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Que le pregunten a Mayor Oreja por qué ha perdido el PP vasco
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Que le pregunten a Mayor Oreja por qué ha perdido el PP vasco

En medio de la satisfacción y la euforia que reinaba en la sede madrileña del PP el lunes por la tarde a cuenta de los resultados

En medio de la satisfacción y la euforia que reinaba en la sede madrileña del PP el lunes por la tarde a cuenta de los resultados de las elecciones en Galicia, había sin embargo una nota triste, la que ponía el líder del PP vasco, Antonio Basagoiti, cuyos resultados han sido malos, para que nos vamos a engañar: el PP ha perdido 3 escaños y en torno a 15.000 votos. Sólo por 800 votos no ha conseguido el escaño de María del Mar Blanco en Álava, lo que le hubiera permitido al PP sumar con el PNV la ansiada mayoría absoluta que serviría para calmar los ánimos independentistas y garantizarse una legislatura tranquila y lo más alejada posible de los vientos secesionistas que llegan de Cataluña.

No ha podido ser, y no porque Basagoiti y su equipo no hayan puesto toda la carne en el asador. Se han dejado la piel, en unas circunstancias especialmente difíciles y complicadas, con muchos enemigos fuera y, sobre todo, con unos cuantos enemigos dentro… pocos, pero lo suficientemente eficaces en su acción entorpecedora. Era difícil para los partidos constitucionalistas -PSE, PP y UPyD- reeditar los resultados electorales de 2009 y, de hecho, los tres han perdido votos a mansalva, incluido UPyD, que se ha dejado el 3% de los votos en la cuneta aunque ha conseguido mantener su escaño. Era difícil porque el panorama había cambiado completamente, y la presencia de EH-Bildu en un marco de derrota de ETA y fin de la violencia era inevitable que provocara un corrimiento de tierras en el escenario político vasco, donde siempre ha habido entre 250.000 y 300.000 votantes partidarios de la opción independentista radical; al otorgarle 21 escaños a los abertzales inevitablemente había que sacarlos de algún lado: les ha tocado al PP, PSE e, incluso, al PNV, participar en el reparto.

El PP vasco había comenzado a hacer política aceptando que, sin gustarle lo más mínimo la presencia de la izquierda abertzale en las instituciones, había que convivir con ellos. Era, y sigue siendo, una apuesta acertada, porque la contraria, la de no querer que bajo ninguna circunstancia ese mundo tuviera voz política en un escenario de ausencia total de violencia, se situaba fuera del sistema democráticoDe hecho, de haberse mantenido la misma presencia política que en 2009, el PP solo habría perdido un escaño o, incluso, ninguno. Pero todos sabíamos que una vez que ETA cayera derrotada y dejara de matar, la presencia política de la izquierda abertzale en el País Vasco se iba a traducir en un escenario muy similar al que ha salido de las urnas este domingo, porque más allá de la seria discrepancia que podamos tener con ese mundo, lo cierto es que una vez que rechaza la violencia como arma para conseguir el objetivo de la independencia del País Vasco, en sí misma esta aspiración no puede ser objeto del aislamiento democrático, porque eso iría contra el derecho fundamental de todo ciudadano a poder elegir y a poder ser elegido. Dicho de otro modo, lo que hasta ahora era un enfrentamiento entre el Estado de Derecho y sus enemigos se ha convertido en una confrontación política en el seno de las instituciones.

Y ese, solo ese, es el ‘precio político’ que los demócratas hemos pagado por conseguir la derrota de ETA y el final de la violencia, un precio que siempre supimos que habría que pagar porque nadie que se sienta demócrata puede dejar fuera del sistema a quién no piensa igual que él, siempre que se respeten las reglas del juego del Estado de Derecho. Pero es evidente que este escenario no le gusta a todo el mundo. El PP vasco, el PP de Antonio Basagoiti, había comenzado a hacer política aceptando que, sin gustarle lo más mínimo la presencia de la izquierda abertzale en las instituciones, había que convivir con ellos si el PP quería formar parte y tener algo que decir en el escenario político vasco. Era, y sigue siendo, una apuesta acertada, la única que cabía llevar a cabo porque la contraria, la de no querer que bajo ninguna circunstancia ese mundo tuviera voz política en un escenario de ausencia total de violencia, se situaba fuera del sistema democrático.

Pero había, y hay, gente en el PP y en ciertos entornos mediáticos y de las víctimas del terrorismo entregados a esa causa en cuerpo y alma. En el caso de las víctimas es comprensible su desencanto y poco se puede decir ante tanto dolor acumulado durante tanto tiempo que no sea el compartirlo y aceptarlo procurando, eso sí, hacer la máxima pedagogía para intentar que, en la medida de lo posible, asuman que una vez que ETA ha dejado de matar los cambios en el País Vasco son inevitables. Y explicarles que en ninguna cabeza con dos dedos de frente puede caber la idea peregrina y mezquina de que un Gobierno del Partido Popular este siguiendo a pies juntillas una hoja de ruta marcada por la banda terrorista o sus seguidores.

Pero que, además, haya quien lo afirme en público, y que ese alguien sea del PP o de sus aledaños, es despreciable. Lo es porque ese mensaje, reiterado hasta la saciedad por determinada gente y, en concreto, insinuado de manera muy sutil por el exministro del Interior y hoy portavoz del PP en el Parlamento Europeo, Jaime Mayor Oreja, ha calado hondo en una parte importante del electorado del PP, que ha preferido quedarse en su casa antes que votar a quienes ha considerado como unos traidores porque así se lo han hecho ver sus ‘líderes’ espirituales, y es que en algunos casos hay gente de esa derecha a la derecha del PP que se comporta, de verdad, como en una secta.

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En medio de la satisfacción y la euforia que reinaba en la sede madrileña del PP el lunes por la tarde a cuenta de los resultados de las elecciones en Galicia, había sin embargo una nota triste, la que ponía el líder del PP vasco, Antonio Basagoiti, cuyos resultados han sido malos, para que nos vamos a engañar: el PP ha perdido 3 escaños y en torno a 15.000 votos. Sólo por 800 votos no ha conseguido el escaño de María del Mar Blanco en Álava, lo que le hubiera permitido al PP sumar con el PNV la ansiada mayoría absoluta que serviría para calmar los ánimos independentistas y garantizarse una legislatura tranquila y lo más alejada posible de los vientos secesionistas que llegan de Cataluña.