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Wert y la educación franquista
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Wert y la educación franquista

Hace unos días en un artículo publicado en este mismo periódico bajo el título de Educación franquista, el columnista Javier Pérez Albéniz arremetía contra el modelo

Hace unos días en un artículo publicado en este mismo periódico bajo el título de Educación franquista, el columnista Javier Pérez Albéniz arremetía contra el modelo educativo de este Gobierno y, en particular, contra el ministro de Educación, José Ignacio Wert, parafraseando el lema de la última manifestación convocada por los estudiantes y una organización de padres de alumnos y que decía así: “No a la educación franquista, Wert dimisión”. 

Sorprende, la verdad, el tono del artículo en alguien a quien se supone un mínimo rigor intelectual, empezando por esa afirmación de que solo acabando con el fraude fiscal se evitarían los recortes… Debería saber mi colega que después de treinta años de lucha de unos y otros gobiernos contra el fraude fiscal, lo que se consigue recaudar por un lado se pierde por el otro porque, por desgracia, nunca dejará de haber defraudadores y para conseguir de verdad más eficacia en la lucha contra esta lacra haría falta una inversión de fondos públicos en medios materiales y humanos que la propia Hacienda cuantifica en una cifra similar a la de los recortes.

Pero bueno, siempre debe quedar un hueco para la demagogia. Lo que sí me sorprendía, de verdad, era la afirmación siguiente: “No a la educación franquista significa no al modelo educativo neoliberal. Es decir, no a la educación de orientación doctrinaria, con contenidos religiosos y patrióticos”. La verdad es que después de haber dicho que algunos tertulianos reflejan con sus expresiones el fracaso escolar del modelo educativo, esta afirmación no deja de ser sorprendente, primero porque decir que un modelo educativo liberal es lo mismo que un modelo educativo franquista demuestra un absoluto desconocimiento sobre la realidad de las ideologías: el liberalismo fundamenta su modelo educativo en la libertad de elección, cosa que por ideología y por sistema negaba el franquismo que, además, como régimen era un enemigo declarado del liberalismo. Y segundo, porque una vez leída y releída la reforma propuesta por Wert uno no encuentra ningún apartado en el que se proponga la Religión como asignatura obligatoria, ni aparece ninguna recomendación a los colegios para que al inicio de las clases se entone el Himno Nacional y se den vivas a España, al Rey y a la Guardia Civil…

¿Dónde está el adoctrinamiento? ¿En qué asignaturas? Poniéndonos serios, y después de haber comprobado que el obispo Munilla no forma parte del equipo de asesores del Ministerio, la única experiencia de adoctrinamiento reciente similar a la de los Principios Fundamentales del Movimiento en tiempos del franquismo fue con la asignatura de Educación para la Ciudadanía de Zapatero. Entonces se quiso universalizar por la vía de la educación un modelo de sociedad que, primero, aun llamándolo progresista no está demostrado que lo sea y, segundo, su simple imposición revela la misma intencionalidad ideológica que la de aquellos a los que se critica al pretender conseguir una forma de pensamiento único que poco o nada tiene que ver con el espíritu democrático y el respeto a la pluralidad. ¿Qué ha hecho Wert? Precisamente lo contrario de lo que le acusa Pérez Albéniz y la izquierda: desideologizar la asignatura de Educación para la Ciudadanía y limitar su contenido al estudio de la Constitución y las leyes que rigen nuestro país, los Derechos Humanos y el espíritu de construcción de la UE.

Lo que acaba uno creyendo es que quienes de verdad quieren una educación, no sé si franquista, pero sí típica del totalitarismo es una izquierda que parece satisfecha con esos bajos niveles de calidad, quizá porque crea que si los jóvenes piensan poco y razonan menos todavía, a ellos les será más fácil convencerles

El resto de la explicación del autor para decir “no a la educación franquista” no deja de ser un compendio de lugares comunes y de tópicos acumulados por la izquierda sobre la derecha: “No a la educación elitista y sí a la escuela pública igualitaria y de calidad, inclusiva y no excluyente, que en lugar de elegir a los alumnos los integre y acoja. No a la segregación de los rezagados. No a la educación discriminatoria, esa que apoya a los colegios de enseñanza diferenciada, donde niños y niñas están separados”, y adorna esto último con el recurso a un texto de Pilar Primo de Rivera absolutamente delirante, entre otras cosas porque no sabía yo que Pilar Primo de Rivera hubiera servido de referente ideológico en países como Gran Bretaña donde la educación diferenciada está a la orden del día y financiada con fondos públicos… 

El problema es que la izquierda, presa de sus tópicos, imagina la educación diferencia como aquella en la que los chicos estudian Ciencias Naturales y las chicas Corte y Confección… Pero nada más lejos de la realidad, querido amigo, estudian exactamente lo mismo y chicos y chicas comparten muchos momentos de relación a lo largo del día sin que eso les produzca ningún tipo de merma en la sociabilidad y, sin embargo, sí contribuye a su atención, y son muchos los pedagogos que ni tienen nada que ver con el franquismo ni están pagados por el Vaticano los que defienden este tipo de educación, dentro y fuera de nuestro país.

¿Saben cuál es el problema? ¿Saben por qué ayer la izquierda pretendía reprobar al ministro Wert en el Parlamento? Porque esta es la primera vez en toda la democracia en la que un Gobierno que no es de izquierdas va a poder, por fin, poner en práctica un modelo educativo distinto al suyo. No deja de ser una paradoja que fuera la vicesecretaria de Organización socialista, Elena Valenciano, una mujer que inventó su currículum y acabó reconociendo que no estudió porque se aburría, la encargada de defender la reprobación de su partido a José Ignacio Wert… ¿Es ese el ejemplo que queremos para nuestros hijos, o buscamos de verdad una educación de calidad que no nos ponga año tras año en la cola de los informes de la OCDE

Una de las grandes falacias de la izquierda es la de confundir la inversión en educación con la mejora de la calidad del sistema educativo, pero hay que recordar que desde el año 2000 hemos pasado de tener 27.000 millones de euros de gasto público en educación a invertir alrededor de 53.000 millones, y sin embargo según los informes PISA cada vez nos alejamos más de la media europea en calidad de la enseñanza.

Y lo que es peor, quienes se llevan las manos a la cabeza afirmando que el nuevo sistema será excluyente, ¿por qué no dicen nada de un sistema, el actual, que deja a uno de cada cuatro alumnos tirado en la cuneta y que registra uno de los índices más alarmantes de toda Europa en cuanto a fracaso escolar? Resulta increíble que quienes dicen defender la calidad de la educación, la libertad y el pluralismo, sean los primeros en negarle a este Gobierno y a su ministro de Educación el derecho legítimo a llevar a cabo una reforma legislativa que intente reconducir los pésimos resultados que está teniendo el actual modelo. Lo que acaba uno creyendo es que quienes de verdad quieren una educación, no sé si franquista, pero sí típica del totalitarismo es una izquierda que parece satisfecha con esos bajos niveles de calidad, quizá porque crea que si los jóvenes piensan poco y razonan menos todavía, a ellos les será más fácil convencerles.

Hace unos días en un artículo publicado en este mismo periódico bajo el título de Educación franquista, el columnista Javier Pérez Albéniz arremetía contra el modelo educativo de este Gobierno y, en particular, contra el ministro de Educación, José Ignacio Wert, parafraseando el lema de la última manifestación convocada por los estudiantes y una organización de padres de alumnos y que decía así: “No a la educación franquista, Wert dimisión”.