Es noticia
¡Cuidado! La extrema izquierda asoma de nuevo su ‘patita’
  1. España
  2. Dos Palabras
Federico Quevedo

Dos Palabras

Por

¡Cuidado! La extrema izquierda asoma de nuevo su ‘patita’

Hay tres reacciones a hechos ocurridos durante esta semana que, en mi humilde opinión, generan cierto grado de preocupación porque cuestionan el Estado de Derecho. Basta

Hay tres reacciones a hechos ocurridos durante esta semana que, en mi humilde opinión, generan cierto grado de preocupación porque cuestionan el Estado de Derecho. Basta con asomarse a las redes sociales, en especial a Twitter, para comprobar como en muy poco espacio de tiempo se han empezado a movilizar ciertos posicionamientos peligrosos que han aflorado al amparo de esos hechos. Citaré los tres, aunque no por su orden:

1)El anuncio de un catálogo ambicioso de reformas por parte del Gobierno, de las cuales dos han resultado muy contestadas: la nueva propuesta de elección de los jueces y la posibilidad de incluir la prisión permanente revisable en el Código Penal.

2)La decisión del Jurado Popular elegido por el TSJV de declarar “no culpables” al expresidente valenciano Francisco Camps y al exsecretario regional del PP, Ricardo Costa.

3)La nueva comparecencia de Garzón ante el Supremo, esta vez acusado de un delito de prevaricación por arrogarse la competencia en una causa, la del franquismo, para la que no era competente.

El jueves, sin ir más lejos, nos sorprendía un elaborado comunicado de la plataforma de apoyo a Garzón convocando una concentración para este fin de semana en contra de lo que ellos llaman “mafia”, en referencia al Supremo, y que antes llamaban “grupo de fascistas” -cuando por todos es sabido que buena parte de los jueces del Alto Tribunal procede del sector progresista-. No siendo eso suficiente, en Valencia se sucedían las concentraciones contra la decisión del Tribunal e incluso se producían en la puerta del domicilio de Francisco Camps. Y, por supuesto, las redes hervían con comentarios muy duros contra el Gobierno por su proyecto de reforma y se calificaba la vuelta al modelo anterior a 1985 en las elecciones de jueces como un retroceso antidemocrático.

Resulta intolerable que desde una parte de la izquierda se cuestione el normal y democrático funcionamiento del Tribunal Supremo y se pretenda condicionar su decisión con manifestaciones y duras acusaciones en el caso del juicio a Garzón

Nadie podrá decir que yo haya tenido una posición equívoca en cualquiera de los tres temas: estoy convencido de que la Ley de Memoria Histórica hace justicia a las víctimas del franquismo y, a estas alturas, no me produciría ningún sarpullido el que se juzgase aquella época, aunque no haya posibilidad de condenar ya a nadie por ello. Siempre he creído que Camps debía asumir su responsabilidad, lo he defendido desde el minuto uno y eso me ha causado enormes disgustos con ciertos sectores de la derecha valenciana, como es bien sabido. Y, desde luego, tengo una profunda fe en la independencia del poder judicial, razón por la que siempre he defendido que debían ser los propios jueces los que eligiesen sus cargos, y no la clase política. Por eso me considero con suficiente autoridad moral para calificar estos excesos de antidemocráticos y de llamar la atención de algunos amigos míos de la otra orilla que, sin duda con muy buena voluntad por su parte, se han dejado seducir por esos cánticos del sectarismo.

Miren, ningún sectarismo es bueno. Ni de un lado ni del otro. Cuando Zapatero ganó las elecciones de 2004, hubo una parte de la derecha que no le perdonó esa victoria -yo ya he entonado varias veces mi propio mea culpa-, al igual que hubo una parte de la izquierda que no le perdonó a Aznar que ganara en el año 2000 por mayoría absoluta. Pero no podemos seguir así. Este país necesita de profundas reformas que mejoren nuestro sistema, y el Gobierno se ha puesto manos a la obra para llevarlas a cabo. Estaban en su programa electoral, y ese programa electoral fue ratificado con una amplia mayoría absoluta, luego está en su pleno derecho de hacerlas sin que por ello se le pueda acusar de involucionismo alguno. Es más, cualquier propuesta que vaya en el camino de la independencia de los tres poderes que Alfonso Guerra ‘mató’ en 1985, camina en la dirección de más democracia y de más libertad, abandona ese camino de servidumbre al que nos había sometido un sistema perverso en el que la justicia ha actuado siempre al servicio del poder político. Si de algo peca la reforma es de quedarse corta, si me apuran, pero les aseguro que ganando en independencia ganaremos también en una justicia mejor.

Lo que no puede ser, lo que no es de recibo, es que cada vez que la sociedad española apuesta por el cambio y la balanza política se inclina hacia la derecha, haya una parte de la izquierda que no lo acepte. Porque una cosa es la crítica, la discrepancia, y otra bien distinta ese permanente cuestionamiento del derecho democrático del PP a gobernar. No todo es cuestionable. Fue un gobierno socialista, el de Felipe González, el que llevó a cabo la reforma para instaurar los jurados populares. Pues bien, ahora uno de esos jurados ha absuelto a Camps… A lo mejor en un juicio sin jurado le habrían declarado culpable, pero no fue el PP el que instauró ese modelo y, desde luego, no se puede decir bajo ninguna circunstancia que el jurado fuese del PP o estuviera comprado. Han hecho lo que han creído que era justo, y nuestra obligación como demócratas es aceptarlo, aunque no nos guste. Y lo que resulta intolerable es que la respuesta a esa sentencia sea el acoso físico al ex presidente.

Como resulta intolerable, y lo dejo para el final porque me parece lo más grave, que desde una parte de la izquierda se cuestione el normal y democrático funcionamiento del Tribunal Supremo y se pretenda condicionar su decisión con manifestaciones y duras acusaciones en el caso del juicio a Baltasar Garzón. Nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a llamar “mafia” al Tribunal Supremo, ni a calificar de “fascistas” a sus jueces, ni a descalificarlo por haber sentado a un juez en el banquillo, con el amparo de una instrucción que ha visto indicios de delito en la actuación del magistrado, diciendo que se trata de la última víctima del franquismo. De esto último ya escribí el otro día, pero me interesa señalar lo tremendamente peligroso que supone cuestionar a los jueces cuando sus actuaciones no nos convienen, y aplaudirles cuando sí lo hacen. Eso es propio de actitudes sectarias y totalitarias, y no sería bueno para este país en las actuales circunstancias que una parte de la izquierda vuelva a enseñar esa ‘patita’ sólo porque no es capaz de aceptar el resultado de las urnas del pasado 20 de noviembre.

Hay tres reacciones a hechos ocurridos durante esta semana que, en mi humilde opinión, generan cierto grado de preocupación porque cuestionan el Estado de Derecho. Basta con asomarse a las redes sociales, en especial a Twitter, para comprobar como en muy poco espacio de tiempo se han empezado a movilizar ciertos posicionamientos peligrosos que han aflorado al amparo de esos hechos. Citaré los tres, aunque no por su orden: