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Rajoy se deja tres ‘s’ en el tintero, y Rubalcaba tres ‘c’
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Rajoy se deja tres ‘s’ en el tintero, y Rubalcaba tres ‘c’

El lunes por la mañana, a primera hora, bajo ninguna circunstancia estaba previsto que Mariano Rajoy compareciera ante la prensa tras la reunión del Comité Ejecutivo

El lunes por la mañana, a primera hora, bajo ninguna circunstancia estaba previsto que Mariano Rajoy compareciera ante la prensa tras la reunión del Comité Ejecutivo Nacional de su partido. Es más, cualquier periodista que llamara a la sede del PP, Génova 13, recibiría la misma contestación: “Saldrá casi seguro Cospedal… ¿Rajoy? Ni de co…”. Sin embargo, pocos minutos antes de comenzar esa rueda de prensa, llegaba a los móviles de los periodistas el mensaje de que sería el propio presidente del Gobierno quien compareciera. ¿Qué había pasado para que el líder del PP rompiera con siete meses de silencio en solitario ante los medios de comunicación, y anunciara su comparecencia deprisa y corriendo, en la sede del PP, ni siquiera en Moncloa? Las últimas noticias sobre Bankia, cuyo ‘rescate’ se elevaba ya a casi 24.000 millones de euros, habían convertido a la prima de riesgo en un caballo desbocado que superaba los 500 puntos básicos. En el Ministerio de Economía saltaron todas las alarmas y fueron varios los miembros del Gobierno, incluida la propia vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, los que recomendaron a Rajoy que saliera a la palestra para intentar calmar los ánimos de los mercados.

España estaba al borde de la intervención, y no bastaba con un relato de lo que el presidente pudiera decir ante los suyos, sino que era necesario un mensaje abierto, que pudiera escucharlo todo el mundo, se le dijo, y que transmitiera tranquilidad. Siempre he dicho -y lo seguiré diciendo porque una sola ocasión no me es suficiente para modificar mi opinión- que Rajoy cumplía con eso que yo llamo las tres ‘s’ que considero básicas para que un político tenga credibilidad: sinceridad, serenidad, seguridad. Hasta el lunes pasado, más allá de otras cuestiones, Mariano Rajoy siempre había conseguido transmitir dosis suficientes de sinceridad, de seguridad y de serenidad, incluso en los momentos más duros por los que ha pasado él, personalmente, y su propio partido. Habrá quien me diga que siempre he sido un defensor suyo por encima de casi todo, y puede que sea cierto porque siempre he creído que tenía los mimbres necesarios -y los sigue teniendo- para ser un buen presidente del Gobierno, pero es verdad que el lunes consiguió preocuparme, y mucho.

Ninguno de los mensajes que quiso transmitir parecía creíble, probablemente porque ni él mismo tenía claro en ese momento qué mensajes debía transmitir, entre otras cosas porque cada día que pasa se hace más evidente que el Gobierno está absolutamente desbordado por la crisis de Bankia

Y es que el lunes, en esa rueda de prensa improvisada, en la que era evidente que no había nada preparado, en la que Rajoy no tenía claro ni siquiera qué mensaje debía trasladar a los ciudadanos, por una parte, y a los mercados, por otra, el presidente del Gobierno no ofreció ni sinceridad, ni serenidad, ni seguridad. Lo primero no porque mintiera, que no lo hizo, sino porque precisamente como consecuencia de la ausencia de las otras dos condiciones, sonó increíble su afirmación rotunda de que no habrá rescate bancario, como sonó increíble su afirmación de que toda la presión sobre la deuda se debía única y exclusivamente a Grecia, cuando ese mismo día la bolsa de Atenas escalaba puntos positivos hasta sumar un 7% de revalorización. Rajoy apareció en la sala de prensa nervioso, intranquilo, inseguro de sí mismo. De hecho, no consiguió su principal objetivo que no era otro que rebajar la presión sobre nuestra prima de riesgo. ¿Qué paso? Es fácil: ninguno de los mensajes que quiso transmitir parecía creíble, probablemente porque ni él mismo tenía claro en ese momento qué mensajes debía transmitir, entre otras cosas porque cada día que pasa se hace más evidente que el Gobierno está absolutamente desbordado por la crisis de Bankia y no está siendo capaz, no ya de anticiparse a los hechos, sino que ni siquiera lo es de darles la respuesta adecuada.

Lo cierto es que más que cualquier otra cosa, la crisis de Bankia está pasándole al Gobierno una factura excesiva, pero en buena parte la culpa la tiene un penosa y desastrosa gestión de esta crisis, y la permanente negativa del Gobierno a aclarar las cosas, a explicar con pelos y señales qué es lo que pasa, y a permitir que se depuren las consiguientes responsabilidades, caiga quien caiga, aunque sean algunos de los suyos. Pero tampoco es mejor la situación que, a cuenta de esta crisis, está atravesando el Partido Socialista. Si Rajoy se dejaba el lunes en el tintero esas tres ‘s’ mencionadas, Rubalcaba se está dejando tres ‘c’ -cohesión, coherencia y compromiso- que son esenciales para que en este momento tan grave el país pudiera percibir al menos un mínimo grado de complicidad con su clase política.

No hay cohesión en un partido socialista dividido en dos bandos abiertamente enfrentados por la crisis de Bankia, una crisis de la que el PSOE tiene mucho que aclarar, mucho por lo que dar cuenta porque han gobernado durante estos ocho años atrás y la crisis de Bankia ya estaba ahí, como estaba la crisis del resto del sistema financiero mientras Rodríguez Zapatero iba por el mundo presumiendo de que era el mejor, el más sano, el más fuerte. Por eso falla, también, la coherencia, porque por coherencia con lo hecho durante todos estos años en los que, además, recibieron el apoyo sin fisuras del PP, ahora el PSOE debería responder con la misma moneda y lo que está haciendo es echar más leña a un fuego que puede acabar quemándonos a todos. Es decir, que tampoco hay compromiso con el país, sino única y exclusivamente con su interés partidista.

Miren, la explicación a los ciudadanos de lo que está pasando no debe partir solo del Gobierno, sino también de la oposición. Ambos deberían asumir el coste de esta crisis y trasladar a los ciudadanos un mensaje de esperanza y de tranquilidad. No lo están haciendo. Lejos de eso, siguen enzarzados en su particular guerra partidista. ¡Qué pobre clase política tenemos!

El lunes por la mañana, a primera hora, bajo ninguna circunstancia estaba previsto que Mariano Rajoy compareciera ante la prensa tras la reunión del Comité Ejecutivo Nacional de su partido. Es más, cualquier periodista que llamara a la sede del PP, Génova 13, recibiría la misma contestación: “Saldrá casi seguro Cospedal… ¿Rajoy? Ni de co…”. Sin embargo, pocos minutos antes de comenzar esa rueda de prensa, llegaba a los móviles de los periodistas el mensaje de que sería el propio presidente del Gobierno quien compareciera. ¿Qué había pasado para que el líder del PP rompiera con siete meses de silencio en solitario ante los medios de comunicación, y anunciara su comparecencia deprisa y corriendo, en la sede del PP, ni siquiera en Moncloa? Las últimas noticias sobre Bankia, cuyo ‘rescate’ se elevaba ya a casi 24.000 millones de euros, habían convertido a la prima de riesgo en un caballo desbocado que superaba los 500 puntos básicos. En el Ministerio de Economía saltaron todas las alarmas y fueron varios los miembros del Gobierno, incluida la propia vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, los que recomendaron a Rajoy que saliera a la palestra para intentar calmar los ánimos de los mercados.

Mariano Rajoy Alfredo Pérez Rubalcaba