Es noticia
Sexo, mentiras y vídeos en la red
  1. España
  2. Dos Palabras
Federico Quevedo

Dos Palabras

Por

Sexo, mentiras y vídeos en la red

Ni Mario Draghi en el día en el que por fin hizo saber sus planes, ni la canciller alemana Angela Merkel en su visita relámpago a

Ni Mario Draghi en el día en el que por fin hizo saber sus planes, ni la canciller alemana Angela Merkel en su visita relámpago a España, ni siquiera Obama en uno de sus discursos más emotivos -y eso que el presidente norteamericano es un maestro a la hora de llamar la atención de la progresía y no progresía mundiales-, han conseguido llegar a lo más alto, a la cúspide de la popularidad digital, al trending topic de la red de redes.

Sí lo hizo, sin embargo, una humilde concejala socialista del pueblo castellano-manchego de Los Yébenes, Olvido Hormigos, y todo a cuenta de un vídeo de carácter privado en el que la susodicha aparece haciéndose lo que vulgarmente se llama un dedo, o sea, dándose placer manual en los bajos para excite propio y ajeno, con las domingas, peras, tetas o como quieran ustedes denominarlas al aire y en desorbitado frenesí, tal cual la naturaleza la trajo al mundo, al tiempo que de su boca surgían gemidos perfectamente identificables como de orgásmica satisfacción.

No he visto el vídeo. Me he cuidado muy mucho de invadir ese espacio de la intimidad personal de la señora Hormigos, por más que resultara rematadamente fácil encontrarlo en la llamada nube. Me limito a reproducir, con algo de literatura por mi parte, lo que han comentado otros que sí lo han hecho. El caso es que el vídeo, grabado de modo casero, probablemente con un móvil, cuyo destinatario aparentemente era el marido de la concejala Hormigos, apareció de pronto colgado en el universo digital y todo aquel que quiso y pudo se dio un gusto a cuenta de la concejala como si de una peli porno se tratara.

Abochornada por el suceso, Hormigos presentó su dimisión en el Ayuntamiento, en un primer momento sin armar más ruido que el susurro de la vergüenza, pero como en estos tiempos lo de esconderse solo vale si acaba uno exiliándose en el Polo Norte, con lo que no contó es con que las redes sociales iban inmediatamente a temblar sacudidas por un terremoto: el ‘caso Hormigos’ era demasiado suculento como para dejarlo escapar de ese Sálvame twittero y todos, un servidor incluido, caímos en la tentación de salir al paso.

Desbordada por ese tsunami virtual, la concejala Hormigos fue subiendo el tono de sus explicaciones y, lo que empezó siendo el producto de la vergüenza, se fue convirtiendo en un arma política contra el adversario, el PP claro, a quien veladamente empezaba a acusar de estar detrás de la captura y distribución del vídeo

¿Cómo íbamos a permitir, en un Estado Democrático y de Derecho, que una mujer, madre de familia, feliz esposa y abnegada concejala dedicada al servicio público dimitiera por un asunto de carácter estrictamente privado? #Olvidonodimitas se convirtió, de inmediato, en el hastag de moda, y la red se incendió, entre otras cosas porque un estúpido militante de Nuevas Generaciones del PP, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, tuvo la fatídica idea de colgar el link del vídeo de marras en su cuenta personal de Twitter, a ver si de ese modo se daba a conocer un poco más y añadía unos cuantos miles de followers a su perfil, que en esta lucha por alcanzar las cuentas de Cristiano Ronaldo en cuanto a seguidores de la red los hay capaces hasta de vender por Internet la virtud de su madre.

Desbordada, probablemente, por ese tsunami virtual, la concejala Hormigos fue subiendo el tono de sus explicaciones y, lo que empezó siendo el producto de la vergüenza, se fue convirtiendo en un arma política contra el adversario, el PP claro, a quien veladamente empezaba a acusar de estar detrás de la captura y distribución del vídeo en cuestión.

No hacía falta mucho más para que los defensores de la causas perdidas de la izquierda plural descargaran toda su ira contra el machismo y el totalitarismo imperante en la derecha española, culpable de todos nuestros males, desde los tiempos en que el conservador y derechista Adán le obligo a comer a Eva de la manzana de la discordia. Por supuesto, nadie se acordaba de lo que esos mismos apóstoles de la intimidad, protectores coyunturales de la moral privada, hicieron y dijeron en otras ocasiones en las que otros vídeos con putas, corsés y periodistas de postín circularon por las redacciones, despachos, oficinas y domicilios privados, porque entonces no había nube que valga. La intimidad y la privacidad también son cosas de según el color del cristal con que se mire, sea éste rojo o azul. Sí, en efecto, el PSOE enseguida vio la oportunidad de convertir el asunto en un arma contra el PP, y tanto ellos como su legión de incondicionales descargaron toda su ira contra los chicos de la gaviota.

Con todo, y a pesar de todo, Olvido Hormigos no hizo más que seguir recibiendo muestras de apoyo, no solo de su lado del arco ideológico sino, y sobre todo, del contrario. Fuimos, y somos, muchos -casi todos, diría yo- los que la apoyamos y los que la animamos a seguir porque, pasara lo que pasara, su espacio de intimidad personal no merecía ser violado de esa manera y no debía de suponer un freno a su carrera política, si es que ambicionaba alguna clase de salto antes del affaire.

Animada por tanto gesto, Hormigos cambió de opinión y decidió no dimitir, decisión aplaudida por el universo de la red social, y el viernes al acudir al pleno del Ayuntamiento. Fue recibida por un pueblo dividido entre una mayoría que la apoyaba y una minoría que la recibió con insultos de “puta” y “zorra” y cuya actitud repugna a cualquiera que se diga demócrata y que sienta, de verdad, aunque solo sea un atisbo de fe en la libertad personal.

Pero, hete aquí que cuando todo parecía volverse a favor de la concejala y poner en un brete al alcalde, del PP, y a la corporación mayoritariamente gobernada por ese partido, nos enteramos de la verdad de la historia que, según parece, puede resumirse en la de un joven amante despechado, receptor del vídeo y autor material de su difusión, en venganza amatoria que haría los honores de una novela de Corín Tellado. No fue el PP. Hormigos, quizá empujada a ello por el coro de voces de la izquierda que bajo la batuta siempre atrevida de @ElenaValenciano no duda en acusar al PP hasta de la desaparición de los dinosaurios, nos engañó. Seguiré creyendo que no debía dimitir por el vídeo. Seguiré creyendo que en su intimidad puede hacer lo que le de la gana siempre que no afecte a su vida pública. Seguiré creyendo que quienes la insultaron a las puertas del Ayuntamiento no merecen llamarse ni personas. Pero ella debe una explicación. Y una disculpa. Y, quizás, ahora sí, una dimisión, porque en política no puede valer todo.

Ni Mario Draghi en el día en el que por fin hizo saber sus planes, ni la canciller alemana Angela Merkel en su visita relámpago a España, ni siquiera Obama en uno de sus discursos más emotivos -y eso que el presidente norteamericano es un maestro a la hora de llamar la atención de la progresía y no progresía mundiales-, han conseguido llegar a lo más alto, a la cúspide de la popularidad digital, al trending topic de la red de redes.