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Los tres días que enfrentaron a Mariano Rajoy con el abismo
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Federico Quevedo

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Los tres días que enfrentaron a Mariano Rajoy con el abismo

“Ha sido un discurso de investidura, el segundo discurso de investidura que hace Mariano Rajoy en poco más de seis meses, aunque poco tiene que ver

“Ha sido un discurso de investidura, el segundo discurso de investidura que hace Mariano Rajoy en poco más de seis meses, aunque poco tiene que ver este con el primero, pero sin embargo es el más sincero de los dos y el que de verdad marca el inicio de una legislatura en la que por fin Mariano Rajoy se ha dado cuenta de que no puede gobernar pensando en los intereses de su partido y de que tiene que hacer lo necesario para sacar el país adelante, aunque eso suponga que el PP pierda las próximas elecciones”. Si esto me lo hubiera dicho un alto cargo del Gobierno o del PP, iría de suyo, pero quien me lo dice es un viejo socialista que, ciertamente, no influye mucho sobre la actual Dirección de su partido, pero que sigue siendo una figura importante para una parte esencial de la izquierda.

Yo comparto esa lectura. Es la misma que el lunes por la mañana me hacía personalmente la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal: “No podemos gobernar pensando en nuestros intereses electorales, tenemos que hacerlo pensando en los ciudadanos aunque eso nos cueste perder elecciones”.

Cospedal había hablado con Mariano Rajoy ese mismo lunes por la mañana, y el presidente del Gobierno le había dado cuenta con bastante detalle de por dónde iban a ir los tiros en su discurso del miércoles… El fin de semana anterior el equipo más próximo a Rajoy trabajaba con intensidad para preparar el debate, desde la vicepresidenta del Gobierno, hasta los ministros De Guindos y Montoro, pasando por el jefe del área económica de Moncloa, Álvaro Nadal. Se trataba de hilvanar un discurso grave en el fondo y en la forma, adaptado a las circunstancias, no una mera información al Congreso de la última Cumbre Europea. Rajoy no quiso hacer el Debate del Estado de la Nación porque necesitaba tiempo, pero convirtió su comparecencia ante el Congreso del miércoles en algo más que eso, porque sabía que se estaba jugando no su futuro, sino el futuro del país. “Esta vez va a hacer lo que hay que hacer”, me dijo la secretaria general del PP con indudable preocupación en el tono de su voz. Por ahora parece que hemos salvado el empujón definitivo y que de nuevo Rajoy tiene margen para distanciarse del tremendo agujero, pero es difícil evitar la impresión de que puede no haber sido suficiente el salto atrás

Estamos ante una situación excepcional, y eso requiere medidas excepcionales, y aparentemente eso es lo que ha hecho el Gobierno, responder a esa situación de excepcionalidad. ¿Es suficiente? El viernes, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, situada entre los ministros De Guindos y Montoro, pedía a los ciudadanos “esfuerzos y sacrificios para sacar adelante el país”. La escenografía, nada inusual por otra parte, tenía su lectura, porque si hay algo que ha quedado en evidencia tras el discurso de Mariano Rajoy es que el presidente del Gobierno ha tenido que elegir entre dos modelos no coincidentes para salir de esta crisis, y aunque es cierto que buena parte del grueso del ajuste tiene que ver con las exigencias que nos impone Bruselas, también lo es que si en su momento se hubiese echo caso a las ‘recomendaciones’ que el ministro De Guindos venía haciendo incluso desde antes de ser elegido como titular de Economía, ahora no hubiese hecho falta, como me decía el miércoles por la tarde un diputado del PP, “bajarse los pantalones”.

Se incendian las calles

El caso es que el ajuste está ahí, y por lo que sabemos también desde ayer, no se va a limitar solo a los recortes anunciados por Rajoy el miércoles, sino que el Gobierno se ha propuesto llevar a cabo un programa de reformas ambicioso. Insisto, ¿es suficiente? “No. A la vista de la reacción de los mercados, no parece suficiente el ajuste y teniendo en cuenta la reacción social da la impresión de que el Gobierno ha sido un poco timorato y no se ha atrevido a llegar hasta donde debía llegar para evitar algo que va a ocurrir en cualquier caso, y por eso tenía que haberlo dado todo porque la reacción en la calle hubiera sido la misma”, me dice un experto muy próximo al Ejecutivo. El incendio de las calles está ahí, en un ejercicio de respuesta totalitaria a la legitimidad del Gobierno que, ahora sí, resulta extraordinariamente preocupante. Lo que menos le conviene a España en este momento es trasladar hacia fuera la imagen de una helenización de su política. Encima, puede ocurrir que lo anunciado sea insuficiente y haga falta acentuar los recortes en un futuro próximo lo que todavía redundará en una mayor reacción social contra el Ejecutivo.

Y es que, a pesar de que el Gobierno ha querido darlo todo. Sin embargo, en el estudio de sus medidas se percibe que incluso cuando el Ejecutivo se ha visto frente al abismo ha seguido primando un cierto cálculo electoral. ¿Qué falta? “La impresión es que el Gobierno se ha quedado corto en la reforma estructural del gasto, que ha ido a tapar los agujeros con parches y no se atreve a atacar el adelgazamiento de la Administración en profundidad”, añaden estas fuentes. Puede ser, pero será necesario conocer en detalle el contenido de las reformas anunciadas ayer para ser conscientes de hasta donde llega la ambición del Gobierno. El miércoles pasado escribía un post en el que aseguraba que esta es la última oportunidad que le queda al Gobierno y a Mariano Rajoy, porque si el mensaje no es lo suficientemente contundente corremos el riesgo de haber aprobado un ajuste durísimo que, sin embargo, no servirá para impedir el rescate final de nuestra economía y la intervención definitiva por parte de esos que llamamos hombres de negro. Rajoy no quiso hacer el Debate del Estado de la Nación porque necesitaba tiempo, pero convirtió su comparecencia ante el Congreso del miércoles en algo más que eso, porque sabía que se estaba jugando no su futuro, sino el futuro del país

Faltan gestos y reformas

Ahí está la clave: en este programa de ajuste, muy duro sin lugar a dudas, se hace palpable la ausencia de, en primer lugar, más gestos que permitan a los ciudadanos entender mejor los esfuerzos que se les piden y, en segundo lugar, una acción muy clara y muy contundente dirigida al sobredimensionamiento de la Administración. ¿Qué gestos? Bueno, el Gobierno ha dado algunos pasos interesantes en la línea de reducción de sueldos de los políticos, pero podía haber ido un poco más allá y establecer marcos legales que impidan, por ejemplo, la proliferación de cargos de confianza y de libre designación, el uso de coches oficiales, dietas, sobresueldos, comisiones, viajes, etcétera, etcétera. Y sobre lo segundo, no basta con que el Gobierno les exija a las Comunidades Autónomas que tienen que ajustarse para conseguir un 1,5% de déficit, sino que debería buscar el marco legal que le permita obligarlas a, por ejemplo, eliminar defensores del pueblo, embajadas, empresas públicas, televisiones autonómicas y también etcétera, etcétera.

Y no se puede hacer una reforma estructural del gasto público sin tocar la tecla hasta ahora inviolable del Estado del Bienestar, no para acabar con él como se hartará de decir la izquierda, sino para ajustarlo a una realidad imperiosa y que difícilmente va a cambiar en las próximas décadas porque, no lo duden ustedes, a lo que estamos asistiendo es una devaluación tal de nuestra riqueza colectiva que vamos a tardar por lo menos dos generaciones en volver a recuperar los niveles de hace tan solo un lustro, por más que también lo de aquel entonces fuera en parte un espejismo.

“Ha sido un discurso de investidura, el segundo discurso de investidura que hace Mariano Rajoy en poco más de seis meses, aunque poco tiene que ver este con el primero, pero sin embargo es el más sincero de los dos y el que de verdad marca el inicio de una legislatura en la que por fin Mariano Rajoy se ha dado cuenta de que no puede gobernar pensando en los intereses de su partido y de que tiene que hacer lo necesario para sacar el país adelante, aunque eso suponga que el PP pierda las próximas elecciones”. Si esto me lo hubiera dicho un alto cargo del Gobierno o del PP, iría de suyo, pero quien me lo dice es un viejo socialista que, ciertamente, no influye mucho sobre la actual Dirección de su partido, pero que sigue siendo una figura importante para una parte esencial de la izquierda.

Mariano Rajoy