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¿Se convertirá Camps en la mosca cojonera de Alberto Fabra y del PP?
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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¿Se convertirá Camps en la mosca cojonera de Alberto Fabra y del PP?

Vaya por delante una obviedad, que no por serlo hay que dejar de decir: las sentencias de los tribunales están para ser acatadas. Digo esto porque

Vaya por delante una obviedad, que no por serlo hay que dejar de decir: las sentencias de los tribunales están para ser acatadas. Digo esto porque ayer en las redes sociales uno de los comentarios que más se sucedían tras la sentencia absolutoria de Camps y Costa era la de que, mientras a ellos los declaraban inocentes, probablemente a Garzón lo declaren culpable. La comparación es torticera, entre otras cosas porque ni hablamos de los mismos delitos, ni mucho menos de la misma gravedad, pero es que además no sabemos cuál va a ser la decisión del Supremo y, sea cual sea, habrá que respetarla también. Dicho esto, la solución del juicio de Camps me conduce a algunas reflexiones:

1) Era muy difícil constatar un delito de cohecho impropio, una figura mal tipificada en nuestro código y que realmente puede aplicarse a un número ilimitado de casos.

2) El hecho de que no haya delito, no exime a Francisco Camps de la responsabilidad por un comportamiento que, desde el punto de vista ético, no ha sido el mejor.

3) Siendo cierto que Camps ha conseguido un éxito indudable en su lucha por demostrar su inocencia, también lo es que no se trata del final del ‘calvario Gürtel’ en la Comunidad Valenciana, ya que ahora queda por delante el juicio por la financiación ilegal del PP, en el que, aun no estando imputado, sí lo están sus más estrechos colaboradores sin que realmente sepamos todavía si el TSJV le va a imputar a él. Por lo que dicen quienes han leído el sumario, “es demoledor”

4) La sentencia declara a Camps ‘no culpable’, pero no anula el vergonzoso espectáculo al que el propio Camps ha sometido a la Comunidad Valenciana, ni puede hacer olvidar que, durante todo este tiempo, el ex presidente ha vinculado su gestión al frente de la Generalitat a su situación personal, lo cual ha tenido unas consecuencias desastrosas para la región.

5) Precisamente, ése ha sido uno de los factores que ha conducido a la que, en mi opinión, es la mayor de todas las responsabilidades de Camps: el haber llevado a la Comunidad Valenciana al borde de la quiebra.

A las pocas semanas de tomar Alberto Fabra posesión del cargo de presidente, un buen amigo almorzaba mano a mano con un alto directivo de una compañía eléctrica. En mitad del almuerzo, este último recibió una llamada de un teléfono desconocido. Lo cogió y, tras unos minutos de conversación, se volvió a mi amigo y le dijo: “¿Sabes quién era? Un asesor de Alberto Fabra, que me llama para pedirme que, por favor, no les cortemos la luz”. “¿Cuánto os deben?”. “Diez millones de euros”, sentenció el ejecutivo de la eléctrica. Ahí fue donde el hoy presidente de la Comunidad se dio cuenta de cuál era la verdadera situación de las cuentas de la Generalitat que había heredado de Camps.

Los últimos ejemplos los hemos vivido hace unas semanas, cuando por dos veces hemos visto al Gobierno de la Nación acudir en auxilio de la Comunidad Valenciana, cuyas deudas son casi incalculables. Alberto Fabra está llevando a cabo una gestión austera e inteligente, intentando poner orden dentro del caos que le había dejado Camps. Es por ello por lo que no hay peor noticia para él que la absolución ayer de quien fuera presidente hasta hace unos meses. ¿Por qué? Pues porque Francisco Camps se va a sentir ahora con derecho a reclamar lo que el cree que es suyo y, si no me equivoco –y eso mismo cree mucha gente en la Comunidad Valenciana-, va a empezar a mover sus peones, sus piezas, contra quien él cree que es su enemigo, es decir, su sucesor. Un sucesor elegido por Génova 13, por Mariano Rajoy y no por él, y al que no puede controlar.

Camps cuenta con el apoyo de algunas ‘piezas’ importantes en el tablero de juego político de la Comunidad Valenciana: la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, el presidente de la Diputación de Valencia, Alfonso Rus, y el portavoz en las Cortes Valencianas, Rafael Blasco. Estos dos últimos conspiraron en su contra al principio, pero viendo que no pintaban nada en la elección del sucesor de Camps, se volvieron a aliar con él en oposición a Fabra. El partido en Alicante sigue estando muy dividido, y lo cierto es que la situación en general en la Comunidad es de un PP muy fracturado, pero en el poder. Camps va a intentar volver a la política activa, incluso a la Presidencia de la Generalitat, a pesar de que la mayoría ya no quiere saber nada de él.

“Lo que necesita la Comunidad es un presidente para hacer recortes, y para eso ya no sirve el que derrocó”, dicen fuentes del PP valenciano. Y entre la mayoría de los alcaldes hay un amplio rechazo a su mala gestión que les ha llevado a ellos mismos a impagos por falta de liquidez al no recibir dinero de la Generalitat. Cabría una salida ‘honrosa’ para Camps: que Rajoy le ‘premiara’ con algo en el exterior. Pero para el propio Rajoy la situación de Camps es un problema, hasta no saber que va a hacer el TSJV con el juicio por la financiación ilegal del PP valenciano. Hasta entonces, Camps va a seguir ahí, leyendo al Santo Job y señalando a los que él considera traidores, para vengarse y hacer justicia. Su justicia.

Vaya por delante una obviedad, que no por serlo hay que dejar de decir: las sentencias de los tribunales están para ser acatadas. Digo esto porque ayer en las redes sociales uno de los comentarios que más se sucedían tras la sentencia absolutoria de Camps y Costa era la de que, mientras a ellos los declaraban inocentes, probablemente a Garzón lo declaren culpable. La comparación es torticera, entre otras cosas porque ni hablamos de los mismos delitos, ni mucho menos de la misma gravedad, pero es que además no sabemos cuál va a ser la decisión del Supremo y, sea cual sea, habrá que respetarla también. Dicho esto, la solución del juicio de Camps me conduce a algunas reflexiones:

Francisco Camps