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Corrupción, la gasolina que alimenta el motor de Podemos
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Federico Quevedo

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Corrupción, la gasolina que alimenta el motor de Podemos

“Cada noticia sobre corrupción que aparece en los medios de comunicación supone medio millón de votos más para Podemos, o trescientos mil, o un millón… Me

Foto: El líder de Podemos, Pablo Iglesias (Gtres)
El líder de Podemos, Pablo Iglesias (Gtres)

“Cada noticia sobre corrupción que aparece en los medios de comunicación supone medio millón de votos más para Podemos, o trescientos mil, o un millón… Me da igual cuántos, lo que importa es que ellos no tienen que hacer campaña electoral porque ya se la hacemos nosotros: se limitan a esperar sentados a que caiga el maná del cielo… Ese mismo cielo que quieren tomar al asalto”, me decía ayer, triste, compungido, un alto cargo del Partido Popular.

Lo cierto es que en el PP estos días el ánimo está por los suelos. Sus bases están hundidas y sus dirigentes tienen la moral muy baja. Nadie entiende lo que está pasando y, sobre todo, nadie entiende que lo que está pasando no haga reaccionar de una u otra manera al Gobierno.

”Este es el momento de empezar a hacer política”, me decía esa misma fuente… “Ha pasado el tiempo del pragmatismo, de confiarlo todo a la recuperación económica, porque la recuperación está ahí, pero lo que no está ahí es nuestra recuperación”, insistía. Y la razón de que eso sea así es solo una: la corrupción. “Si no fuera por los casos de corrupción, la mayoría de la gente habría aceptado como inevitable el ajuste económico y ahora estaría valorando positivamente los síntomas de recuperación, pero en una situación de crisis económica, cuando la gente todavía lo sigue pasando muy mal, ver como otros se lo han estado llevando crudo hace mucho daño y ahonda en el desencanto y en la insatisfacción de los ciudadanos, y en su descrédito hacia la clase política”.

Hacia toda la clase política porque, aunque el PSOE quiera desmarcarse, la realidad es que el desencanto es transversal porque prácticamente todos los partidos, con alguna excepción, están implicados en casos de corrupción, como se ha demostrado con el caso de las tarjetas opacas de Caja Madrid, donde todo eso que los antisistema llaman “casta” se ha evidenciado con una enorme crudeza: partidos, empresarios, sindicatos, Casa Real, etcétera. Y la gente ya no puede más, y cada vez que alguien dice que no puede más, es un voto para Pablo Iglesias y su partido fascista-leninista.

¿Cómo se para esto? Desde luego, la mejor manera no es seguir tirándose los trastos a la cabeza entre los principales partidos políticos, como sin embargo siguen haciendo. La corrupción no es un problema de un partido, sino que es sistémica, y aquellos que son responsables del sostenimiento del sistema lo son también de darle solución a los problemas que lo amenazan. El hecho de que en la Operación Púnica estén implicados alcaldes del PP y del PSOE indica hasta qué punto la corrupción no hace distingos sino, más bien al contrario, une voluntades por encima de ideologías: para robar no hay siglas, lo que hay es que tener poder. Por eso la respuesta debería ser conjunta.

La petición de perdón que ayer esbozaba el presidente del Gobierno en el Senado debería ser mucho más contundente y mucho más solemne, y debería ser compartida por el resto de las fuerzas políticas o, al menos, por el principal partido de la oposición, tan atrapado por el problema como el PP. Como si se tratara de un ejercicio de confesión pública, los dos partidos mayoritarios deberían empezar por hacer examen de conciencia, manifestar su dolor y sensibilidad por el daño causado al sistema y a la confianza que los ciudadanos han depositado en ellos, reconocer los errores, y proceder a un ejercicio de limpieza que implique una profunda renovación de sus estructuras.

Y, por supuesto, ofrecer soluciones para que, si esto vuelve a ocurrir –que volverá a ocurrir porque, como he dicho siempre, forma parte de la condición humana–, ningún delito quede impune y se actué con diligencia. ¿Es esto suficiente? Probablemente a estas alturas ya no, porque la gente que ha decidido cambiar su voto e inclinarse por los antisistema difícilmente volverá a hacerlo. Hay quien dice que esa gente ejercerá un voto de castigo en las municipales, pero que luego se lo pensará dos veces en las generales… No lo sé, yo ya no me atrevo a hacer análisis que después se demuestran erróneos porque esta vez el hartazgo ciudadano es muy intenso.

Pero, desde luego, la única forma de contrarrestar el discurso demagógico y populista de Podemos es coger el toro por los cuernos y demostrar que ese discurso no es cierto y que la inmensa mayoría de los políticos de este país son gente honesta y honrada que está ahí para servir a sus conciudadanos. Lo contrario significará seguir alimentando la indignación y, por lo tanto, permitir que Podemos siga subiendo en las encuestas y en la voluntad de voto de la gente, hasta que acabe convirtiéndose en la primera fuerza política, y a raíz de las últimas encuestas no falta mucho para eso… Y este país en manos de Podemos puede ser el infierno.

“Cada noticia sobre corrupción que aparece en los medios de comunicación supone medio millón de votos más para Podemos, o trescientos mil, o un millón… Me da igual cuántos, lo que importa es que ellos no tienen que hacer campaña electoral porque ya se la hacemos nosotros: se limitan a esperar sentados a que caiga el maná del cielo… Ese mismo cielo que quieren tomar al asalto”, me decía ayer, triste, compungido, un alto cargo del Partido Popular.

Operación Púnica