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La ‘patria’ de Pablo Iglesias
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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La ‘patria’ de Pablo Iglesias

El pasado sábado las calles de Madrid fueron escenario de una importante concentración de gente que bajo el lema la Marcha del Cambio respondía a la

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El pasado sábado las calles de Madrid fueron escenario de una importante concentración de gente que, bajo el lema la 'Marcha del Cambio', respondía a la llamada de Podemos y de su líder, Pablo Iglesias, que pretendía darle cuerda al reloj (tic-tac, tic-tac) con el que cuenta las horas que le quedan a la castapara seguir en el poder hasta que lleguen ellos a desterrarlos. Permítanme tres reflexiones en torno a ese acontecimiento que, sin duda alguna, ha sido notorio, pero quizás no tanto como a ellos mismos les habría gustado.

Primera. Es verdad que había mucha gente… No sé si eran cien mil, ciento cincuenta mil o doscientos mil… Me da igual. Había mucha gente. Pero no tanta como los propios organizadores esperaban para que la marcha se convirtiera de verdad en un aldabonazo. No había, de hecho, más gente que la que, por ejemplo, las organizaciones provida convocaron en Madrid contra la Ley del Aborto de Zapatero o las víctimas del terrorismo cuando protestaron por la supuesta negociación de aquel Gobierno con ETA.

Y si queremos comparar con lo hecho por otros partidos políticos, el PP sumó bastante más gente en el mismo escenario hace años en defensa de la Constitución. A lo largo de los años, en España ha habido concentraciones y manifestaciones infinitamente más numerosas que la de este pasado sábado, lo cual diluye la importancia de la misma como una más de tantas que al final acaban pasando sin pena ni gloria. De ahí que también la repercusión mediática haya sido escasa, y no porque los medios le tengan manía a Podemos, sino porque simplemente no da más de sí.

¿Eran todos los que estaban? ¿Estaban todos lo que son? No es baladí hacerse estas preguntas, porque Podemos tiene la virtud, pero también el defecto, de ser un partido cuyos simpatizantes y militantes son extraordinariamente beligerantes, cosa que no ocurre ahora en otros partidos. Eso significa que es verdad que tienen una importante capacidad de convocatoria, pero no deja de ser una capacidad de convocatoria muy limitada…

Segunda. A pesar de que el escenario pretendía traer a la memoria el 15-M y lo ocurrido en Sol en la primavera de 2011, lo cierto es que ni de lejos puede afirmarse que Podemos sea heredero de aquel movimiento. Básicamente porque el 15-M, al menos en su origen y en lo que significó durante aquella semana hasta las elecciones autonómicas de ese año, fue un movimiento absolutamente transversal que conectaba con el sentir de una inmensa mayoría de ciudadanos –yo mismo me sentí atrapado por buena parte de sus propuestas– que sólo querían llamar la atención de la clase política, independientemente de siglas e ideologías.

Pero Podemos, por más que ahora sus líderes se empeñen en decir que no son ni de izquierdas ni de derechas, es un partido absolutamente identificado con la izquierda más extrema. Encontrar a un manifestante de derechas en la congregación del sábado era como buscar una aguja en un pajar, y si lo había era probablemente más próximo a la extrema derecha que a otra cosa. Toda la simbología, los lemas, la apariencia era típica de cualquier otra manifestación de izquierdas, y radical. De hecho, la concentración recordaba a otras de reciente memoria como las del No a la guerra o Nunca Máis en los tiempos del Gobierno de Aznar: mucha bandera tricolor y mucho lema contra el PP.

Tercera. No era necesario que viniera Nicolás Maduro a recordarnos cuáles son los orígenes de Pablo Iglesias y Podemos –aunque cuanto más lo haga, mejor–, porque del propio discurso del líder de Podemos se desprende un tufo a chavismo que huele a distancia. No es lo que dijo –realmente no dijo nada más allá de los lugares comunes y los eslóganes de siempre, pero propuestas, ninguna–, sino el cómo lo dijo y, sobre todo, la referencia constante a la patria.

Es cierto que siendo un discurso de alguien de izquierdas, el recurso a la patria resulta chocante. Pero no lo es tanto si comprendemos cuáles son sus orígenes ideológicos y también sus financiadores: fue Hugo Chávez el primero que introdujo el concepto de patria como cimiento ideológico del chavismo, en contraposición al tradicional internacionalismo de la izquierda marxista. ¿Por qué? Pues básicamente porque en el chavismo, al igual que ocurre con Podemos, se dan cita los tres ismos más peligrosos para la democracia de todo el siglo XX: comunismo, fascismo y nacionalismo.

Esa es la razón por la que desde su nacimiento vengo defendiendo que Podemos es fascismo de izquierdas. Ellos no utilizan patria como concepto territorial cuasi religioso, sino como elemento de unión de la gente. Pero, para el caso, es lo mismo porque llevado al extremo –como hacen ellos– su defensa justifica cualquier acción, incluso por violenta que esta sea, para evitar que los enemigos de la patria –o sea, la casta–, se hagan con ella. ¿No me creen? Al tiempo…

El pasado sábado las calles de Madrid fueron escenario de una importante concentración de gente que, bajo el lema la 'Marcha del Cambio', respondía a la llamada de Podemos y de su líder, Pablo Iglesias, que pretendía darle cuerda al reloj (tic-tac, tic-tac) con el que cuenta las horas que le quedan a la castapara seguir en el poder hasta que lleguen ellos a desterrarlos. Permítanme tres reflexiones en torno a ese acontecimiento que, sin duda alguna, ha sido notorio, pero quizás no tanto como a ellos mismos les habría gustado.

Política Nicolás Maduro