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¿Por qué se desfonda Podemos? Yo ya lo advertí…
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Federico Quevedo

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¿Por qué se desfonda Podemos? Yo ya lo advertí…

El Pablo Iglesias de hace un par de años, cuando su aventura empezaba a ser algo más que un sueño, nunca hubiera ido a La Moncloa a sentarse en un sillón y departir con Mariano Rajoy

Foto: El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)

El pasado mes de mayo, unos días antes de que se celebraran las elecciones municipales y autonómicas, escribí un post titulado 'Cinco razones que explican el (posible)batacazo de Pablo Iglesias'. Es verdad que me anticipé a lo que vendría después, pero no me equivoqué. Las elecciones municipales y autonómicas situaron a Podemos en el entorno del 15% de los votos, y solo el hecho de que sus marcas blancas alcanzaran gobiernos municipales tan importantes como los de Madrid, Barcelona, Cádiz o Zaragoza hizo que la ficción se impusiera a la realidad, especialmente en ese mundo tan superficial de las redes sociales.

Realmente hubo algo en lo que sí me equivoqué: terminaba ese post afirmando que “si Pablo Iglesias se veía ya viviendo en La Moncloa, puede darse por satisfecho si alguna vez le invitan a visitarla. Cosa que dudo”. Pues ha ido antes de lo que yo me imaginaba, y hasta se han hecho 'selfies' Errejón y él, conscientes de que no muchas más veces van a tener esa oportunidad.

El desfondamiento de Podemos no se produjo del todo en las elecciones municipales y autonómicas -ahí se observó el estancamiento-, pero ha venido después, a medida que se ha ido acercando el final de la legislatura y la gente empieza a ser más sincera a la hora de responder en las encuestas porque sabe que ahora lo que se juega es mucho.

En aquel momento daba cinco razones para explicar por qué se desinflaba el suflé de Podemos. Las mismas siguen siendo válidas ahora, pero habría que añadir alguna mas, y sin duda lo que está haciendo un daño irreparable a las expectativas electorales de este partido es la pérdida -consciente- de sus señas de identidad. Podemos se mueve en la indefinición más absoluta y ha pasado de ser un movimiento que pretendía recoger el testigo del descontento social con un lenguaje nítidamente revolucionario, a convertirse en un partido más instalado en el poder que busca el voto de centro-izquierda con gestos de moderación de cara a la galería.

El Pablo Iglesias de hace un par de años, cuando su aventura empezaba a ser algo más que un sueño, nunca hubiera ido a La Moncloa a sentarse en un sillón y departir con Mariano Rajoy. Por supuesto, se lo hubiéramos criticado, pero¿quiénes somos nosotros sino un estamento más de eso que él entonces consideraba la casta?

La pérdida del romanticismo revolucionario a favor de las esferas de poder es una de las razones por las que Podemos se ha distanciado de sus bases, que en buena parte están volviendo a dirigir su mirada hacia Izquierda Unida: para votar a una izquierda del sistema, ya estaba el partido de Alberto Garzón, que encima le ha birlado a Podemos el discurso de robemos a los ricos para dárselo a los pobres.

Pero tampoco funcionan, por poco creíbles, sus intentos de buscar el voto por el centro-izquierda. Lo que ahora se pone de manifiesto es que aquellas encuestas que incluso llegaron a situar a Podemos como primer partido a nivel nacionaleran totalmente irreales y estaban sobrevaloradas. No había tanta gente dispuesta a votar a Podemos, pero sí a decir que iba a votar a Podemos. Me explico: durante meses la ciudadanía utilizó las encuestas a modo de instrumento para la expresión de su cabreo, pero eso no quería decir que a la hora de la verdad ese cabreo se fuera a reflejar en el voto a Podemos.

Durante meses la ciudadanía utilizó los sondeos a para expresar su cabreo, pero eso no quería decir que a la hora de la verdad fueran a votar a Podemos

Y cuando además apareció en escena otro partido que representaba el mismo espíritu regenerador pero sin pretender subvertir lo que la gente considera elementos esenciales de la convivencia, se produjo el trasvase de voto de Podemos a Ciudadanos, y por eso el último barómetro del CIS hunde a Podemos al 10% de los votos.

A todo eso hay que añadir un elemento esencial: aunque en las elecciones municipales Podemos acudió con marcas blancas en lugar de con su marca propia, nadie pone en duda quién gobierna en Madrid, en Barcelona, en Cádiz… Y han metido mucho, pero mucho, la pata en estos meses. Lo suficiente como para generar ya un voto de rechazo hacia sus siglas.

Hay algo que deberíamos aprender de todo esto, en especial si el próximo 20 de diciembre se cumple lo que empiezan a avanzar las encuestas -y la del CIS está hecha antes del día D de la amenaza soberanista catalana-, es decir, una victoria suficiente del PP como para poder gobernar otros cuatro años aunque sea con pactos. Y ese algo es que, si bien el 'marketing' televisivo ha podido contribuir a un grado elevado de conocimiento de determinados dirigentes políticos, eso no es suficiente para ganar unas elecciones.

En el momento decisivo, y este se acerca irremediablemente, la gente empieza a valorar la gestión, y quién o quiénes se implican en la misma. Y esto, que va por Podemos, vale también para Ciudadanos.

El pasado mes de mayo, unos días antes de que se celebraran las elecciones municipales y autonómicas, escribí un post titulado 'Cinco razones que explican el (posible)batacazo de Pablo Iglesias'. Es verdad que me anticipé a lo que vendría después, pero no me equivoqué. Las elecciones municipales y autonómicas situaron a Podemos en el entorno del 15% de los votos, y solo el hecho de que sus marcas blancas alcanzaran gobiernos municipales tan importantes como los de Madrid, Barcelona, Cádiz o Zaragoza hizo que la ficción se impusiera a la realidad, especialmente en ese mundo tan superficial de las redes sociales.

Barómetro del CIS Ciudadanos