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¿Quién narices manda en Bruselas?
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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¿Quién narices manda en Bruselas?

Podía parecer que después de lo de Grecia y de haber llevado a Europa a una crisis de deuda sin precedentes, Bruselas -y entiéndase por Bruselas

Podía parecer que después de lo de Grecia y de haber llevado a Europa a una crisis de deuda sin precedentes, Bruselas -y entiéndase por Bruselas los mandamases de la UE- había aprendido la lección y no volvería a cometer los mismos errores. Pues no. Si el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces en la misma piedra, en Bruselas hacen bueno el refrán y son capaces de tropezar todas las que haga falta, y más. Y si de paso se llevan por delante la confianza en las economías de la zona, la estabilidad del sistema financiero y la supervivencia misma del euro, para qué queremos más.

El espectáculo que viene dando la Unión Europea a cuenta de Chipre desde el pasado viernes es deplorable, y lleva a plantearse seriamente si merece la pena dedicar un minuto más de nuestro tiempo y un euro más de nuestro dinero a mantener una estructura gobernada por una pandilla de idiotas que sólo saben mirarse el ombligo. Si no fuera porque las consecuencias de mandar todo esto al infierno serían catastróficas, sería como para pensárselo, pero, desde luego, si de algo podemos irnos convenciendo es de que por este camino no vamos a ninguna parte y habrá que empezar a tomar medidas que, fundamentalmente, se dirijan a tres objetivos fundamentales:

1) No volver a cometer los errores del pasado. Es evidente que si ya dijimos por activa y por pasiva que Grecia no debería haber entrado nunca en el euro, que lo hiciera Chipre en 2008 confirma que la estupidez de los burócratas de Bruselas tiende al infinito. ¿Es que nadie sabía lo que había allí? ¿Cómo pudo admitirse la presencia de un paraíso fiscal entregado al lavado del dinero negro de la mafia rusa en el corazón mismo del euro? La sucesión de errores cometidos por Bruselas desde el primer rescate griego pone de manifiesto que las decisiones en el ámbito de la Unión Europea se toman a espaldas de los ciudadanos y son la consecuencia de una lucha de poder Norte-Sur en la que, por desgracia, hasta ahora siempre gana el Norte, y eso nos lleva al segundo de los objetivos.

En Bruselas mandan todos menos quienes de verdad tienen que mandar, que son los ciudadanos. Las democracias se construyen desde el respeto a la soberanía nacional, no desde la voluntad de una oligarquía. La única manera de que Europa consiga caminar por la senda de la Unión en la que creyeron los padres fundadores es devolviendo la toma de decisiones a los ciudadanos2) Equilibrar el juego de fuerzas en la UE. Si algo parece cada vez más cierto es que, desde el inicio de esta crisis, Alemania está intentando aprovecharla para imponer una especie de IV Reich económico que someta al resto de Europa a su voluntad. Bien, es verdad que Alemania es el país que más dinero destina a la solidaridad entre los estados, pero al igual que en cualquier otro estado federal no cabe la idea de la desigualdad, tampoco debería caber en Europa. El hecho de que Alemania sea la primera economía de la Unión Europea no debería significar una supremacía de sus intereses sobre los del resto de países, y si eso es así, a lo mejor ha llegado el momento de plantarse y de decirle a Alemania que o con todos, o con ninguno, pero no por encima de todos. Y eso lleva al tercero de los objetivos.

3) Democratizar las estructuras de la UE. Realmente es el más importante de todos estos objetivos. Buena parte de lo que está pasando tiene su origen precisamente en la ausencia de democracia interna dentro de la Unión. Los ciudadanos, que somos los que más sufrimos las consecuencias de las políticas emanadas de Bruselas, somos sin embargo los que menos influimos en la toma de decisiones, porque ni siquiera elegimos a los encargados de tomarlas. Las consecuencias son evidentes: cada vez menos ciudadanos europeos creen en el futuro de la UE. La prueba del descontento y del rechazo a Bruselas y a su manera de gobernar la Unión está en las recientes elecciones italianas y el voto de castigo al hombre que Bruselas impuso para meter en vereda las finanzas de aquel país: Mario Monti. Y no lo hizo mal, pero no lo eligieron los italianos, sino Merkel y Draghi, y eso ha pasado factura.

En Bruselas, respondiendo a la pregunta del título de este post, mandan todos menos quienes de verdad tienen que hacerlo, que son los ciudadanos. Las democracias se construyen desde el respeto a la soberanía nacional, no desde la voluntad de una oligarquía. La única manera de que Europa consiga caminar por la senda de la Unión en la que creyeron los padres fundadores es devolviendo la toma de decisiones a los ciudadanos. Si no, la UE tiene los días contados: serán más o menos, pero la propia incapacidad y la innata estupidez de quienes se sienten a salvo de los criterios de la opinión pública acabarán por hundirla en lo más profundo del abismo.

Podía parecer que después de lo de Grecia y de haber llevado a Europa a una crisis de deuda sin precedentes, Bruselas -y entiéndase por Bruselas los mandamases de la UE- había aprendido la lección y no volvería a cometer los mismos errores. Pues no. Si el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces en la misma piedra, en Bruselas hacen bueno el refrán y son capaces de tropezar todas las que haga falta, y más. Y si de paso se llevan por delante la confianza en las economías de la zona, la estabilidad del sistema financiero y la supervivencia misma del euro, para qué queremos más.

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