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El Eje Mediterráneo al rescate de Europa
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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El Eje Mediterráneo al rescate de Europa

Doctores tiene la Santa Madre Iglesia y la ciencia económica que sabrán explicarles a ustedes, mucho mejor que yo, el trasfondo de los importantes acuerdos que

Doctores tiene la Santa Madre Iglesia y la ciencia económica que sabrán explicarles a ustedes, mucho mejor que yo, el trasfondo de los importantes acuerdos que se han tomado en esta última Cumbre Europea, acuerdos que afectan de manera indudable a España pero que, sobre todo, hacen que empecemos a mirar con un poco más de esperanza el futuro del euro. Permítanme que me detenga, sin embargo, en el envoltorio político que ha dado lugar al éxito de esta cumbre, sobre la que algunos, y yo me incluyo entre ellos, éramos bastante pesimistas, llevados sobre todo por la experiencia de otras muchas cumbres anteriores que a lo largo de esta dilatadísima crisis no han servido absolutamente para nada, si no es para acrecentar el desinterés y la desafección de los ciudadanos hacia su clase política.

Pero es evidente que esta vez los líderes europeos han sido conscientes de que podía ser, de que era, de hecho, su última oportunidad para salvar el euro y a la propia Europa tal y como la conocemos, y se han aplicado a ello logrando, en apariencia, y creo que también en el fondo, importantes acuerdos que si las cosas no se tuercen en los próximos meses van a empezar a ver sus frutos a medio plazo para bien de todos. Sin embargo, hay que decir que no todos los líderes europeos han actuado igual, y no miro de puertas para adentro -más adelante lo haré-, sino que voy más al norte, a Berlín, donde la tenacidad de Angela Merkel ha estado a punto de llevarse por delante a la Unión. De hecho, ahora que tanto se habla de rescates, del rescate a España, del rescate a Italia, de los ya llevados a cabo con Grecia, Irlanda y Portugal, podríamos decir que han sido precisamente los dos primeros países amenazados por esa acción, con el apoyo de Francia, los que han acudido al rescate de la propia Europa en un momento en el que se estaba poniendo en entredicho su configuración actual.

Y lo han hecho sus líderes, Hollande, Monti y Rajoy, con una gran habilidad política, y una indudable fe en el futuro de una UE en la que quepamos todos, y no de una unión de ricos y pobres por la que parecía que comenzaba a decantarse Alemania si hacemos caso de las declaraciones de algunos dirigentes de aquel país, quizá no de la propia Merkel, pero si otros tan importantes como el presidente del Bundesbank. Les pongo en antecedentes: en los últimos días, entre la ‘minicumbre’ de Roma de la semana pasada que reunió a los cuatro países más importantes de la zona, y la cumbre propiamente dicha que se reunió entre el jueves y el viernes, se sucedieron las llamadas a tres bandas entre Monti, Rajoy y Hollande, aunque los que más hablaron estos días han sido nuestro presidente y el primer ministro italiano, cerrando una posición conjunta que era extraordinariamente arriesgada, pero la única posible para terminar de doblegar la resistencia alemana: el bloqueo.

Respaldado por Hollande, el eje París-Madrid-Roma emerge de pronto como la referencia del futuro de la UE: tres países grandes de economías fuertes pero con enormes dificultades en nuestro caso y en el de Italia, haciendo frente a la todopoderosa Alemania para salvar el futuro del Euro

Respaldado por Hollande, el eje París-Madrid-Roma emerge de pronto como la referencia del futuro de la UE: tres países grandes de economías fuertes pero con enormes dificultades en nuestro caso y en el de Italia, haciendo frente a la todopoderosa Alemania para salvar el futuro del Euro. ¿Por qué ha sido esto posible? Básicamente por dos razones: una, que la necesidad ha unido a Rajoy y a Monti, y que ambos líderes han sabido entenderse y dialogar dejando a un lado otras cuestiones que pudieran entorpecer ese diálogo, y dos porque el nuevo presidente francés ha vencido la tradicional resistencia gala a la cesión de soberanía, lo que facilita el camino para la Unión Fiscal y la Unión Bancaria.  Esa resistencia fue la que llevó a Sarkozy a echarse en brazos de Merkel –metafóricamente hablando claro, porque no era precisamente su tipo-, pero una vez vencida, Europa puede empezar a caminar en la dirección en la que ya tenía que haber caminado cuando se puso en marcha la Unión Monetaria, y no hacerlo entonces ha sido también en buena medida la causa de los actuales problemas.

Nuevas reformas y más recortes

De puertas para adentro tenemos que congratularnos de que por fin España haya vuelto a recuperar una presencia más activa en Europa y su voz sea escuchada, y no solo tengamos oídos para recibir órdenes. Mariano Rajoy podrá comparecer el día 11 en el Parlamento con un buen resultado de la Cumbre que va a aliviar bastante la presión política que se cernía sobre él, aunque de una vez por todas debería de aprovechar la circunstancia para explicarles a los ciudadanos cómo se ha llegado hasta aquí, y qué es lo que ha habido que hacer para sortear el precipicio y lo que va a haber que hacer en el futuro. Porque, no nos engañemos, la satisfacción inicial conlleva también la dolorosa aceptación de que ver triunfar nuestras tesis soberanas va a suponer sacrificios añadidos y que el Gobierno no va a poder tardar mucho más en anunciar nuevas reformas y más recortes para controlar el déficit presente y evitar los futuros.

Y es aquí donde hago tozuda mi insistencia: el Gobierno debe adoptar medidas ejemplarizantes al tiempo que pide nuevos sacrificios a los ciudadanos para de esa manera buscar también el consenso con las principales fuerzas políticas parlamentarias, especialmente el PSOE, un PSOE que ve cómo Rajoy estrecha el círculo de afección con un líder socialdemócrata, lo cual puede resultar difícil de asimilar para las huestes de Rubalcaba porque difícilmente podrán hacer oposición a una acción de Gobierno que a partir de ahora va a estar consensuada con París y Roma y respaldada por Berlín. Al PSOE le queda la opción de echarse al monte, que podría ser la solución que más atraiga a los díscolos con la actual dirección del partido, o adoptar una actitud responsable -que no significa dejar de hacer oposición- y cerrar filas con el Gobierno en una situación que hay que seguir catalogando de emergencia nacional y que trasciende el debate partidario.

Rajoy ha conseguido encontrar su sitio y encontrarle su sitio a España, y ha hecho en seis meses lo que no consiguió Zapatero en ocho años. Con todas las objeciones que podamos hacerle -y que yo he hecho- a su manera de entender la gestión política, es el momento de aplaudir lo conseguido y de ponernos todos a trabajar detrás del Gobierno, porque todavía vienen tiempos muy duros, aunque desde el viernes la tenue luz que se ve al final del túnel ya no parece la del camión que viene de frente.

Doctores tiene la Santa Madre Iglesia y la ciencia económica que sabrán explicarles a ustedes, mucho mejor que yo, el trasfondo de los importantes acuerdos que se han tomado en esta última Cumbre Europea, acuerdos que afectan de manera indudable a España pero que, sobre todo, hacen que empecemos a mirar con un poco más de esperanza el futuro del euro. Permítanme que me detenga, sin embargo, en el envoltorio político que ha dado lugar al éxito de esta cumbre, sobre la que algunos, y yo me incluyo entre ellos, éramos bastante pesimistas, llevados sobre todo por la experiencia de otras muchas cumbres anteriores que a lo largo de esta dilatadísima crisis no han servido absolutamente para nada, si no es para acrecentar el desinterés y la desafección de los ciudadanos hacia su clase política.