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Rajoy, en plena forma; Rubalcaba...
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Rajoy, en plena forma; Rubalcaba...

Sin duda, uno de alicientes del debate del estado de la Nación que comenzó este miércoles y concluye el jueves era comprobar el estado anímico de los

Sin duda, uno de alicientes del debate del estado de la Nación que comenzó este miércoles y concluye el jueves era comprobar el estado anímico de los dos principales dirigentes políticos del país: el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba. Permítanme que más allá del fondo de sus discursos, sobre los que también haré alguna apreciación, me detenga en la impresión que trasladaron ambos. Los dos llegaban al debate en situación claramente distinta. Aparentemente, Mariano Rajoy, pese a disfrutar de una cómoda mayoría absoluta parlamentaria, podría parecer el más tocado a la vista de las encuestas, por un lado -en las que la intención de voto del PP se hunde y la valoración del propio Rajoy es de las más negativas de toda la serie histórica-, y de la situación del país -crisis económica, paro, corrupción, crisis institucional- y de su propio partido -caso Bárcenas, Gürtel, etc.-, por otro.

En los días previos al debate, desde la oposición y sus entornos mediáticos se insistía en la supuesta debilidad del presidente del Gobierno, acosado por las circunstancias descritas, y se esperaba por tanto que el de este miércoles fuera un Rajoy a la defensiva que mostrara claramente ese flanco más débil. Por su parte, Rubalcaba aparecía estos días atrás como un líder emergente que incluso se atrevía a pedir la dimisión de Rajoy y ponerle entre la espada de la corrupción y la pared de la crisis y los recortes, y eso a pesar de que las encuestas seguían sin ofrecer ningún atisbo de recuperación de la confianza de los ciudadanos en la oposición y de que el propio Rubalcaba seguía superando a Rajoy en valoración negativa.

Donde debía haber debilidad, es decir, en el discurso y en las formas de Rajoy, hubo firmeza, convicción y buen estado de forma. Y donde debía de haber contundencia, en la réplica de Rubalcaba, hubo desorden, caos argumental y carencia de credibilidadPues bien, lo que pasó en el Congreso de los Diputados fue justamente todo lo contrario. Donde debía haber debilidad, es decir, en el discurso y en las formas de Rajoy, hubo firmeza, convicción y buen estado de forma. Y donde debía de haber contundencia, en la réplica de Rubalcaba, hubo desorden, caos argumental y carencia de credibilidad. Ya desde por la mañana, en su discurso inicial, Rajoy demostró que lejos de dejarse influir por el ruido, tiene muy claro lo que quiere y debe hacer. Si me permiten la licencia, hay Rajoy para rato... al menos para acabar esta legislatura y hasta el último día, y después ya veremos. Rajoy demostró que no está aquí para pasar a la historia ni para llevar a cabo proyectos visionarios como les pudo pasar a algunos de sus predecesores, sino que su intención es hacer lo que considera que debe hacer para sacar al país de la situación en la que se lo encontró, y si cuatro años después los ciudadanos siguen confiando en él, bien, y si no, también.

Al menos se habrá ido con la sensación del deber cumplido, y eso introduce un elevado componente de tranquilidad en quien tiene que tomar las decisiones, y exactamente eso fue lo que transmitió este miércoles. No fue así en el caso de Rubalcaba, a quien todavía le pasa demasiadas facturas su pasado reciente y que no supo jugar sus cartas, quizás demasiado presionado por las diferentes tomas de posición dentro de su propio partido. Si este miércoles hubo un dirigente que salió fortalecido del debate, ese fue Mariano Rajoy, que ha ganado tiempo y ha demostrado tener la suficiente cintura política para hacer frente a los problemas del país, entre ellos la corrupción, frente a la cual ofreció un gran pacto con medidas políticas de mucho calado que difícilmente pueden ser rechazadas por la oposición. Si fuera así, deberían explicar muy bien las razones. Pero es que, además, con su discurso de la mañana desarboló el que probablemente llevaba preparado Rubalcaba para la tarde, dejando al líder de la oposición sin tiempo para reaccionar.

Rajoy ha cogido la bandera de la lucha contra la corrupción y no ha permitido que nadie más la enarbole, y ahora le toca al Parlamento decidir hasta dónde llega el consenso político para hacer frente a un problema que preocupa a toda la ciudadanía y que tiene mucho, todo, que ver con la desafección hacia la clase política. Rubalcaba, sin embargo, salió más debilitado del debate de lo que había entrado, no consiguió su propósito de convertirse en la voz de los ciudadanos -faltó convicción y Rajoy supo esperarle en el debate aparentemente más difícil, el de los desahucios y los recortes en Sanidad y Educacion, donde el PSOE tiene también mucho que ocultar-, ni pudo agarrarse a bandera alguna con la que hacer frente al Gobierno. En los pasillos del Congreso se cruzaban apuestas sobre si Rubalcaba protagonizará el debate del año que viene. Lo que es seguro es que, quien sí estará, será Mariano Rajoy.

Sin duda, uno de alicientes del debate del estado de la Nación que comenzó este miércoles y concluye el jueves era comprobar el estado anímico de los dos principales dirigentes políticos del país: el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba. Permítanme que más allá del fondo de sus discursos, sobre los que también haré alguna apreciación, me detenga en la impresión que trasladaron ambos. Los dos llegaban al debate en situación claramente distinta. Aparentemente, Mariano Rajoy, pese a disfrutar de una cómoda mayoría absoluta parlamentaria, podría parecer el más tocado a la vista de las encuestas, por un lado -en las que la intención de voto del PP se hunde y la valoración del propio Rajoy es de las más negativas de toda la serie histórica-, y de la situación del país -crisis económica, paro, corrupción, crisis institucional- y de su propio partido -caso Bárcenas, Gürtel, etc.-, por otro.

Mariano Rajoy Alfredo Pérez Rubalcaba