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El ‘viejo’ PP contra Cifuentes
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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El ‘viejo’ PP contra Cifuentes

En los últimos días la Delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, se ha convertido en el blanco de todos los ataques

En los últimos días la Delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, se ha convertido en el blanco de todos los ataques a cuenta de la actuación policial del pasado sábado 22 de marzo por la noche y de los sucesos que acaecieron a lo largo de ese día. No hay nada peor en la política española que el fuego amigo, y en un partido en el que resultan habituales las luchas cainitas, más aún. Ni la desorganización del operativo policial del sábado por la noche, ni la facultad de autorizar o no las manifestaciones son responsabilidades que recaigan sobre Cifuentes, y sin embargo se la ha querido convertir en el blanco de todas las críticas.

¿Por qué? Fácil: porque Cristina Cifuentes es una ‘enemiga’ a batir por parte de la vieja guardia del PP de Madrid, por parte de ese PP que se resiste a la renovación y al relevo generacional, y la ve como una adversaria dispuesta a arrebatarle todo aquello que todavía conserva. Es un hecho que su nombre suena como una de las posibles candidatas a ser la cabeza de lista del PP al Ayuntamiento de Madrid. Ella ni se ha movido, ni ha hablado de esto con nadie de su partido, ni ha hecho ningún amago de pretensión del puesto que ahora ocupa Ana Botella -previo paso por las urnas, claro-.

Pero si Cifuentes no ha hecho ningún gesto que haga pensar que aspira a encabezar esa lista, otras sin embargo sí los han hecho: Ana Botella, actual alcaldesa, y Esperanza Aguirre, expresidenta de la Comunidad de Madrid y de pronto entusiasta defensora de unas primarias que nunca hasta ahora había defendido y sí rechazado. Botella quiere seguir en el cargo -siempre que los madrileños se lo permitan, y las encuestas dicen que no gana ni aunque se presentara en solitario-, y a Esperanza Aguirre que en su día dijo que se retiraba de la política ahora resulta que le gustaría acabar su carrera en la vida pública como alcaldesa de Madrid.

El hecho de que ni Botella ni Aguirre son del agrado de la dirección nacional del PP es de sobra conocido. Botella porque su gestión ha sido en general bastante desastrosa, y Aguirre porque difícilmente puede pretender el favor de aquel a quien no duda en criticar

Que ninguna de las dos es del agrado de la Dirección Nacional del PP -que en definitiva tiene la última palabra- es de sobra conocido. Botella porque su gestión ha sido en general bastante desastrosa y no deja de ser la mujer de quien es, y Aguirre porque difícilmente puede pretender el favor de aquel a quien no duda en criticar duramente cada vez que tiene oportunidad, es decir, Mariano Rajoy. Ambas, por lo tanto, coinciden en ser cabezas visibles del 'antimarianismo'.

Pero no es solo eso. La dirección nacional del PP, que lleva dos años lidiando con la áspera herencia de los casos Gürtel y Bárcenas, es plenamente consciente de que todo el ‘foco’ de corrupción que dio origen a ambos casos se concentraba en Madrid y en Valencia. En la Comunidad Valenciana el presidente Fabra ha ido haciendo una dificultosa limpieza del partido y una incipiente renovación de caras y de cargos. Pero en Madrid, sin embargo, siguen los mismos de siempre y aunque es verdad que los imputados fueron apartados de sus cargos, también lo es que ninguno de los que los nombraron -a dedo en la mayoría de los casos- ha asumido su responsabilidad, empezando por la propia Aguirre.

Limpieza a fondo

El PP en Madrid necesita una limpieza a fondo y eso pasa por renovar cargos y listas. En ese sentido, Cristina Cifuentes representa una nueva generación de políticos, capaz de entenderse con una base electoral que va desde el centro-izquierda hasta el centro-derecha, cosa que hasta ahora no ocurría en un Madrid donde se ha emboscado el ala más conservadora de los ‘populares’. La animadversión de la ‘vieja guardia’ hacia Cifuentes es tal que llega al punto de que la alcaldesa de Madrid ni siquiera le dirige la palabra y cuando están juntas la trata como si fuera su personal de servicio. Si, así, como suena.

Si el PP es capaz de apostar por el sentido común y la cordura de Cifuentes, puede ser que no solo gane, sino que además conserve la mayoría absoluta

Ese es el talante de Botella que además tiene el mal gusto de presumir de haberse rebajado su sueldo en 2.000 euros anuales, de 102.000 a 100.000, y restregárselo por la cara a los madrileños como si ese fuera el sacrificio del siglo. Todavía es pronto para saber si lo que dicen las encuestas puede traducirse en votos reales, pero si es así, Cifuentes es de las pocas políticas con un ancho margen de recorrido si su partido sabe apostar por ella y pone toda la carne en el asador. “Nos nos podemos permitir perder Valencia a unos meses de las Generales, pero no nos podemos permitir perder Madrid”, me decía hace poco un miembro destacado de la dirección nacional del PP.

Botella es una garantía de derrota. Aguirre ha llegado a su techo y los sondeos no mejoran para ella. Por eso Cifuentes es una enemiga a batir, aunque sea a costa de enfrentarla a problemas cuya resolución no le compete, mucho menos la de convertir alguna zona de Madrid en un 'sambódromo' como pretende Ana Botella llevándose por delante todas las garantías y derechos constitucionales. Si el PP es capaz de apostar por el sentido común y la cordura de Cifuentes, puede ser que no solo gane, sino que además conserve la mayoría absoluta que ahora mismo tiene perdida.

En los últimos días la Delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, se ha convertido en el blanco de todos los ataques a cuenta de la actuación policial del pasado sábado 22 de marzo por la noche y de los sucesos que acaecieron a lo largo de ese día. No hay nada peor en la política española que el fuego amigo, y en un partido en el que resultan habituales las luchas cainitas, más aún. Ni la desorganización del operativo policial del sábado por la noche, ni la facultad de autorizar o no las manifestaciones son responsabilidades que recaigan sobre Cifuentes, y sin embargo se la ha querido convertir en el blanco de todas las críticas.

Cristina Cifuentes Esperanza Aguirre