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Lo que tiene que explicar Mariano Rajoy
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Lo que tiene que explicar Mariano Rajoy

El próximo día 1 de agosto el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, va a comparecer en el Parlamento -en el Senado, para más señas, porque el

El próximo día 1 de agosto el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, va a comparecer en el Parlamento -en el Senado, para más señas, porque el Congreso está de obras- para ofrecer su versión sobre todo lo que se está publicando respecto de eso que se llama el caso Bárcenas, aunque Rajoy va a envolver esa cuestión en el marco general de la situación económica y política del país, pero sin huir del asunto principal que lo ha llevado allí. Es verdad que Rajoy ha dicho que los españoles se merecen una explicación, así lo ha entendido él y sin duda es muy positivo que el presidente del Gobierno haga suyas las dudas que todo esto plantea en la ciudadanía.

Pero si bien su discurso debe dirigirse a todo el país, que por algo es el presidente del Gobierno, no es menos cierto que se merecen algo más que una explicación  todos aquellos que depositaron su voto en una urna para llevarle a donde está ahora, es decir, sus votantes y, por supuesto, los militantes de su partido, que viven en un desconcierto considerable sin saber muy bien a qué atenerse. Y es que el Partido Popular siempre se había diferenciado de su principal adversario político, el Partido Socialista, en cuatro cuestiones fundamentales. A saber:

El Gobierno es plenamente consciente de que para evitar que esa ofensiva llegue hasta el final, no va a tener más remedio que hacer nuevas concesiones,

1.- La defensa a ultranza de la unidad de España. Y no es que el PP haya dejado de defenderla, ni mucho menos, pero ya José María Aznar se vio obligado en su día a ciertas concesiones en materia de competencias -las de Educación y Sanidad fueron las más clamorosas, y la Ley de Normalización Lingüística en Cataluña sin duda la cesión de mayor impacto posterior- a los nacionalistas a cambio de su apoyo. El PP ha llegado de nuevo al Gobierno en un ambiente crispado por la ofensiva soberanista catalana, y el Gobierno es plenamente consciente de que para evitar que esa ofensiva llegue hasta el final, no va a tener más remedio que hacer nuevas concesiones, aunque eso implique admitir que en España existen hechos diferenciales que hay que tener en cuenta. Es una cuestión que a parte de la militancia del PP le cuesta aceptar, sobre todo cuando desde los sectores más a la derecha se aboga más por una nueva centralización que por la vía de más autogobierno, que es la posición que predomina en el Ejecutivo.

2.- La lucha sin cuartel contra el terrorismo. Mientras ETA estaba activa, el discurso de dureza contra el terror y sus cómplices era, obviamente, el único posible, aunque, como en el caso anterior, ya Aznar dio sus primeros pasos en la dirección de hacer gestos hacia ese mundo. Pero en aquella ocasión ese mundo no supo responder sino con más violencia, lo que provocó que Gobierno y oposición se unieran en el ya olvidado Pacto por las Libertades y Contra el Terrorismo. El problema es que ahora ETA ha dejado de matar… De hecho, está tácticamente derrotada y para conseguir que ese final sea verdaderamente definitivo el Gobierno ha tomado decisiones controvertidas -Bolinaga, por ejemplo- y el TC ha permitido la vuelta de los radicales a las instituciones en un escenario de no violencia. Eso se ha convertido en casus belli para las asociaciones de víctimas y miembros de ese mismo sector más a la derecha, que no entienden que el Gobierno priorice el final de la violencia como objetivo, aunque eso signifique hacer algunos gestos, que no concesiones.

Es evidente que está castigando de manera contundente a las clases medias, de las que obtiene la mayor parte de sus votos.

3.- La apuesta por la liberalización económica. Está en el discurso del PP y forma parte de sus principios programáticos, aunque bien es cierto que en el primer Gobierno de Aznar esa liberalización tardó en llegar, pero lo hizo y con importantes consecuencias en materia económica que llegaron a catalogarse como el milagro español, más allá de las críticas que puedan hacerse ahora echando la vista atrás. El Gobierno de Rajoy, sin embargo, ha empezado haciendo justo lo contrario, bien es cierto que empujado por unas circunstancias económicas que no esperaba, pero es evidente que está castigando de manera contundente a las clases medias, de las que obtiene la mayor parte de sus votos. Sin duda en cuanto la situación económica lo permita, el Gobierno suavizará esa presión, pero hasta entonces tiene que lidiar con lo que probablemente sea la segunda razón de peso para el desconcierto de su militancia.

4.- La referencia ética y moral contra la corrupción. Sin duda frente a un Partido Socialista que acabó sumido en una ola kilométrica de casos de corrupción, el PP se presentaba como ese referente de limpieza, honradez y honestidad del partido y de sus dirigentes. Y esta es hoy la primera razón de peso para el desconcierto y la confusión de su militancia, que, convencida como estaba de que el PP era un partido sin mácula -más allá de casos aislados, que los hay en todas partes y es perfectamente comprensible en una organización tan grande-, se acaba de dar cuenta de que no era oro todo lo que brillaba. También de que bajo el discurso de la ética y la moral con el que Aznar, Cascos y compañía se ganaron la confianza de millones de españoles, lo que había era un montaje de chorizos que se lucraban a costa del partido y con la complacencia de sus dirigentes, y que, además, compartían con ellos su tiempo de ocio y los invitaban a las bodas de sus hijos/as. Si a eso añadimos el descubrimiento posterior de que el gerente/tesorero de ese partido se lucró de manera desorbitada y la sospecha de que muchos de los dirigentes que confiaron en él recibían de sus manos alguna clase de compensación, es lógico que el militante del PP sienta, como me decía una diputada de este partido hace unos días, “un enorme asco y una tremenda desilusión”.

Víctimas de Bárcenas

Hace unos días, en plena calle Génova, a las puertas de la sede del PP, dos señoras mayores militantes del partido ocupaban una mesa en la que repartían folletos e información sobre la Ley de Educación que ha aprobado el Gobierno dentro de una campaña general que ha puesto en marcha el partido en toda España para explcar la ley Wert. Las dos señoras tuvieron que soportar estoicamente horas de insultos -“chorizas”, “ladronas”, fue lo más suave que tuvieron que escuchar- hasta que alguien de la organización pensó que era demasiado para aquellas dos jubiladas y retiraron la mesa.

Es lógico, por tanto, el asco y la desilusión que albergan muchos miles de militantes y simpatizantes del PP.

Eso está pasando en toda España a mucha gente del PP, gente que no ha tenido nada que ver con el sinvergüenza de Bárcenas pero que, sin embargo, está sufriendo en sus carnes las consecuencias de su comportamiento inmoral. Es lógico, por tanto, el "asco" y la "desilusión" que albergan muchos miles de militantes y simpatizantes del PP. Entiendo que Rajoy es consciente de ellos porque, seguramente, lo comparte. Pero, aunque lo haga, hasta ahora el líder del PP no ha ofrecido a los suyos un asidero, un discurso que les permita volver a creer, no ya en lo que a esta alturas parece imposible -el PP no puede hacer valer su papel de referente ético porque los casos de corrupción le han hecho mucho daño-, sino en lo que está al alcance de la mano de un partido que cuenta con una mayoría estable para gobernar y cambiar muchas cosas en este país: la regeneración.

Pretender aislarse del caso Bárcenas va a ser difícil porque de una u otra manera acabará afectando no a quienes ahora tienen responsabilidades en el partido, sino a quienes las tuvieron y son responsables, aunque sea in vigilando, de lo que ocurrió, y eso inevitablemente daña la imagen del PP y cuestiona su credibilidad. Rajoy podrá esgrimir con rotundidad el argumento de que hoy Bárcenas está en la cárcel a pesar de sus intentos de chantaje al Gobierno, porque es cierto. Como lo es que el extesorero ha unido sus fuerzas a la operación de desestabilización puesta en marcha por Pedro Jota contra Rajoy. Pero entre las mentiras, el intento de chantaje de Bárcenas y la conspiración puesta en marcha por el director de El  Mundo, y el aquí no ha pasado nada hay un espacio de desencuentro entre el PP y su electorado que necesita ser llenado con un discurso creíble y sincero. El jueves sabremos si Rajoy también lo ha entendido así.

El próximo día 1 de agosto el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, va a comparecer en el Parlamento -en el Senado, para más señas, porque el Congreso está de obras- para ofrecer su versión sobre todo lo que se está publicando respecto de eso que se llama el caso Bárcenas, aunque Rajoy va a envolver esa cuestión en el marco general de la situación económica y política del país, pero sin huir del asunto principal que lo ha llevado allí. Es verdad que Rajoy ha dicho que los españoles se merecen una explicación, así lo ha entendido él y sin duda es muy positivo que el presidente del Gobierno haga suyas las dudas que todo esto plantea en la ciudadanía.

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