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Hamburguesas de tres pisos en una Cataluña independiente
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Hamburguesas de tres pisos en una Cataluña independiente

El falseamiento de la historia es una de las características típicas del nacionalismo extremo. La otra es la de hacer creer al pueblo que con ellos todo va a ser mejor

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La hamburguesa es un plato típico de la cocina catalana, derivado de la butifarra, que fue exportado al norte de Europa en primer lugar por los colonos catalanes, y al que posteriormente emigrantes catalanes en Estados Unidos añadieron unos bollos típicos de la panadería catalana y que dieron lugar a lo que hoy conocemos como Big Mac o Whooper según la cadena de que se trate. No se rían, hay gente en Cataluña que se lo cree. Como se creen que Jesucristo era realmente catalán, y que el nombre de América viene de Américo Vespucio –esto es verdad-, el cartógrafo de Colón que también era catalán y que realmente se llamaba Americ Despuig. Por supuesto, Colón también era catalán, y Cataluña llegó a ser un imperio en el que jamás se ponía el sol.

En fin, los ejemplos de hasta donde puede llegar el afán nacionalista por reinventar la historia son múltiples, para desgracia del propio pueblo de Cataluña que acaba siendo ridiculizado por quienes supuestamente dicen que lo ensalzan. Cataluña tiene una historia y una cultura lo suficientemente ricas como para que nadie tenga necesidad de inventarse semejante sarta de tonterías, pero es lo que suele ocurrir cuando el nacionalismo es llevado al extremo y en su necesidad por destacar las diferencias con el entorno lo exagera todo hasta sobrepasar el límite de la parodia.

El falseamiento de la historia es una de las características típicas del nacionalismo extremo. La otra es la de hacer creer al pueblo que con ellos todo va a ser mejor, la vida va a cambiar hasta el punto de que en una Cataluña independiente se garantiza la felicidad suprema. Esto no lo digo yo, lo están diciendo Romeva y el resto de integrantes de esa lista llamada Junts pel Si con la que pretenden aglutinar a una mayoría de la mitad más uno de los votos para poder declarar la independencia del estado catalán.

Las pensiones serán más altas, no habrá recortes, las carreteras y las infraestructuras serán mejores y gratis, todo el mundo tendrá trabajo, nadie tendrá que pagar nada por la educación o la sanidad, no habrá delincuencia, hará sol todo el año salvo los días necesarios de lluvia para evitar sequías y garantizar cosechas, las vacaciones serán de tres meses, los bocadillos más grandes y las hamburguesas de tres pisos en lugar de dos y al mismo precio. Puestos a prometer, la luna ya no será de Valencia, sino de Barcelona. Lo peor de todo esto es que hay mucha gente que se cree que la independencia le va a traer la felicidad eterna, y no se da cuenta del engaño al que está siendo sometido el pueblo catalán.

Cuidado, yo puedo entender que haya gente que en su fuero interno se sienta catalán y no español… Bueno, más que entender, comprender, porque al final los sentimientos son de uno mismo y responden a razones que no tenemos porque compartir, pero sí respetar. El problema es que para buscar y conseguir esa mayoría social que lleve a Cataluña a ser independiente, el nacionalismo radical utiliza armas que desde todos los puntos de vista son reprobables, empezando por la mentira sistemática, desde el "España nos roba" hasta la promesa de una felicidad infinita.

Cataluña tiene una historia y una cultura lo suficientemente ricas como para que nadie tenga necesidad de inventarse semejantes tonterías

La pena es que el asunto es muy serio y no puede decidirse un periodo de prueba de seis meses y después devolver el producto si no les convence. Pero sería una vacuna perfecta. Los griegos votaron a su propio partido nacionalista, Syriza, y ahora están donde están, aunque ellos todavía tienen la opción de resolverlo en una elecciones.

Aquí no hay esa opción, no es posible probar la independencia durante seis meses o un año y pasado ese tiempo volver a la ventanilla con el tiquet de compra: “Oiga, que no, que le devuelvo la independencia porque no me queda bien… No sé si tiene otro tipo de traje, algo así como un estado federal con competencias propias pero sin desvincularse del todo para que el Barça pueda seguir jugando la Liga española, ¿sabe? Es que lo de no tener partidos Barca-Madrid es muy duro, que quiere que le diga…”. Pues mire, no. Esto no es una broma, aunque a veces las declaraciones de Romeva, Artur Mas o Junqueras nos causen hilaridad.

La hamburguesa es un plato típico de la cocina catalana, derivado de la butifarra, que fue exportado al norte de Europa en primer lugar por los colonos catalanes, y al que posteriormente emigrantes catalanes en Estados Unidos añadieron unos bollos típicos de la panadería catalana y que dieron lugar a lo que hoy conocemos como Big Mac o Whooper según la cadena de que se trate. No se rían, hay gente en Cataluña que se lo cree. Como se creen que Jesucristo era realmente catalán, y que el nombre de América viene de Américo Vespucio –esto es verdad-, el cartógrafo de Colón que también era catalán y que realmente se llamaba Americ Despuig. Por supuesto, Colón también era catalán, y Cataluña llegó a ser un imperio en el que jamás se ponía el sol.

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