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Razones por las que votaría a Susana Díaz
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Razones por las que votaría a Susana Díaz

Fue un 29 de septiembre de 1979 cuando un joven abogado sevillano, de nombre Felipe González, lograba que casi el 90% de los delegados de su

Foto: La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz (d) (Efe)
La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz (d) (Efe)

En 1979 Felipe Gonzálezlograba que casi el 90% de los delegados de su partido le dieran su respaldo para ser reelegidosecretario general, en un Congreso celebrado en Madrid, en el que el PSOE renunció al marxismo como seña de identidad y se adaptaba a los nuevos tiempos para poder gobernar España. Cuatro meses antes de esa fecha, en un Congreso ordinario socialista, Felipe González mostraba públicamente su renuncia a liderar el PSOE si este no 'tragaba' con esa renuncia a ideario de Marx que el sevillano consideraba necesaria para la modernización del partido y para poder dirigir el país.

Su paso atrás dejó a los socialistas mudos y sin saber cómo enfrentarse a un futuro decisivo para una formación que no quería ver como el Partido Comunista le robaba la hegemonía de la izquierda, pero, que al mismo tiempo, tenía ambición de mayoría social. La jugada táctica de González dio su fruto, y llegó Suresnes y todo lo que vendría después. A mí, el paso atrás que el martes dio la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, renunciando a algo a lo que nunca se había postulado públicamente, como es competir por la Secretaría General del PSOE en el Congreso de julio, me recuerda mucho, salvando las distancias históricas, al gesto táctico de Felipe González antes de Suresnes.

Susana Díaz es plenamente consciente de la situación que vive su partido, absolutamente debilitado por la falta de liderazgo interno de Rubalcaba, por la herencia de un periodo que ha sido letal para el partido como fueron los ocho años de Gobierno de Zapatero, y por una segmentación del voto de la izquierda que está alimentando a nuevos partidos como Podemos, cuyo discurso populista y demagógico atrae a las nuevas generaciones, que en muchos casos no son conscientes de la raíz leninista/fascista (eso es lo que yo llamo fascismo de izquierdas) que lo impregna. Y por eso, Susana Díaz no estaba dispuesta a competir por el liderazgo socialista, no está dispuesta a ganar un Congreso con la mitad más uno de los votos dividiendo a la militancia de su partido (Zapatero lo ganó así, pero sólo la generosidad de Bono hizo posible que el PSOE no se fracturara); porque entiende que, en un momento trascendental como es este, el PSOE necesita un liderazgo fuerte y comprometido, tanto con las señas de identidad de la formación como con sus acuerdos en favor de la gobernabilidad y la estabilidad política de España. Y que ese liderazgo debe serlo, si no por aclamación, casi.

Esa era la razón, y no otra, por la que Susana Díaz no estaba dispuesta a enfrentarse a Eduardo Madina. No porque no supiera que iba a ganar –era lo más probable que ocurriera–, sino porque no quería dividir al partido. Es un paso atrás, táctico desde luego, pero un paso atrás para tomar impulso. De Susana Díaz se han dicho y escrito muchas cosas; la más recurrente entre los sectores de la derecha es que era un bluf, que solo era un producto de marketing, que no había nada detrás... Pero lo cierto es que con cada uno de sus movimientos y de sus gestos está demostrando que es una política de mucha talla, que no tiene miedo a decir lo que piensa, que sabe que el PSOE no puede volver a gobernar única y exclusivamente con los votos de la izquierda, que comprende la historia de su partido y las razones que le llevaron a asumir y respaldar el Pacto Constitucional, que cree en España y que ha empezado a hacer algunos movimientos para regenerar la vida política, aunque todavía le falta el respaldo de las urnas para poder ir más allá.

Susana Díaz no le tiene miedo a defender el valor de la política frente a quienes la acusan de formar parte de la 'casta', y a mí con eso, y aunque sólo sea por eso, ya me resulta convincente, porque hay otros que parecen acomplejados frente al ataque injusto y mortífero para nuestro sistema de libertades de quienes ahora se creen con derecho a cuestionarlo todo. ¿Qué va a pasar ahora? Si el Congreso lo gana Madina, el PSOE entrará en un periodo de turbulencias que puede acabar fracturándolo. Si se presenta Pedro Sánchez y recibe el respaldo mayoritario de federaciones como la andaluza, se abrirá un periodo de mayor tranquilidad y apertura a nuevas propuestas, que puede acabar en una bicefalia con Susana Díaz de candidata a las generales dentro de seis años. Cabe incluso la posibilidad de que se presente Patxi López como fórmula de transición, igual que ocurrió con Almunia... De lo que creo que nadie duda es que el futuro de Susana Díaz está en Madrid, y que ella se lo está ganando a pulso.

En 1979 Felipe Gonzálezlograba que casi el 90% de los delegados de su partido le dieran su respaldo para ser reelegidosecretario general, en un Congreso celebrado en Madrid, en el que el PSOE renunció al marxismo como seña de identidad y se adaptaba a los nuevos tiempos para poder gobernar España. Cuatro meses antes de esa fecha, en un Congreso ordinario socialista, Felipe González mostraba públicamente su renuncia a liderar el PSOE si este no 'tragaba' con esa renuncia a ideario de Marx que el sevillano consideraba necesaria para la modernización del partido y para poder dirigir el país.

Su paso atrás dejó a los socialistas mudos y sin saber cómo enfrentarse a un futuro decisivo para una formación que no quería ver como el Partido Comunista le robaba la hegemonía de la izquierda, pero, que al mismo tiempo, tenía ambición de mayoría social. La jugada táctica de González dio su fruto, y llegó Suresnes y todo lo que vendría después. A mí, el paso atrás que el martes dio la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, renunciando a algo a lo que nunca se había postulado públicamente, como es competir por la Secretaría General del PSOE en el Congreso de julio, me recuerda mucho, salvando las distancias históricas, al gesto táctico de Felipe González antes de Suresnes.

Susana Díaz es plenamente consciente de la situación que vive su partido, absolutamente debilitado por la falta de liderazgo interno de Rubalcaba, por la herencia de un periodo que ha sido letal para el partido como fueron los ocho años de Gobierno de Zapatero, y por una segmentación del voto de la izquierda que está alimentando a nuevos partidos como Podemos, cuyo discurso populista y demagógico atrae a las nuevas generaciones, que en muchos casos no son conscientes de la raíz leninista/fascista (eso es lo que yo llamo fascismo de izquierdas) que lo impregna. Y por eso, Susana Díaz no estaba dispuesta a competir por el liderazgo socialista, no está dispuesta a ganar un Congreso con la mitad más uno de los votos dividiendo a la militancia de su partido (Zapatero lo ganó así, pero sólo la generosidad de Bono hizo posible que el PSOE no se fracturara); porque entiende que, en un momento trascendental como es este, el PSOE necesita un liderazgo fuerte y comprometido, tanto con las señas de identidad de la formación como con sus acuerdos en favor de la gobernabilidad y la estabilidad política de España. Y que ese liderazgo debe serlo, si no por aclamación, casi.

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