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Wert desata, otra vez, la ira de los necios
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Wert desata, otra vez, la ira de los necios

Más allá de que se tratara de una propuesta que, muy probablemente, no llegue a concretarse, el debate sobre las becas universitarias y la intención del

Más allá de que se tratara de una propuesta que, muy probablemente, no llegue a concretarse, el debate sobre las becas universitarias y la intención del ministro del ramo, José Ignacio Wert, de elevar la nota media para su obtención del 5,5 al 6,5 es tan falso como Judas y tan absolutamente carente de razonamiento lógico como vacía parece estar la mente de quienes, sin pensárselo dos veces, se han rasgado las vestiduras ante semejante osadía. El debate es, insisto, profundamente estúpido y una muestra más de hasta qué extremos somos capaces de llevar la demagogia y el oportunismo.

No me cabe duda de que el propio Wert era consciente de que su propuesta iba a soliviantar a buena parte de la izquierda española, pero si el ministro se ha caracterizado por algo es por no tenerle miedo a la amenazante actitud patrimonialista de determinados sectores de la siniestra radical que, como ya escribí anteriormente, consideran que la educación es un terreno que les pertenece. Y lo mismo digo de la no tan radical izquierda del PSOE… Verán, cuando al poco de tomar posesión de su cargo la secretaria de Estado de Educación se reunió con el portavoz de Cultura del PSOE, este le dijo sin tapujos que su partido no iba a transigir con ninguna reforma educativa que proviniera del PP, porque la educación formaba parte de las líneas rojas que el PSOE no estaba dispuesto a pasar.

La izquierda y sus medios afines enseguida se han lanzado a la yugular de Wert acusándole de pretender una educación discriminatoria y elitista. No sabía yo que la élite la definía un punto de nota media universitariaCuento esto porque las actitudes, en este caso, son muy importantes y en determinados asuntos el PSOE y la izquierda en general no se avergüenzan de enseñar su rostro más antidemocrático. Ese es el escenario de la batalla entre un Gobierno dispuesto a hacer reformas, entre ellas la de un modelo educativo que hasta ahora se ha demostrado insuficiente para garantizar unos estándares adecuados de calidad en la enseñanza, y una izquierda inmovilista que no acepta la existencia de ningún otro modelo educativo que no sea el suyo y le niega al Ejecutivo la legitimidad democrática para reformarlo. Es entonces cuando fluyen los argumentos típicos de la demagogia.

Miren, yo puedo aceptar que a lo mejor el ministro, en esta ocasión, no ha medido bien el alcance de su propuesta y que, incluso, puede haber sido algo precipitada. Es más, a lo mejor en lugar de vincular las becas a la obtención de una nota media, ya puestos a hacer cambios en el sistema de obtención de ayudas, hágase bien, y si lo que se quiere es que además de la escasez de recursos económicos haya una mayor incidencia del mérito y el esfuerzo en la concesión de la beca, la cuantía de esta podría variar de manera progresiva en función de la nota media del alumno. Así, por ejemplo, un alumno con mejor nota tendría derecho a más beca que un alumno con peor nota, pero tampoco este último se quedaría fuera del sistema si sus recursos económicos no le permitieran seguir adelante.

Dicho esto, lo cierto es que la izquierda y sus medios afines, cuales coros y danzas de la Sección Femenina franquista, enseguida se han lanzado a la yugular de Wert acusándole de pretender una educación discriminatoria y elitista… ¡Vaya! No sabía yo que la élite la definía un punto de nota media universitaria… Ni siquiera sabía que la élite se diferenciaba del pueblo llano por sus coeficientes intelectuales, que es lo que parece querer decir la izquierda: los listos son la élite y los tontos el pueblo, luego hagamos que todos sean tontos para evitar que la élite los controle y deje esa tarea en manos de los órganos centrales del Partido Comunista… ¡Uy! Que mal suena eso, por Dios.

No, miren, este debate es tan absurdo, tan carente de toda lógica y sentido, que resulta que unos padres con escasos recursos económicos que tuvieran un hijo a punto de entrar en la universidad en tiempos de, por ejemplo, Zapatero y tuviera una nota media de 5,4, no hubieran podido acceder a la obtención de la beca y su hijo tendría que haber estudiado -como dice Wert- otra cosa o dedicarse a la Formación Profesional, que tampoco es que sea ninguna indignidad. Pero eso no era discriminatorio, no señor. Un 6,5 sí, pero un 5,5 no. Parece sacado de un capítulo de José Mota. No sé si la izquierda nos toma al resto de los mortales por idiotas, pero al menos lo parece.

Más allá de que se tratara de una propuesta que, muy probablemente, no llegue a concretarse, el debate sobre las becas universitarias y la intención del ministro del ramo, José Ignacio Wert, de elevar la nota media para su obtención del 5,5 al 6,5 es tan falso como Judas y tan absolutamente carente de razonamiento lógico como vacía parece estar la mente de quienes, sin pensárselo dos veces, se han rasgado las vestiduras ante semejante osadía. El debate es, insisto, profundamente estúpido y una muestra más de hasta qué extremos somos capaces de llevar la demagogia y el oportunismo.