos envenenados por el resentimiento con los que cierto locutor de radio venido a menos consigue incendiar cada mañana el ánimo de quienes han sufrido en sus carnes la crudeza del terror? Contra el PP. Ni él, ni quien a través de su twitter le abrió las primeras páginas del diario El Mundo de nuevo para enfrentar a las víctimas con Mariano Rajoy, le perdonan al líder del PP que ganara aquel Congreso de Valencia y mucho menos que ahora se vea a punto de subir las escalinatas de La Moncloa no para saludar al presidente sino para ocupar su sitio. Y en esa estrategia perversa cuentan con la colaboración de un hombre, de un pobre ciudadano que sufrió el látigo del terror y cuya ignorancia fue aprovechada oportunamente por estos estrategas de la rencilla para utilizarlo contra el centro-derecha.

Hubo otras veces en las que la censura de las víctimas tenía sentido, porque había un Gobierno empeñado en acabar con ETA por el camino fácil de la cesión a su chantaje. Pero no es el caso. No hay mesa, ni negociación, ni ha habido concesiones si aceptamos que el objetivo de ETA –la independencia del País Vasco- sigue igual de lejos hoy que antes del comunicado. Ni va a haber mesa, ni negociación, ni concesiones porque Mariano Rajoy ya ha dejado claro que no va a ser así. ¿Para que entonces movilizar a las víctimas, si no es bajo la falsa y perversa aseveración de que ha sido el PP el que se ha rendido a ETA, como dice ese personaje todas las mañanas a través de su micrófono? Y, ¿porqué tienen las víctimas que hacerles el juego a estos premios Nóbel de la conspiración?

Se que de no haber mediado la convocatoria de VCT, el resto de las organizaciones de víctimas no hubieran movido ni un dedo por manifestarse de nuevo en las calles de Madrid, pero esta vez no les quedaba más remedio a muchas de ellas que unirse para evitar, precisamente, que la organización de Alcaraz capitalizara esa sensación de desencanto que se ha instalado en muchas víctimas tras el comunicado de ETA. Más allá de lo que pase el sábado –y corren el riesgo de verse muy poco acompañadas- las víctimas deberían saber que siguen siendo nuestro referente moral, que siguen siendo las letras con las que se escribe esta larga historia de terror, y que nadie con dos dedos de frente va a dejar que en sus estertores finales ETA las humille. Y por eso, simplemente por eso, no deberían dejar tampoco que nadie las manipule y las maneje para ir contra el sistema en función de unos determinados intereses particulares.

“Uno, que ha sido terrorista antes que demócrata, sabe lo fácil que es poner patas arriba todo el sistema. Y no principalmente con la realización de un atentado, sino con su posterior manipulación por los grupos alrededor del poder, en función de sus intereses particulares”. Quien esto escribe es Eduardo Teo Uriarte en su libro Mirando atrás, una memoria de su vida especialmente centrada en los tiempos en los que militó en ETA pm, fue condenado a muerte en el Proceso de Burgos en el que también lo fue el ya fallecido Mario Onaindía, abandonó ETA y se ‘convirtió’ al constitucionalismo junto a sus compañeros de Euskadiko Ezkerra para acabar siendo el gerente de la Fundación para la Libertad que preside Nicolás Redondo Terreros.