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Los fachas, esa peligrosa estirpe que nos amenaza de nuevo
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Los fachas, esa peligrosa estirpe que nos amenaza de nuevo

El juez Baltasar Garzón es víctima de una peligrosísima conjura neofascista que amenaza con destruir las débiles columnas que sostienen el Estado de Derecho. Yo, desde

El juez Baltasar Garzón es víctima de una peligrosísima conjura neofascista que amenaza con destruir las débiles columnas que sostienen el Estado de Derecho. Yo, desde luego, lo tengo clarísimo. Los jueces del Tribunal Supremo, lejos de esa apariencia de personas honradas y doctas en los asuntos jurídicos, son en realidad la mismísima encarnación del mal, espectros de las peores secuelas del franquismo, fantasmas del pasado que han vuelto para acabar con nuestra democracia y volvernos a privar de libertad, y para ello se han empeñado en acabar con el primero y el más noble de nuestros luchadores por la Justicia y la Verdad: el juez Garzón. Contra él se han unido los más abyectos personajes de la extrema derecha patria para someterlo y anular su campaña contra el franquismo. Y cuando acaben con Garzón, vendrán a por el resto, y no quedará títere con cabeza.

Pues no. Me van a perdonar pero ni conjura, ni acoso, ni fascismo, ni nada de todo eso se ha unido para acabar con Garzón y, mucho menos, con nuestra democracia. Si acaso, el único que ha conjurado contra sí mismo ha sido el propio magistrado creyéndose que podía saltarse la ley a la torera y agarrándose para juzgar el totalitarismo franquista en el más totalitario de los principios: el fin justifica los medios. Garzón se equivocó, y se lo dijo en su momento todo el mundo: “Usted no es competente para abrir esta causa”. Y cuando un juez hace algo para lo que no es competente, eso es susceptible de ser considerado delito y conlleva una pena de inhabilitación.

El único que ha conjurado contra sí mismo ha sido el propio magistrado creyéndose que podía saltarse la ley a la torera y agarrándose para juzgar el totalitarismo franquista en el más totalitario de los principios: el fin justifica los medios

De los tres juicios a los que se enfrenta el superjuez, todos ellos derivados de su animosa soberbia y su declarada vanidad, este es sin duda el más claro porque no había nadie que dudara de su incompetencia, literal, para juzgar el caso, un caso que al final él mismo archivó porque no habiendo culpables a los que asignar el delito, difícilmente se puede hacer otra cosa que una condena genérica del franquismo, y esa condena ya la hizo hace mucho tiempo la democracia española –en 1978- y hace no tanto –año 2002- las fuerzas políticas por unanimidad, incluido el PP. Del juicio de las escuchas de Gürtel puede salir bien parado porque es cierto que el contenido de esas escuchas no ha sido utilizado en el sumario, y según dicen los juristas tampoco hay indicios firmes de delito en el asunto de los cobros por sus estancias en Nueva York.

Pero en este caso, en el de su competencia para investigar o no el franquismo, nadie pone en duda que se excedió. Y, sin embargo, es el caso que más agrada al propio encausado y a esa parte de la izquierda que sigue empeñada en vivir alimentándose del rencor y el odio por el pasado. Miren, a mí me importa un comino que se investiguen los crímenes del franquismo, que se juzgue la dictadura y se la condene porque, como digo, ya lo hemos hecho. Y soy absolutamente partidario de que las familias de las víctimas de la Guerra y los años de la represión puedan abrir las fosas y recuperar a sus muertos, porque ese es un derecho que considero esencial para cualquier persona.

Pero de ahí a pretender convertir el juicio contra Garzón en una conspiración franquista y hacer del juez la última víctima de la dictadura… Hombre, por Dios… Hasta aquí podríamos llegar. Pero si su condena va a ser utilizada para que los resentidos de siempre nos cataloguen de nuevo a los demás de fachas y tal, entonces, por mí, que lo absuelvan porque a estas alturas lo que le pase al juez Garzón me la trae floja, pero no estoy dispuesto a que nadie le pueda utilizar en mi contra para seguir repartiendo carnés de demócratas, sobre todo cuando quienes lo hacen son los primeros que deberían de justificar su actitud sectaria y totalitaria, heredera de los peores síntomas del franquismo. He dicho.

El juez Baltasar Garzón es víctima de una peligrosísima conjura neofascista que amenaza con destruir las débiles columnas que sostienen el Estado de Derecho. Yo, desde luego, lo tengo clarísimo. Los jueces del Tribunal Supremo, lejos de esa apariencia de personas honradas y doctas en los asuntos jurídicos, son en realidad la mismísima encarnación del mal, espectros de las peores secuelas del franquismo, fantasmas del pasado que han vuelto para acabar con nuestra democracia y volvernos a privar de libertad, y para ello se han empeñado en acabar con el primero y el más noble de nuestros luchadores por la Justicia y la Verdad: el juez Garzón. Contra él se han unido los más abyectos personajes de la extrema derecha patria para someterlo y anular su campaña contra el franquismo. Y cuando acaben con Garzón, vendrán a por el resto, y no quedará títere con cabeza.