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Y usted, ¿también es machista?
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Y usted, ¿también es machista?

Déjenme que empiece por decirles que nunca pensé que una campaña electoral pudiera caer tan bajo, aunque a estas alturas uno se puede esperar cualquier cosa

Déjenme que empiece por decirles que nunca pensé que una campaña electoral pudiera caer tan bajo, aunque a estas alturas uno se puede esperar cualquier cosa de nuestra clase política. Hace unos días me quejaba del hecho de que en estos quince días se hablara de todo menos de Europa, aunque también es verdad que en eso tenemos bastante culpa los periodistas que obviamos ese tema y nos centramos en lo que los candidatos dicen sobre cuestiones internas porque eso vende más.

Pero en esta recta final de la campaña la cabeza de lista del PSOE, gracias a una metedura de pata considerable del cabeza de lista del PP, nos ha descubierto que el gran asunto que va a mover Europa en los próximos años –que digo años, ¡siglos!­–, es la lucha contra el machismo. A mí el asunto me cansa, me supera, la verdad. Es más, creo que el PSOE se está pasando de frenada y ya veremos si al final no le va a resultar contraproducente porque parece que puede estar despertando a una parte del electorado del PP que pensaba quedarse en casa.

Este es un debate falso, artificial, pero es verdad que ha metido al PSOE en la campaña. Hasta hace unos días estaba fuera, y desde que Cañete hiciera bueno el refrán –el que tiene boca, se equivoca–, ha entrado a saco con un tema que poco o nada tiene que ver con Europa pero que es verdad que encuentra adeptos en las filas de la izquierda, siempre muy propensa a tildar a la derecha de todo lo malo y acusarla de todos los males. ¿Es la derecha machista? No. O no más que la izquierda.

En España existe machismo y eso es indudable. Pero ese machismo no tiene siglas ni colores, o mejor dicho, tiene todas las siglas y todos los colores

España es un país que todavía posee una cultura machista considerable, donde el sexismo se cuela en no pocos ámbitos de lo cotidiano. Dicho eso, sin embargo, países que tradicionalmente pasan por ser mucho menos sexistas y más igualitarios como Finlandia, Suecia o Alemania, presentan cifras de violencia de género mucho más elevadas que las nuestras. Ellos ponen como excusa el recurso al alcohol. Es verdad que en esos países se bebe más que en España, pero ¿es esa una justificación suficiente?

En cualquier caso, y volviendo a lo que nos ocupa, en España existe machismo y eso es indudable. Pero ese machismo no tiene siglas ni colores, o mejor dicho, tiene todas las siglas y todos los colores. Tan machista es el comentario de Cañete como que Diego Valderas se refiriera a la delegada provincial de Educación en Cádiz como “la de las tetas gordas”, o que el secretario de Organización del PSOE de Huelva enviara a Fátima Báñez a hacer punto de cruz. Y no digamos nada del hecho de que siga siendo presidente del PSE en Guipúzcoa un condenado por maltrato. En todas partes cuecen habas, y hacer política poniendo etiquetas es barriobajero y bastante miserable.

En España queda mucho por hacer en términos de igualdad, y de lo que no se ha hecho son tan responsables los Gobiernos socialistas como los populares, teniendo en cuenta que los primeros han tenido más ocasiones en su mano para corregir desigualdades, esas mismas desigualdades de las que tanto se quejan cuando están en la oposición, y no lo han hecho. Cañete se ha equivocado, pero no más que otros antes. Forma parte del acervo cultural de una generación en la que todavía los hombres eran los que llevaban el pan a casa mientras la mujer se ocupaba de las tareas del hogar y el cuidado de los hijos.

Es lo que hemos vivido los de nuestra edad, es el referente que teníamos en casa de nuestros padres, porque todavía no está muy lejos esa época en la que la mujer no podía tener una cuenta corriente, y sí un poco más esa otra en la que la izquierda se oponía a que la mujer votara porque –eso decía la Pasionaria–, lo hacía siguiendo los consejos de sus maridos y de los curas.

Pero les diré una cosa: sigue habiendo mucha gente de izquierdas, de esa izquierda sectaria y casposa anclada en el inmovilismo decimonónico, que sigue pensando así aunque no lo diga. Les contaré una curiosidad que no se publica porque no es políticamente correcta, pero que está contrastada: la mayor parte de los crímenes por violencia de género se producen entre gente que vota a partidos de izquierda. ¿Machismo? En todas partes por igual, le guste o no a Elena Valenciano.

Déjenme que empiece por decirles que nunca pensé que una campaña electoral pudiera caer tan bajo, aunque a estas alturas uno se puede esperar cualquier cosa de nuestra clase política. Hace unos días me quejaba del hecho de que en estos quince días se hablara de todo menos de Europa, aunque también es verdad que en eso tenemos bastante culpa los periodistas que obviamos ese tema y nos centramos en lo que los candidatos dicen sobre cuestiones internas porque eso vende más.

Diego Valderas Fátima Báñez Elena Valenciano Miguel Arias Cañete