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La particular guerra de los medios tradicionales
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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La particular guerra de los medios tradicionales

El pasado martes, día 25, primero del Debate del Estado de la Nación 2014, había una gran expectación en los despachos de los principales medios de

El pasado martes, día 25, primero del Debate del Estado de la Nación 2014, había una gran expectación en los despachos de los principales medios de comunicación escritos del país, especialmente en el Grupo PRISA y en Unidad Editorial. La noticia que a ellos afectaba saltó en la página 24 del discurso del presidente del Gobierno. No, no era la tarifa plana de los 100 euros en la Seguridad Social para nuevos contratos indefinidos ni la ampliación del mínimo exento para millones de contribuyentes.

En ese momento Mariano Rajoy decía algo que para el común de los mortales pasaba completamente desapercibido pero que para los responsables de dos empresas con cuantiosas deudas y al borde de la desaparición suponía una bomba de oxígeno: “Además, como gran novedad en este programa de fomento de la financiación, se incluirá una reforma de la normativa concursal, para facilitar que las empresas con viabilidad reestructuren su deuda cuanto antes y se rehagan. Se favorecerá así, que alcancen acuerdos concursales y puedan convertir deuda en capital social. Y se permitirá de esta forma un intenso desapalancamiento de las empresas con viabilidad”.

Y ya está. Dos párrafos, pero dos párrafos que venían a ser como un oportuno desfibrilador que puede salvar a estos medios de la muerte por infarto. Al día siguiente, la portada del diario El País no podía ser más sorprendente para sus lectores: un titular a toda página sentenciaba que Rajoy da por acabada la crisis y anuncia estímulos al empleo sobre una foto del presidente sonriente y con el pulgar de la mano izquierda hacia arriba, mientras que el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, quedaba relegado a dos columnas de la parte inferior izquierda de la página. El diario El Mundo era más ecuánime en el reparto de protagonismo pero el mismo día 26 ya le regalaba al presidente del Gobierno una encuesta que le daba por ganador del debate.

El problema de la crisis de los medios escritos tradicionales es que, con su caída, lo que se está poniendo en riesgo es la propia supervivencia del sistema

Mucho se ha escrito en las semanas anteriores sobre los cambios en la dirección de ambos medios, pero bajo ninguna circunstancia es creíble la tesis de que Mariano Rajoy haya forzado a esos cambios, sino que más bien estos han sido producto de la necesidad. En el caso de El Mundo los accionistas italianos tenían claro que había acabado una etapa y que un periódico que pierde dinero y lectores tiene necesariamente que afrontar su reestructuración.

El caso de El País es más complejo. Tradicionalmente acostumbrado –y acostumbrados sus lectores- a ser un medio crítico con la derecha se ha visto obligado por las circunstancias –las necesidades económicas- a hacer un enjuague complicado que le permita mantener un cierto equilibrio pero intentando en la medida de lo posible no tocarle demasiado las narices al Gobierno salvo en asuntos puntuales como el aborto o los recortes sociales. Pero de hecho, donde más le interesa al Ejecutivo de Rajoy encontrar audiencia, es decir, en el mensaje de la salida de la crisis, El País está siendo incluso más papista que el Papa.

Lo que evidencia esta situación no es más que la propia crisis interna de los medios tradicionales, absolutamente asfixiados por una situación económica que ha llevado a caídas brutales de la inversión publicitaria y que se ha visto acompañada por una desafección sin precedentes de los lectores hacia este tipo de publicaciones. Y esto último se explica por dos causas: una, el hecho de que los propios medios hace tiempo que abandonaron los principios elementales de periodismo y se convirtieron en parte esencial de un sistema al que debían vigilar –no controlar-; y, dos, la aparición en internet de nuevas experiencias informativas capaces de subsistir sin eso que se llama la publicidad institucional y, por lo tanto, mucho más libres y sanas desde el punto de vista de los principios. Este periódico que ustedes están leyendo es un ejemplo sintomático de lo que les estoy diciendo, independientemente de la naturaleza de la opinión de cada uno.

El resurgimiento del populismo

El problema de la crisis de los medios escritos tradicionales es que, con su caída, lo que se está poniendo en riesgo es la propia supervivencia del sistema. Me explico: el deber de la prensa es informar, esa es la raíz de nuestra profesión, pero también tiene un deber de vigilancia del poder con el objeto de que éste no pervirtiera el sistema o, dicho de otro modos, los medios cumplen –cumplían- con un papel de salvaguarda del sistema democrático que perdieron el día que pasaron a confundirse con el poder y a querer controlarlo.

Y en buena medida ese es el principio de su crisis. Pero al verse ahora tan debilitados por razones económicas y de audiencia, el sistema ha perdido una de las columnas vertebrales sobre las que se sostenía porque, de hecho, el espacio que están dejando los medios tradicionales está siendo ocupado por el resurgimiento de un populismo mediático y barato que ha encontrado acomodo en determinados programas de televisión. Y es así porque los medios serios de internet, aun habiendo sido capaces de volver a las esencias del periodismo, sin embargo no lo han sido para suplir el papel que las grandes cabeceras tuvieron en su día en el advenimiento de la democracia y su consolidación.

Y en una situación de crisis, perdidos los referentes mediáticos, el gran público se ha echado en masa en manos de profetas de la catástrofe y de charlatanes populistas que han encontrado en su enfrentamiento, no con el poder, sino con el sistema mismo, un nicho de mercado que les está otorgando sustanciosos beneficios aunque sea a costa de asesinar la verdad cada día. Así, el ejercicio del periodismo se ha convertido hoy en día en un deporte de riesgo porque cualquier intento de sana cordura en la defensa del sistema y la crítica constructiva es sistemáticamente atacado desde los extremos con una violencia verbal hasta ahora desconocida.

¿Hacia donde camina todo esto? La verdad es que no lo sé. Supongo que a pesar del desfibrilador anunciado por Rajoy el martes el futuro de los medios tradicionales está escrito en una página histórica de la Wikipedia. Lo demás va a depender de nuestra capacidad para salvaguardar todo aquello que en su día consideramos sagrado y que fue la base de nuestra formación, pero difícilmente podremos volver a recuperar aunque sea un mínimo respeto por lo que ha sido esta profesión si seguimos permitiendo que haya quienes llamándose periodistas violen todos los días las reglas básicas que nos conducían a la búsqueda de la verdad.

El pasado martes, día 25, primero del Debate del Estado de la Nación 2014, había una gran expectación en los despachos de los principales medios de comunicación escritos del país, especialmente en el Grupo PRISA y en Unidad Editorial. La noticia que a ellos afectaba saltó en la página 24 del discurso del presidente del Gobierno. No, no era la tarifa plana de los 100 euros en la Seguridad Social para nuevos contratos indefinidos ni la ampliación del mínimo exento para millones de contribuyentes.

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