Es noticia
Lo que debe cambiar Rajoy para que no le cambien a él
  1. España
  2. Dos Palabras
Federico Quevedo

Dos Palabras

Por

Lo que debe cambiar Rajoy para que no le cambien a él

El presidente del Gobierno debe tratar de recuperar a las clases medias que antes le apoyaban y también deberá acometer los cambios en su equipo que sean necesarios

Foto: Mariano Rajoy, presidente del Gobierno. (EFE)
Mariano Rajoy, presidente del Gobierno. (EFE)

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, está en el punto de mira. Como ya ocurriera la pasada Semana Santa a raíz de los malos resultados cosechados por el PP en las elecciones andaluzas, se ha puesto en marcha una operación para quitarle de enmedio, capitaneada por un Aznar resentido y un Gallardón ambicioso que todavía cree que puede poner en jaque a Rajoy y liderar el PP con el apoyo del aznarismo y de un pequeño grupo de empresarios dispuesto a apoyar la jugada. Esto ya lo vivió Rajoy en el año 2008, en el Congreso de Valencia, y protagonizado en buena parte por los mismos.

El problema es que si hasta ahora nadie en el PP dudaba del liderazgo de Rajoy, desde el pasado domingo esa convicción ha empezado a resquebrajarse y no son pocos los que creen que “si Rajoy anunciara mañana que no se presenta y convocara una primarias para elegir al nuevo líder y candidato, el PP subiría entre 10 y 15 puntos en las encuestas”. Probablemente sea cierto. Y probablemente en unos meses el PP pagaría con la derrota en las urnas una operación semejante.

Hace un año, en las elecciones europeas, Izquierda Unida y UPyD cosecharon el mejor resultado de su historia. Hoy, ambos partidos prácticamente han desaparecido del mapa político. Frente a una enorme volatilidad del voto en el resto de las fuerzas políticas, el PP resiste con un suelo del 25% del electorado la ferocidad de los envitesde quienes quieren apartar a la derecha del poder. ¿Esto significa que no se debe hacer nada? En absoluto.

Rajoy deberá hacer cambios en el Gobierno para fortalecer lo que hasta ahora se ha olvidado: la política

He sido siempre el primero en afirmar, desde las pasadas elecciones europeas, que nada hay más dañino para el interés electoral del PP que el inmovilismo, y en las actuales circunstancias puede ser el caldo de cultivo que haga crecer la sensación de que Rajoy no vale y que hace falta otro candidato que, aunque pierda, lo haría con la dignidad de saber que la próxima legislatura sería corta –por la excesiva fragmentación del Parlamento–y tendría una nueva oportunidad dentro de un par de años. Porque esa es la tesis a la que se han abonado unos cuantos que creen que esta es su última oportunidad, tesis defendida ardientemente también por ciertos periodistas, alguno de los cuales hasta escribe en este medio digital.

Rajoy tiene que hacer cambios. Está obligado a hacerlos. Tendría que haberlos hecho ya hace un año, y probablemente ahora las cosas hubiesen sido de otra manera. Y por cambios no interpreten ustedes solo caras o nombres… Los cambios más fundamentales deben ser en las políticas. A estas alturas el PP ya es consciente de que buena parte de su electorado se ha quedado en su casa o ha votado a Ciudadanos, asfixiado por su política de impuestos y la nula empatía que el Gobierno ha mostrado hacia sus sacrificios.

El PP no debería preguntarse por qué la gente vota a Podemos, sino por quélas clases medias que antes le apoyaban, ahora le dan la espalda, y eso tiene mucho que ver con lo que se ha hecho estos años. Clases medias que no llegan a fin de mes, que han visto cómo de pronto sus cuentas corrientes estaban más días del mes en rojo que en negro, que han sufrido cortes de las compañías de servicios básicos, cuando no han tenido que pelarse con el banco para renegociar una hipoteca imposible de pagar, mientras un día tras otrorecibían en sus domicilios notificaciones de Hacienda exigiéndoles más, y más, y más, y más….

Ese es el primer cambio, y debe ser sustancial, no un mero maquillaje. Debe anunciarse una considerable rebaja de impuestos que de verdad haga creer a los votantes del PP que este partido ha vuelto por donde solía. Y no será suficiente: deberían aprobarse de aquí a final de año normas lo suficientemente explícitas y contundentes para evitar los abusos de las compañías con sus clientes, y para evitar más desahucios injustos y dolorosos. El Gobierno no puede mirar para otro lado ante el sufrimiento, y hasta ahora no solo lo ha hecho, sino que encima el ministro de Hacienda ha presumido de ello con socarronas risitas.

Frente a una enorme volatilidad del voto en el resto de las fuerzas políticas, el PP resiste con un suelo del 25% del electorado la ferocidad de los envites

El otro motivo que ha llevado a muchos votantes del PP al desencanto ha sido la corrupción y, sobre todo, la falta de respuesta ante la misma. Es verdad que se han tomado medidas, pero la opinión pública no tiene esa sensación. Puede haber habido problemas de comunicación, seguro, pero lo que ha faltado es contundencia por un lado, y una humilde petición de perdón. Y hace falta una decidida política de reformas que afecten a la ley electoral –segunda vuelta–y a la propia Constitución, aun sabiendo que será larga esa negociación con un partido –el PSOE–que amenaza con desaparecer a manos de Podemos.

¿Y debe haber cambios de caras? Pues sí. Las primeras, las de esos dirigentes regionales del PP que no saben aguantar sin mayoría absoluta. El PP debería aprovechar la circunstancia para convocar ya congresos regionales extraordinarios para elegir nuevas direcciones territoriales y presentar eso ante la opinión pública como un ejercicio de renovación, y no esperar al año que viene. Tendrá Rajoy que reforzar su Ejecutiva, e incluso dejar en el camino algún lastre heredado del pasado, pero de quien no puede prescindir es de una secretaria general a la que le han faltado 500 votos para tener la mayoría absoluta y que durante todo este tiempo ha demostrado que es la única que tiene el partido en la cabeza y que ha luchado contra la corrupción interna como no lo ha hecho nadie.

Y deberá hacer cambios en el Gobierno para fortalecer lo que hasta ahora se ha olvidado: la política. Este Gobierno ha parecido más una gestoría de la crisis que un Gobierno político. Como gestoría de la crisis lo ha hecho bien, pero como Gobierno político, fatal. ¿Está a tiempo Rajoy de corregir el rumbo? Todo esto debería haberlo hecho hace un año, cuando los ciudadanos dieron el primer aviso, pero el PP se confió. Aun así, si las decisiones se toman ya, en las próximas semanas, tiene margen para recuperar a parte de su electorado y, aunque no logre la mayoría absoluta en las generales, sí un resultado lo suficientemente bueno como para poder gobernar con apoyos. Pero si esa toma de decisiones se alarga en el tiempo, o la contestación interna o los propios ciudadanos en las urnas cambiarán a Rajoy.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, está en el punto de mira. Como ya ocurriera la pasada Semana Santa a raíz de los malos resultados cosechados por el PP en las elecciones andaluzas, se ha puesto en marcha una operación para quitarle de enmedio, capitaneada por un Aznar resentido y un Gallardón ambicioso que todavía cree que puede poner en jaque a Rajoy y liderar el PP con el apoyo del aznarismo y de un pequeño grupo de empresarios dispuesto a apoyar la jugada. Esto ya lo vivió Rajoy en el año 2008, en el Congreso de Valencia, y protagonizado en buena parte por los mismos.

Mariano Rajoy