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Montoro pone fin a la ‘omertà’
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Montoro pone fin a la ‘omertà’

En la esencia de toda democracia figura como virtud esencial la transparencia. Es, de hecho, la principal arma que tiene un sistema democrático contra la corrupción.

En la esencia de toda democracia figura como virtud esencial la transparencia. Es, de hecho, la principal arma que tiene un sistema democrático contra la corrupción. Ningún sistema político es perfecto, fundamentalmente porque todo sistema político está regido por seres humanos y ninguno de estos lo es. Más bien al contrario, estamos llenos de vicios y cometemos errores uno detrás de otro. En los sistemas totalitarios la opacidad es una pantalla perfecta para que las clases dirigentes cometan toda clase de abusos y de delitos sin que la ciudadanía sea consciente de lo que pasa.

Los sistemas democráticos no están exentos del riesgo de que sus clases dirigentes cometan también delitos o irregularidades, y a las evidencias me puedo remitir, pero el ejercicio de la transparencia hace que los ciudadanos conozcan esos hechos y exijan responsabilidades y justicia. Sí, salvo que se produzca eso que la mafia siciliana llama omertà, una especie de ley del silencio sobre las actividades de sus líderes. Pues bien, treinta y muchos años después, hemos descubierto que sobre Jordi Pujol y su familia se forjó una especie de omertà que los ha mantenido a salvo de la acción de la Justicia y de Hacienda. Sin embargo, el pasado martes el ministro del ramo puso fin a esa omertà en una de las comparecencias más duras que se recuerdan.

¿Hizo bien Montoro? Sin duda alguna, sí. Un juez amigo me decía estos días que vendría bien una relectura del famoso sumario de Banca Catalana que la Audiencia Provincial de Barcelona envió al archivo después de que varios de los jueces que componían la sala votaran en contra de su admisión a trámite sin habérselo leído. “Ahí se explica todo”, me decía mi amigo magistrado. Y se explica también por qué durante tantos años la ley del silencio actuó a favor de Jordi Pujol y su familia hasta el extremo de que, al igual que ocurre en Sicilia con la mafia, los jueces corruptos les tapan las vergüenzas y los delitos.

Si al comportamiento mafioso además se añadía una identificación de la famiglia con el victimismo nacionalista, la omertà se servía en plato de lujo, y eso ha permitido que durante décadas, mientras a los ciudadanos normales y corrientes la Agencia Tributaria y la Justicia los perseguían hasta el último rincón de la tierra, Pujol y los suyos amasaban una fortuna increíble oculta a los ojos de los ciudadanos. No sólo eso, sino que además el molt honorable conseguía una cierta unanimidad en torno a su figura convertido en hombre de Estado.

Con él se entendieron Felipe González y José María Aznar. ¿Sabían ellos lo que estaba pasando? No me cabe la menor duda de que sí. Y a pesar de todo se pusieron a sus órdenes en aras de un falso bien común y un todavía más falso interés general. La información que conocemos ahora después de la obscena confesión del propio Pujol ha estado encima de la mesa de los principales dirigentes políticos de este país desde hace años. Luego se extrañan de que crezcan como enanos los partidos populistas que amenazan con llevarse por delante el sistema, pero es que hechos como este son un cáncer mismo para el sistema.

Por eso es bueno que ahora venga Montoro y lo extirpe. Ya en el año 2002, en plena mayoría absoluta de Aznar, Montoro dio vía libre a la Agencia Tributaria para que empezara a investigar. Después hubo un paréntesis, probablemente abierto en la época de Zapatero, porque era más importante sumar contra el PP que cualquier otra cosa, pero Montoro volvió a coger años más tarde las riendas de la Agencia y, como una hormiga tenaz, ha conseguido poner a Pujol y a su familia contra las cuerdas y acabar con esa maldita omertà que los ha mantenido a salvo durante más de treinta años.

Al final, les guste a ustedes o no leer esto que escribo, lo cierto es que está siendo este Gobierno presidido por Mariano Rajoy el que está haciendo un ejercicio de transparencia pública sin precedentes, poniendo a todos los corruptos y delincuentes ante la Justicia y ante Hacienda. Es una limpieza en profundidad, dentro y fuera de sus propias filas, y aparentemente no hay victimismo nacionalista, ni famiglia, ni omertà que se lo impida.

En la esencia de toda democracia figura como virtud esencial la transparencia. Es, de hecho, la principal arma que tiene un sistema democrático contra la corrupción. Ningún sistema político es perfecto, fundamentalmente porque todo sistema político está regido por seres humanos y ninguno de estos lo es. Más bien al contrario, estamos llenos de vicios y cometemos errores uno detrás de otro. En los sistemas totalitarios la opacidad es una pantalla perfecta para que las clases dirigentes cometan toda clase de abusos y de delitos sin que la ciudadanía sea consciente de lo que pasa.

Cristóbal Montoro Jordi Pujol