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Rajoy ha conseguido cabrear a todo el mundo
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Rajoy ha conseguido cabrear a todo el mundo

Hace unos pocos meses, incluso personas que no habían votado al PP en las últimas elecciones confiaban plenamente en la capacidad del nuevo Gobierno para dar

Hace unos pocos meses, incluso personas que no habían votado al PP en las últimas elecciones confiaban plenamente en la capacidad del nuevo Gobierno para dar la vuelta a una situación insostenible. De hecho, y a pesar de que algunas medidas como la Reforma Laboral tuvieron algo de contestación, en el fuero interno de mucha gente no precisamente proclive al nuevo Gobierno se instaló la sensación de que el equipo de Rajoy llegaba sabiendo lo que tenía que hacer y que los sacrificios que pedía iban a servir para que las cosas empezaran a mejorar.

Eso fue así durante los primeros tres o cuatro meses pero, a partir de ahí, coincidiendo con aquel anuncio de recorte de 10.000 millones de euros en Educación y Sanidad, las cosas se empezaron a torcer -aunque lo errores, ya señalados en anteriores entregas de este post, venían de atrás-, y en medida inversamente proporcional a la sensación de que el Gobierno había perdido su hoja de ruta y de que toda su actuación estaba siendo fruto de la improvisación, crecía el cabreo ciudadano. Es difícil recordar un Ejecutivo que a los siete meses de haber llegado al poder haya conseguido suscitar una presencia tan masiva en las calles en contra de sus políticas.

¿Es esto justo? Realmente no, porque lo cierto es que la responsabilidad de haber llegado hasta aquí esta muy repartida, y si a fecha de hoy el Estado está en quiebra y no tiene dinero ni siquiera para poder pagar las nóminas de los funcionarios en los próximos meses, no es por culpa del Gobierno del PP, al que solo le ha dado tiempo para intentar poner remedio a esa situación y no para empeorarla. Es culpa  de quienes dejaron las arcas vacías, porque solo en un año, 2011, se gastaron 90.000 millones de euros, 15 billones de las antiguas pesetas, más de lo que ingresaron. Y si ahora ha sido necesario tener que recurrir al rescate financiero para intentar salvar a una serie de bancos y cajas que tienen una enorme responsabilidad en la crisis, es porque en el año 2009, mientras en el resto de Europa se preocupaban de sanear sus sistemas financieros, nosotros íbamos por la vida y por los despachos internacionales presumiendo de tener el mejor del mundo.

Es importante recordarlo, porque si eso no hubiera pasado hoy no estaríamos donde estamos y seguramente no hubiera hecho falta hacer el ajuste tan duro que ha tenido que hacer el PP -responsable, también, de los excesos cometidos en las Comunidades Autónomas en las que gobierna, como quedó demostrado ayer después de que Valencia fuera la primera en pedir el rescate-. Los populares, en definitiva, se están quemando a lo bonzo en la hoguera de la crisis, conscientes ya de que va a ser difícil que pueda salvarla nadie. Pero, dicho eso, y a pesar de tenerlo todo a su favor, el Gobierno ha tirado por la borda en muy poco tiempo un activo político capital para haber intentado, al menos, minorar el impacto de esta crisis sobre la multitud que el jueves por la tarde-noche se echo a la calle masivamente. Dos son para mí los errores fundamentales:

1) El primero, haber sacrificado el diálogo en el altar de la mayoría absoluta. Es cierto que se trataba de un diálogo difícil, en ocasiones casi imposible, pero la responsabilidad de intentarlo hasta la saciedad la tiene quien gobierna. Eso, que se lo recordamos por activa y por pasiva a Zapatero, no podemos dejar de recordárselo también a Rajoy. Porque el diálogo, además, hubiera hecho mucho más difícil a la oposición -a la oposición responsable, por supuesto, yo no pido que se hable con Cayo Lara- mantener una actitud de rechazo tan frontal y, sobre todo, la hubiera obligado a asumir su cuota de responsabilidad.

Lo de Bruselas es de una lentitud exasperante”, dicen fuentes del Gobierno. Pero precisamente porque es así, el Gobierno tenía que haber trabajado con los grupos de la oposición el alcance de las medidas de ajuste que no tenía más remedio que adoptar

2) El segundo, no haber hecho nada realmente significativo que trasladara a la ciudadanía la sensación de que, de verdad, esta crisis nos afecta a todos y todos la pagamos por igual. Porque es cierto, como dice el Gobierno, que el empobrecimiento ha sido general, y lo va a seguir siendo, pero no es comparable el sacrificio que se le pide a una familia cuyos ingresos no llegan ni a 1.000 euros al mes, que el que se le pide a otra con un patrimonio de 10 millones, porque no hay progresividad en el impacto de ese sacrificio. En ese sentido, algunas de las propuestas hechas por la oposición son muy razonables y, aunque es cierto que desde un punto de vista recaudatorio pueden no ser fundamentales (al margen de que no estamos para escatimar ninguna posibilidad de obtener recursos), se trataría de un gesto muy evidente de que el Gobierno no trata a todos por igual y exige más a quien más tiene.

Es verdad que el Gobierno tenía -tiene- un margen de maniobra escaso para actuar, como ayer reconoció la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, bien porque Bruselas ha impuesto buena parte de estas políticas de ajuste -“Son obligaciones, no recomendaciones”, llegó a decir el socialista Almunia-, bien porque la situación de las cuentas exige recurrir a medidas que faciliten ingresos casi inmediatos. Pero esa situación el Gobierno la conocía desde hace tiempo, y sin embargo estuvo jugando a intentar esquivarla, convencido de que los mercados financieros premiarían a España por nuestra cara bonita o por la del Ejecutivo. Pero a los mercados les da igual a quién votemos los españoles: a ellos lo que les importa es saber que si nos prestan dinero van a poder cobrarlo después, y en ese sentido seguimos teniendo un enorme déficit de credibilidad como país, independientemente de cómo se llame quien duerma en La Moncloa.

Las medidas de ajuste eran, por tanto, inevitables, pero el Gobierno las retrasó todo lo que pudo hasta intentar obtener de Bruselas alguna compensación, compensación que llegó en forma de potencialidad futura en la última Cumbre. Pero al mismo tiempo que España e Italia ganaban una batalla, perdían una guerra, porque si es verdad que lograban satisfacer sus demandas, también lo es que esa satisfacción tardaría en llegar y, mientras tanto, se obligaba a los dos países a un ejercicio de ajuste de una dureza considerable, y sin liquidez a corto/medio plazo.

Lo de Bruselas es de una lentitud exasperante”, dicen fuentes del Gobierno. Pero precisamente porque es así, y porque ya sabemos que es así, es por lo que el Gobierno tenía que haber trabajado con los grupos de la oposición dispuestos a apoyarle el alcance de las medidas de ajuste que no tenía más remedio que adoptar.

En lugar de eso, se ha quedado solo y con todo el mundo en contra. Es verdad que tiene mayoría absoluta y que, digan lo que digan algunos líderes sindicales y mucho fanático de la izquierda que no soporta ver a la derecha gobernando, tiene toda la legitimidad del mundo para hacer lo que considere oportuno. Pero las mayorías absolutas no son un cheque en blanco y su abuso es una mala práctica, aunque en una situación como esta garanticen la necesaria estabilidad gubernamental. Aznar ya tuvo una experiencia en ese sentido: se puede tener mayoría y gobernar contra la mayoría. Hoy por hoy, el Gobierno esta consiguiendo ponerse a todo el mundo en contra, cabrear a un cada vez mayor número de ciudadanos, y aunque lo haga por el bien del país, tampoco tiene derecho a dilapidar el caudal de confianza que logró entre el 22 de mayo de 2011 y el 20 de noviembre de ese mismo año porque tiene una deuda con sus votantes. Y aunque el Ejecutivo crea que no, existen formas de hacer lo que está haciendo sin necesidad de soliviantar a todo hijo de vecino.

Si al menos tuviéramos la certeza y la fe en que podemos ganar esta guerra… Churchill pidió a los británicos “sangre, sudor, lágrimas… y esfuerzo”. Los británicos respondieron y ganaron la guerra contra Hitler, aunque luego Churchill perdió las elecciones, pero su sacrificio no había sido en vano. El Gobierno nos pide lo mismo a los españoles pero, lejos de ganar ninguna guerra, todos los días perdemos alguna batalla, y cada día parece más cerca la derrota final, bien en forma de rescate inevitable, de default por nuestra parte o de ruptura definitiva del Euro. Y si eso ocurre, cualquiera de las tres cosas será interpretada como una derrota final, y le llevará al PP a perder las elecciones y, en este caso sí, el sacrificio habrá sido en vano.

Hace unos pocos meses, incluso personas que no habían votado al PP en las últimas elecciones confiaban plenamente en la capacidad del nuevo Gobierno para dar la vuelta a una situación insostenible. De hecho, y a pesar de que algunas medidas como la Reforma Laboral tuvieron algo de contestación, en el fuero interno de mucha gente no precisamente proclive al nuevo Gobierno se instaló la sensación de que el equipo de Rajoy llegaba sabiendo lo que tenía que hacer y que los sacrificios que pedía iban a servir para que las cosas empezaran a mejorar.

Mariano Rajoy