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Arde Valencia, y no por las Fallas
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Arde Valencia, y no por las Fallas

“No me gustaría nada estar en la piel de Fabra”, me decía hace unos días un alto cargo del PP en Madrid. No me extraña. Él

“No me gustaría nada estar en la piel de Fabra”, me decía hace unos días un alto cargo del PP en Madrid. No me extraña. Él sabe perfectamente el lío que tiene montado en uno de los principales graneros de voto del Partido Popular. A Fabra le han dicho que lo arregle y tiene el respaldo de Génova para meter en vereda al partido en la Comunidad, pero no sé si el experto en coaching le habrá explicado cómo se hace eso. Aviados vamos si el presidente de la Generalitat necesita de un entrenador personal para hacerse respetar…

Empieza a dar la impresión de que a Fabra le viene grande la limpieza a fondo que tiene que hacer para dejar aquello inmaculado como una patena. Tiene una docena de imputados sentados en el banquillo parlamentario y ninguno está dispuesto a largarse para dignificar un poco -aunque sólo sea un poco, por Dios-, la vida parlamentaria. El primero que se ha atornillado al sillón como si le fuera la vida en ello es Rafael Blasco, exconseller de casi todo y con un fondo de armario en lo que a chaquetas y causas judiciales se refiere que da para una enciclopedia.

Ahora, la propia Generalitat, a través de la Abogacía, pide que lo enchironen y lo inhabiliten de por vida, ¡manda huevos! Pero el tío aguanta ahí contra viento y marea, como si no fuera con él la cosa. Pensará que si José Blanco puede hacerle una peineta a la ética y la dignidad en la Carrera de San Jerónimo, por qué no él en la Plaza de Les Corts… Mi garganta profunda me dice que Blasco ha amenazado a Fabra con abrir la caja de Pandora, o sea, contarlo todo, todo, todo, si le obliga a irse antes de la apertura del juicio oral.

Aquella época en la que la Comunidad Valenciana vivió una primavera económica sin precedentes fue, también, un tiempo para la delincuencia de guante blanco con el apadrinamiento de la clase política de entoncesY eso puede poner en un aprieto sin precedentes a todo el PP valenciano, porque ahí hay tela que cortar, que empieza desde que Zaplana conquistara el poder para el PP y sacara a Blasco del ostracismo al que le había llevado Joan Lerma en el PSPV después de que le investigaran por corrupción urbanística siendo conseller de Obras Públicas bajo esas siglas (y porque Blasco, casado con una hermana de Ciprià Císcar, Consuelo, tuvo la osadía de querer suceder al entonces todopoderoso líder valenciano del socialismo y lo hizo como a él le gusta, conspirando hasta con el demonio).

¿Por qué lo llevó Zaplana? Vaya usted a saber, amigo, a lo mejor porque el molt honorable se entendía bien con este tipo de gente que gusta más de moverse en las cloacas que de ir con la verdad por delante… El caso es que aquella época en la que, es cierto, la Comunidad Valenciana vivió una primavera económica sin precedentes fue, también, un tiempo para la delincuencia de guante blanco con el apadrinamiento de la clase política de entonces. De aquellos polvos siguieron los lodos del campismo, y los casos Nóos y Gürtel, en los que está implicado medio Partido Popular de la Comunidad Valenciana por acción, y el otro medio por omisión.

“No van a imputar a Rita Barberá”, me asegura mi garganta profunda, “o si lo hacen le acabarán levantando la imputación, pero lo de Camps es otra cosa, muy grave, porque no se trata sólo de las contrataciones con Nóos, se trata también de comisiones ilegales que se han llevado algunos de los que han estado lidiando con ese asunto”. Y Fabra lo sabe, ¡vaya si lo sabe! Lo que no sabe es cómo salir del atolladero y en Madrid están tan volcados en arreglar la economía que le han dicho que primero se ocupe de sus cuentas y, después, de los cuentos.

El problema es que el lío de las cuentas tiene mucho que ver con el de los cuentos, con los años del despilfarro en los que Camps decía “¡quiero esto!” y había que hacerlo, costara lo que costara, que para eso tenían dos cajas de ahorros entregadas y sumisas a la voluntad del poder. Es tanto lo que hay que limpiar que Fabra no sabe por dónde empezar. Tiene la mierda metida hasta en los cajones de la mesa de su despacho.

No se salva ni un rincón de la Generalitat: han sido tantos años de corrupción consentida y amparada que ahora no basta con pasarle una bayeta, sino que hay que contratar a todo un equipo de desinfección. Pero, si no lo hace, él, que más allá de contratar a un coaching-manager tiene los bolsillos limpios, acabará siendo quien pague el pato de las pifias de sus predecesores.

“No me gustaría nada estar en la piel de Fabra”, me decía hace unos días un alto cargo del PP en Madrid. No me extraña. Él sabe perfectamente el lío que tiene montado en uno de los principales graneros de voto del Partido Popular. A Fabra le han dicho que lo arregle y tiene el respaldo de Génova para meter en vereda al partido en la Comunidad, pero no sé si el experto en coaching le habrá explicado cómo se hace eso. Aviados vamos si el presidente de la Generalitat necesita de un entrenador personal para hacerse respetar…