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Por qué voy a hacer un medio Ironman
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Por qué voy a hacer un medio Ironman

Va a ser este domingo cuando después de un durísimo entrenamiento ponga a prueba mi resistencia en 1.900 m de nado, 90 km de bici y otros 21 de carrera a pie

He querido contarles esto muchas veces, y siempre me he quedado a las puertas de hacerlo por reparo, pero este fin de semana me he decidido por varias razones: la primera, que estoy harto de escribir del Rey, del PP y del PSOE, de la situación política en general y en particular… En fin, que a veces es bueno cambiar el registro. La segunda porque va a ser este domingo cuando después de un durísimo entrenamiento de varios meses ponga a prueba mi resistencia en nada menos que 1.900 metros de nado, 90 kilómetros de biciy otros 21 de carrera a pie a la orilla del pantano de Manzanares el Real.

Y la tercera porque si hace seis o siete años, cuando este que ahora suscribe este post pesaba 93 kilos, padecía unas migrañas horrorosas, sufría –y sufro, porque eso es congénito– una elevada presión arterial agravada por exceso de azúcar y grasa en la sangrey visitaba las urgencias con cierta frecuencia aquejado de síndromes de ansiedad, alguien me hubiera dicho que iba a hacer lo que voy a hacer este domingo, le habría tomado por loco sin duda alguna, pero creo que hay cosas que merece la pena contar porque seguro que entre todos mis lectores habrá quien se encuentre o se haya encontrado en una situación parecida y no se atreva a dar el paso.

Porque hay que dar ese paso, y no es fácil. Bien es cierto que me ayudó mi cardiólogo cuando más o menos me vino a decir que si no hacía algo rápido iba a dejar huérfanos a mis hijos antes de cumplir yo los 60 años, y a lo mejor incluso los 50, y obviamente aquello fue como un detonante que me abrió los ojos a la realidad. Y no es que yo fuera un crápula, o un bebedor compulsivo, ni nada parecido, pero llevaba una vida sedentaria, comía mal y algo bebía y, sobre todo, fumaba dos cajetillas y media al día. Todo eso sumado al estrés del trabajo constituía un cóctel explosivo que sin duda iba a pasarme factura más pronto que tarde.

Obviamente, los primeros kilómetros los hacía casi andando, a un ritmo que no bajaba de los siete-ocho minutos el kilómetro y nunca más de 2.000 o 3.000 metros. Pero a medida que el ejercicio aceleraba la pérdida de grasa iba mejorando la alimentación y eso me permitía ir aumentando la intensidad. Pronto empecé a hacer running, al principio sin plantearme otra cosa que mejorar mi estado físico, pero muy pronto la adrenalina hizo su trabajo y lo que en un principio era una obligación se fue convirtiendo, primero, en algo agradable y, después, en una necesidad.

Enseguida llegaron las primeras carreras populares, cincokilómetros, diez kilómetros, hasta que hace cuatro años me atreví con la primera media maratón que acabé en casi dos horas y con una lesión en la rodilla. Solo correr no era suficiente, había que explorar algo más que me permitiera diversificar el esfuerzo para evitar dañar las articulaciones, y fue así como me di de bruces con el triatlón y con un equipo, el de Los Tigres de Pozuelo, que hoy presido. Fui, de hecho, el primer socio del club, e hice mi primer triatlón a la vuelta de ese mismo verano sin prácticamente haber nadado más de cinco o seis largos en una piscina y sin haber cogido una bici de carretera desde que tenía 16 años y me robaron la que me habían traído los Reyes Magos esas Navidades.

Era un Triatlón Sprint, en el Parque Ferial Juan Carlos I, en una especie de lago asqueroso del que salí con ronchas de barro por todo el cuerpo. Llegué el último en la natación, recuperé algo en la bici y en la carrera y acabé en 1h 45 minutos una distancia de 750 metros de nado, 20 kilómetros de bici y cinco de carrera. Pero disfruté como nunca. Sentí que aquello era lo mío, que aunque nunca consiguiera pasar de esa distancia –y, mucho menos, subirme a un cajón a recibir una medalla porque, obviamente, es imposible competir con gente 20 años más joven que yo–, el simple hecho de comprobar hasta dónde era capaz de llevar mis fuerzas me producía un grado de satisfacción que nunca antes había conocido.

Y entonces mis compañeros de equipo empezaron a picarme: “Atrévete con una media distancia”. Me parecía tan lejano como el olímpico hace un par de años, pero aquí está. Será este domingo cuando pruebe con algo que hace muy poco tiempo solo podía estar en mis sueños. Y aunque tengo los nervios a flor de piel, al mismo tiempo me siento casi como si hubiera nacido de nuevo. Ya os contaré cómo ha ido, pero este domingo lo podréis seguir por mi Twitter. Me da igual lo que pase, incluso si por la circunstancia que sea no puedo acabarlo, al menos habré estado ahí y lo habré intentado,ysi no puede ser este año, será el que viene.

He querido contarles esto muchas veces, y siempre me he quedado a las puertas de hacerlo por reparo, pero este fin de semana me he decidido por varias razones: la primera, que estoy harto de escribir del Rey, del PP y del PSOE, de la situación política en general y en particular… En fin, que a veces es bueno cambiar el registro. La segunda porque va a ser este domingo cuando después de un durísimo entrenamiento de varios meses ponga a prueba mi resistencia en nada menos que 1.900 metros de nado, 90 kilómetros de biciy otros 21 de carrera a pie a la orilla del pantano de Manzanares el Real.

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