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¿Y si Aznar y Pedrojota montan otro partido?
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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¿Y si Aznar y Pedrojota montan otro partido?

La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, ofreció el pasado lunes por la noche una conferencia coloquio en el madrileño Club Siglo XXI, regentado ahora por su

La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, ofreció el pasado lunes por la noche una conferencia coloquio en el madrileño Club Siglo XXI, regentado ahora por su amigo el exministro y expresidente de la Generalitat Valenciana Eduardo Zaplana, en cuya presencia y la de otros destacados dirigentes y exdirigentes del PP –ahí estaba Alberto Ruiz-Gallardón que ya no sabe a qué río acudir de pesca–. La regidora municipal por carambola le echó un lazo al cuello a Mariano Rajoy y destapó el tarro de las esencias. Botella, así, como quien no quiere la cosa, le reprochó al presidente su poco ímpetu en combatir la corrupción y el escaso empeño en cumplir el programa electoral, así como su tortuosa –esto es cosecha mía– manera de abrir una brecha en el electorado del PP con cuestiones como el terrorismo o el desafío soberanista catalán.

De las palabras de Botella cabe deducir que por su boca hablaba su marido, el expresidente del Gobierno José María Aznar, dado que hay una coincidencia argumental probablemente fruto de las confidencias de alcoba. Y en esa misma línea argumental, aunque en este caso no creo que se deba a que compartan camastro, coincidía este fin de semana en su homilía dominical el director de El Mundo, Pedro José Ramírez.

Del sermón de la montaña pedrojotesco hubo dos cosas que me llamaron singularmente la atención: la primera, la referencia a que Rajoy haya abandonado el proyecto regeneracionista que inició Aznar. Debo decir que hasta ese momento había acometido con forzada seriedad la lectura dominical, pero tal afirmación me condujo a un ataque de risa incontrolado… ¿Aznar proyecto regeneracionista? Estaría bien que alguien, Pedrojota a ser posible, nos explicara cuál, porque si hay algo que hizo Aznar en su doble legislatura fue abandonar en la cuneta el proyecto regeneracionista que él mismo había relatado en su libro España, la Segunda Transición y del que no cumplió ni con las comas. Y yo creo que Aznar gobernó bien, sobre todo en su primera legislatura, pero desde luego no dio ni un solo paso a favor de la regeneración del sistema democrático.

La segunda, la invitación lanzada así, como de soslayo, a buscar alternativas al PP o fabricarlas en vista de los incumplimientos de Rajoy. ¡Hombre!, por fin se destapa y sale del armario el incontrolable deseo del personaje por hundir al presidente, aunque eso implique provocar una fractura en el PP. Y en esas estamos. En vista de que va a ser difícil, por no decir imposible, descabalgar a Mariano Rajoy del liderazgo del Partido Popular para volver a colocar al frente del mismo a aquellos a los que Pedrojota puede controlar, convenzamos a estos últimos de la necesidad de construir un nuevo proyecto a la derecha que vuelva a recuperar los valores y los principios que, según ellos, ha abandonado Mariano Rajoy.

Acusan de incumplimientos al único presidente que se ha atrevido a mantener una reforma laboral pese a dos huelgas generales, a la prisión perpetua revisable, a recuperar parte de las competencias de educación, a aprobar una Ley de Unidad de Mercado, a reformar el sistema financiero y la Administración…

Lo peor de todo es que quienes esto defienden, empezando por la alcaldesa de Madrid y siguiendo por su marido y por el director de El Mundo, son los mismos que compartían mesa y mantel con Francisco Correa y compañía de la trama Gürtel en la boda de la hija de Aznar y Alejandro Agag… Son los mismos que no nos han explicado –unos–, ni han pedido explicaciones a los primeros –el otro– de las andanzas de Luis Bárcenas en el PP cuando Aznar era presidente del partido y del Gobierno y Ana Botella la primera dama de verde oliva. El otro día alguien me recordaba que fue Aznar quien sacó a la Guardia Civil de tráfico de Cataluña… Je, je, ¿no lo sabían? Pues así es.

Y fue Aznar el que acercó a decenas de presos de ETA al País Vasco, y el que sacó a otras decenas de las cárceles por razones humanitarias, y el que pactó la Ley de Normalización Lingüística con Pujol, y el que cedió la totalidad de competencias en Sanidad y Educación a las comunidades autónomas en detrimento de la autoridad del Estado en esas materias… Y fue Aznar el que reformó el CGPJ para que siguiera estando sometido al control de los partidos políticos, y el que subió impuestos en la primera parte de su primera legislatura, y el que se bajó los pantalones ante los sindicatos con la reforma laboral…

En fin, podemos seguir hasta el infinito, pero continuar acusando de incumplimientos al único presidente que se ha atrevido a aprobar una reforma laboral y mantenerla pese a dos huelgas generales, a incluir en el Código Penal la prisión perpetua revisable, a recuperar parte de las competencias de educación que cedió Aznar, a aprobar una Ley de Unidad de Mercado que corrige defectos implícitos en la descentralización autonómica, a sacar adelante una Ley de Transparencia que pone fin a tantos años de oscurantismo, que ha reformado el sistema financiero –Aznar pudo hacerlo y tampoco se atrevió–, la Administración –escasa reforma, pero reforma al fin y al cabo–…

En fin, no tengo espacio para seguir. Obviamente, yo no estoy de acuerdo ni con el modo en que se ha llevado a cabo la elección de magistrados del CGPJ ni con las subidas de impuestos… Ahora, ¿eso es suficiente como para acusar a Rajoy de abandonar los principios? Poca sustancia parece haber ahí, cuando no ha hecho otra cosa que continuar con las mismas políticas que ya llevaron a cabo quienes le precedieron. Y acusarle de estar detrás de la derogación de la doctrina Parot es, cuando menos, miserable. Hoy en día no hay un solo argumento que permita sostener que el Gobierno esté haciéndole el juego a Artur Mas y su ofensiva secesionista, como no sea el de estar actuando con la ley en la mano para evitar, precisamente, la segregación de España.

Ahora, si Aznar y Pedrojota siguen creyendo que este PP ya no vale y que hay que levantar otro, pues nada, a por ello, a ver si de verdad nos enteramos de cuánta gente está de acuerdo con sus posiciones. A lo mejor se llevan una sorpresa. O no. Pero lo que no vale es pretender seguir influyendo de un modo perverso en la vida política de este país sin pasar por el refrendo de las urnas porque eso, amigos míos, no es ni ético, ni liberal… ni democrático.

La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, ofreció el pasado lunes por la noche una conferencia coloquio en el madrileño Club Siglo XXI, regentado ahora por su amigo el exministro y expresidente de la Generalitat Valenciana Eduardo Zaplana, en cuya presencia y la de otros destacados dirigentes y exdirigentes del PP –ahí estaba Alberto Ruiz-Gallardón que ya no sabe a qué río acudir de pesca–. La regidora municipal por carambola le echó un lazo al cuello a Mariano Rajoy y destapó el tarro de las esencias. Botella, así, como quien no quiere la cosa, le reprochó al presidente su poco ímpetu en combatir la corrupción y el escaso empeño en cumplir el programa electoral, así como su tortuosa –esto es cosecha mía– manera de abrir una brecha en el electorado del PP con cuestiones como el terrorismo o el desafío soberanista catalán.

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