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Se buscan culpables de lo de Cataluña, y ahí van dos nombres: Aznar y ZP
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Federico Quevedo

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Se buscan culpables de lo de Cataluña, y ahí van dos nombres: Aznar y ZP

Los dos presidentes que más hicieron por sentar las bases del crecimiento del nacionalismo en Cataluña fueron Aznar y Zapatero. Y los dos por el mismo motivo: la necesidad de sus votos

Foto: Los expresidentes del Gobierno. (EFE)
Los expresidentes del Gobierno. (EFE)

¿A quién echamos la culpa de lo que está pasando en Cataluña? La pregunta no es baladí y se la hace mucha gente estos días. El tema catalán es el centro de muchas conversaciones y es lógico y humano que se pretenda buscar responsables. Obviamente, al primero que se señala es al actual presidente de la Generalitat en funciones, Artur Mas, quien, sin duda alguna, se identifica como el máximo responsable de haber llevado a Cataluña ante el abismo. La imagen de Artur Mas entregándose a la CUP como una vulgar meretriz para conseguir su apoyo y poder seguir siendo presidente resulta patética y está en el fondo de todo este asunto, como lo está la constatación de que durante décadas el nacionalismo se convirtió en una máquina mafiosa de hacer dinero para engordar las cuentas de CiU y las particulares del clan Pujol. Ambas cosas resultan tremendas para el electorado convergente, que empieza a no entender el porqué de tanta humillación.

Obviamente, eso está en el origen de todo este proceso demencial, y ya desde el caso Banca Catalana se identificó el interés particular con el interés general para evitar lo que debería ser inevitable aunque todavía nos sorprenda que no haya ocurrido: la cárcel. Sin duda, hacer un repaso a lo largo de estas cuatro décadas de democracia nos llevaría a completar un listado interminable de presuntos responsables de haber conducido, seguramente en muchos casos sin quererlo, al choque de trenes. Y, como digo, en lo mas alto del pedestal se sitúan los dirigentes nacionalistas, que después de haber obtenido tanto (competencias, inversiones, cesiones) del resto de España han optado por el enfrentamiento, aunque sea para tapar sus errores y sus delitos. O precisamente por eso.

El nacionalismo aprovechó las ventajas que le ofrecieron los gobiernos de Aznar y Zapatero para ir sembrando las bases sentimentales

Si echamos la vista atrás, ya en la Transición se cometió un error imperdonable, que fue no dejar cerrado el modelo territorial y su financiación, y haber permitido su constante transformación. Pero ¿quién podía imaginar en aquella epoca que los dos partidos llamados a gobernar España iban a ser corresponsables con aquellos que quieren destruirla? El Pacto Constitucional se cimentaba en la convicción de que derecha e izquierda (UCD/PP y PSOE) iban a preservar la unidad de España por encima de todo, pero la realidad es que no ha sido así.

Pero, fíjense, no fue precisamente Felipe González quien dio pasos en esa dirección, aunque sí tiene en su haber la responsabilidad de haber consentido la corrupción que ya entonces se había instalado como forma de actuación en la Generalitat gobernada por Pujol (y también en el Gobierno del propio González). Cierto que el Gobierno se atrevió entonces a enfrentar al 'molt honorable' con el caso Banca Catalana, pero una vez que este fue archivado por una justicia dependiente y entregada a los intereses del nacionalismo, allí se acabó todo.

Dando un salto de dos décadas hasta nuestros días, pretender hacer responsable de esto a Rajoy tambien es profundamente injusto, si tenemos en cuenta que ha sido el presidente que menos transferencias ha hecho a la Generalitat (ninguna) y el que más ha actuado en favor de la unidad. Se le acusa, sin embargo, de haber sido débil, y tampoco eso es justo en la medida en que la única respuesta al desafío solo puede venir de la ley, del Estado de derecho. Rajoy, sin embargo, cometió dos errores: uno, cerrar la puerta a cualquier negociación cuando Artur Mas fue en septiembre de 2012 a pedirle un pacto fiscal... No fue previsor. No se creyó la amenaza. Como tampoco lo fue cuando no puso todos los medios necesarios para evitar la farsa de la consulta del 9-N... Fue una farsa, sí, pero para muchos catalanes, de uno y otro lado, la farsa se convirtió en una votación, y eso ahondó en el descrédito que ya acumulaba el PP catalán.

Yo, además, le reprocho a Rajoy no haber sido lo suficientemente audaz como para convocar una consulta pactada en las Cortes que sin duda hubiera ganado el NO dándonos unos años de tranquilidad. Pero tampoco a Rajoy cabe exigirle mayor responsabilidad, en la medida en que ha sido el presidente que ha tenido que gestionar uno de los momentos más complicados de la historia reciente de España, comparable a la Transición que protagonizó Suárez.

¿Quiénes, entonces? Sin duda alguna, los dos presidentes que más hicieron por sentar las bases del crecimiento del nacionalismo en Cataluña fueron Aznar y Zapatero. Y los dos por el mismo motivo: la necesidad de sus votos para gobernar. Aznar presume ahora de haber sido el presidente que contuvo al nacionalismo, pero nada más lejos de la realidad. Bajo su mandato se llevó a cabo el mayor número de traspaso de competencias a la Generalitat, hasta completar las 189 que hacen de Cataluña la comunidad con mayor autogobierno de toda España.

Aumentó del 15% al 33% la cesión de la recaudación por IRPF, les dio el 35% del IVA (antes era cero patatero) y el 40% de los impuestos especiales. Transfirió competencias de trafico, justicia, agricultura, cultura, farmacia, sanidad, empleo, puertos, medio ambiente, seguros, vivienda y, por supuesto, educación. Es mas, permitió que se aprobara la Ley de Normalización Lingüística que desterró el castellano de las escuelas e impidió que se recurriera al TC y que se aplicara la ley que obligaba a la enseñanza conjunta. Defenestró a Vidal Quadras (que 'molestaba' a Pujol) y puso al PP al servicio del nacionalismo catalán, algo de lo que le está costando un mundo recuperarse. Y también miro para otro lado con la corrupción, sabiendo como sabía que estaba ahí y que era una constante.

Sin duda alguna, fue un periodo dorado para el nacionalismo, que no dudó en prestar su apoyo a aquel Gobierno incluso cuando ya tenía mayoría absoluta, aprobando año tras año sus Presupuestos. Y, ¿qué decir de Zapatero? Desde aquel "nación es un concepto discutido y discutible" hasta el "aprobaré todo lo que venga del Parlamento de Cataluña", su Gobierno fue una constante contribución al asentamiento y consolidación del nacionalismo en Cataluña, que tuvo su máxima expresión en un Estatuto que claramente sobrepasaba los límites de la Constitución, y cuya derogación parcial por parte del TC está también en el origen del sentimiento independentista.

Es verdad que el PP podía no haberlo recurrido, pero de no ser el PP hubiera sido cualquier otro actor con capacidad para hacerlo y el resultado hubiese sido el mismo. El error no está en el resultado final, sino en el origen: nunca debió aceptarse sin haber tenido antes la seguridad de que podía pasar el filtro del TC, que para eso es el garante de que la Constitución se cumple. Como dice el refrán, de aquellas lluvias vienen estos lodos. El nacionalismo aprovechó las ventajas que le ofrecieron los gobiernos de Aznar y Zapatero para ir sembrando las bases sentimentales del independentismo. Porque no se trata de votos, que es cierto que han perdido, sino de cómo ha crecido un sentimiento antiespañol que antes era minoritario, incluso entre quienes se sentían nacionalistas. De ahí que, insisto, aunque no es el termino que más me gusta, porque en política no hay culpables, sin embargo si quieren buscarlos, ahí los tienen.

¿A quién echamos la culpa de lo que está pasando en Cataluña? La pregunta no es baladí y se la hace mucha gente estos días. El tema catalán es el centro de muchas conversaciones y es lógico y humano que se pretenda buscar responsables. Obviamente, al primero que se señala es al actual presidente de la Generalitat en funciones, Artur Mas, quien, sin duda alguna, se identifica como el máximo responsable de haber llevado a Cataluña ante el abismo. La imagen de Artur Mas entregándose a la CUP como una vulgar meretriz para conseguir su apoyo y poder seguir siendo presidente resulta patética y está en el fondo de todo este asunto, como lo está la constatación de que durante décadas el nacionalismo se convirtió en una máquina mafiosa de hacer dinero para engordar las cuentas de CiU y las particulares del clan Pujol. Ambas cosas resultan tremendas para el electorado convergente, que empieza a no entender el porqué de tanta humillación.

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