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Derecho a la vida versus 'derecho a decidir'
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Derecho a la vida versus 'derecho a decidir'

Era inevitable que, a las puertas de que el Gobierno, a través del Ministerio de Justicia, lleve al Parlamento la nueva Ley del Aborto, que corrige

Era inevitable que, a las puertas de que el Gobierno, a través del Ministerio de Justicia, lleve al Parlamento la nueva Ley del Aborto, que corrige la que anteriormente elaboró el Partido Socialista -y que, muy eufemísticamente, se llamó Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo-, el debate sobre este asunto ocupará encendidos discursos en la Tribuna del Congreso y airados comentarios en las redes sociales. El martes por la tarde se debatía en el Parlamento una moción contraria a la reforma del Gobierno presentada por el PSOE. Esta fue rechazada con la mayoría absoluta del PP, que, es necesario recordarlo, llevaba en su programa esta reforma, anunciada en reiteradas ocasiones por distintos dirigentes del partido, incluido el propio Rajoy.

Es decir, nadie puede llamarse a engaño sobre lo que pretendía hacer el PP respondiendo a un sentir mayoritario entre sus votantes y, creo yo, entre la propia sociedad española, aunque a fecha de hoy no sea esta la mayor de sus preocupaciones. Es importante hacer esta salvedad porque la primera reacción argumental de la izquierda y de sus medios afines es la de echarle la culpa a los obispos, a la Iglesia, cuando este es un asunto que no tiene nada que ver con cuestiones religiosas, sino con una visión diferente de la existencia humana y los derechos que le son consustanciales. Unos creemos que el derecho a la vida está por encima del resto de derechos humanos, y otros creen que el derecho a decidir es más importante, aunque eso implique la muerte provocada de un ser humano inocente.

Unos creemos que el derecho a la vida está por encima del resto de derechos humanos, y otros creen que el derecho a decidir es más importante, aunque eso implique la muerte provocada de un ser humano inocenteLo primero es progreso, lo segundo es retroceso. Las sociedades modernas se han construido sobre el avance de los derechos individuales. A medida que el hombre ha ido ganando terreno en lo que a sus derechos se refiere, las sociedades se han vuelto más justas y más equitativas. Por eso, es sorprendente que precisamente la izquierda, que siempre ha levantado la bandera de los derechos civiles, se retrotraiga a una práctica que era común en las sociedades antiguas en las que imperaba la ley del más fuerte, y el débil era literalmente aniquilado. El aborto no deja de ser una reminiscencia prehistórica de nuestro lado más animal, más salvaje, mientras que la defensa del derecho a la vida nos acerca a la plenitud misma del hombre como ser social.

Precisamente por eso la defensa del derecho a la vida no conlleva una condena de la mujer que se vea obligada por diferentes circunstancias a recurrir al aborto, y en eso radica la diferencia entre la moral civil y la moral religiosa: mientras que la segunda condena la práctica del aborto, aunque introduce el arrepentimiento como factor de redención, la primera perdona mediante la excepcionalidad del delito de aborto en determinados supuestos. La izquierda enseguida arremete contra la derecha asegurando que su reforma supondrá que las mujeres irán a la cárcel por abortar, cuando eso nunca ha sido así ni lo será en el futuro. Otra cuestión diferente es que las autoridades tengan la obligación de perseguir el ánimo de lucro en el negocio del aborto y establecer controles más rigurosos para que los supuestos de excepción se cumplan sin que tengan lugar abusos.

La muerte provocada no es un derecho, no puede serlo nunca, de ahí que otra de las tareas pendientes de las autoridades sea la pedagógica. En el debate del martes por la tarde la portavoz del PP, Beatriz Escudero, dijo una obviedad: que el aborto está muy relacionado con la falta tanto de recursos como de formación. Enseguida las redes sociales se incendiaron acusándola de llamar analfabetas a las mujeres que abortan… Probablemente quienes lo hicieron pecaron de ese mismo analfabetismo. La falta de formación no se refiere al hecho de que las mujeres que abortan no hayan estudiado una carrera o ni siquiera hayan terminado el bachillerato. La falta de formación se refiere a una falta de información o a una malformación de la información que la mujer recibe sobre este tema.

En una gran mayoría de casos, la mujer acude al aborto sin saber realmente a lo que se enfrenta y las consecuencias que tiene, y es ahí donde el derecho a decidir falla estrepitosamente: la verdadera capacidad de elección sólo existe cuando quien tiene que elegir posee toda la información que requiere para tomar la decisión correcta o que considere correcta. Y en un asunto tan extremadamente grave como este, es cuando menos miserable hurtar a la mujer la información necesaria antes de tomar la decisión de abortar o no. Este es el terreno del debate y la discusión. Unos recurren al insulto y la descalificación por sistema cuando quienes nos oponemos al aborto como consecuencia del derecho a decidir ofrecemos nuestros argumentos. Yo prefiero seguir insistiendo en la defensa de lo que considero que es verdaderamente progresista y rompedor: la vida.

Era inevitable que, a las puertas de que el Gobierno, a través del Ministerio de Justicia, lleve al Parlamento la nueva Ley del Aborto, que corrige la que anteriormente elaboró el Partido Socialista -y que, muy eufemísticamente, se llamó Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo-, el debate sobre este asunto ocupará encendidos discursos en la Tribuna del Congreso y airados comentarios en las redes sociales. El martes por la tarde se debatía en el Parlamento una moción contraria a la reforma del Gobierno presentada por el PSOE. Esta fue rechazada con la mayoría absoluta del PP, que, es necesario recordarlo, llevaba en su programa esta reforma, anunciada en reiteradas ocasiones por distintos dirigentes del partido, incluido el propio Rajoy.