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Y llegó el chavismo para humillar al Parlamento
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Y llegó el chavismo para humillar al Parlamento

El miércoles, los chicos de Podemos enseñaron lo que son: un partido de corte revolucionario que lo que pretende es humillar a un Parlamento al que desprecia mientras no esté a su servicio

Foto: La diputada de Podemos Carolina Bescansa, con su bebé en su escaño del Congreso. (EFE)
La diputada de Podemos Carolina Bescansa, con su bebé en su escaño del Congreso. (EFE)

Bochorno. Ese fue sin duda el sentimiento que inundó a una mayoría de españoles, al menos esa mayoría que no votó a Podemos en las pasadas elecciones generales. Es verdad que, para nuestra desgracia, el modelo de 'política-espectáculo' que ha asumido el partido de Pablo Iglesias como fórmula de propaganda tiene unos cuantos millones de adeptos, pero deducir de ahí, como hacía algún cronista parlamentario en las horas siguientes al espectáculo de circo del pasado miércoles, que lo que han hecho es traducir al siglo XXI aquella frase del fallecido Adolfo Suárez -"hacer normal en la política lo que en la calle es normal"-, es una auténtica barbaridad.

Eso es solo una parte de la calle, un extremo al final de la misma... El resto de la calle sigue siendo propiedad de la gente normal, que va a trabajar por la mañana en el metro, que deja a sus hijos en el colegio, que se toma un café antes de subir a la oficina y que lee el periódico en los minutos previos a descolgar el teléfono o subirse a la excavadora. Solo el edificio aquel del fondo pertenece a los okupas con sus rastas, su vida en comuna, su música pachanguera, su 'kultura' ajena a la realidad.

Dicen estos chicos de Podemos que ellos son el 'partido de la gente', pero si toda la gente fuera como ellos, este país ya no existiría como tal, salvo que en su empeño por convertirse en partido único, Podemos se hubiese hecho omnipresente como lo ha sido durante años el chavismo en Venezuela. Y ese es, no lo duden, su objetivo. Lo ha sido siempre, aunque en los meses previos a las elecciones el lobo se vistiera con piel de cordero para hacerse pasar por un tierno partido socialdemócrata. Pero el miércoles enseñaron lo que verdaderamente son: un partido de corte revolucionario que lo que pretende es humillar a un Parlamento al que desprecia mientras no esté a su servicio.

Objetivo conseguido: robarle toda la atención a la que debería haber sido la noticia, la constitución del nuevo Parlamento y la elección de López como presidente

Hay que reconocer que en eso de la propaganda, el 'marketing', el control de la imagen y la palabra, son unos maestros. Lo hicieron de cine. Perfectamente estudiado, paso por paso, para conseguir ocupar todos los espacios de atención de los medios de comunicación que, como idiotas -y perdónenme mis colegas, pero tenemos mucha culpa, mucha, de que todo esto esté pasando para nuestra desgracia-, cayeron en la trampa. Las bicicletas alquiladas al servicio municipal -idea de Ana Botella, por cierto- para cubrir con ellas tan solo 200 míseros metros pero haciendo creer que llevan toda su vida subidos sobre dos ruedas, la charanga que acompañaba a los diputados de Compromís, todos ellos vestidos de verde, los 'juramentos' revolucionarios y plagados de eslóganes, las lágrimas de cocodrilo del propio Pablo Iglesias como si hubiera alcanzado, por fin, el cielo que tanto ansía... Y el bebé de Carolina.

Cómo fue utilizada esa criatura como elemento de reclamo, de propaganda... Cada vez que los fotógrafos desviaban su atención de la criatura, Iglesias lo cogía para acunarlo, hacía sonar un sonajero, lo levantaba a modo de ofrenda a sus huestes... Todo ello mientras Errejón se divertía y quitaba la ropa del niño del tiro de cámara... Y conseguir lo obvio: que las fotos de casi todas las portadas del día siguiente fueran para ellos tres y Diego. Y no solo las portadas: las fotos inundaron las redes sociales en las que se planteó un debate intensísimo sobre la oportunidad o no de llevar el niño al trabajo. Objetivo conseguido: robarle toda la atención social a la que debería haber sido la noticia del día, es decir, la constitución del nuevo Parlamento y la elección de Patxi López como presidente. Repugnante.

El Parlamento ha dejado de ser, al menos por un día, el templo de la palabra, la institución más importante de nuestra democracia, para convertirse en un circo

Pero eso es el chavismo. Así se comportó en Venezuela y así se ha importado a España. El Parlamento ha dejado de ser, al menos por un día y quién sabe durante cuánto tiempo, el templo de la palabra, la institución más importante de nuestra democracia, para convertirse en el escenario de un circo. No seré yo quien niegue la necesidad de hacer profundas reformas que devuelvan al Congreso de los Diputados un papel más relevante en la definición de la política nacional, pero a estos chicos de Podemos no les interesa reformarlo, sino okuparlo. El enfado de Pablo Iglesias por la composición de la Mesa venía dado no porque considerara que el reparto fuera más o menos democrático, sino porque él quería saltarse las reglas, tener cuatro grupos parlamentarios y un puesto en la Mesa -que tiene nueve miembros- por cada uno de ellos. O sea, dominarla.

Y mientras eso no pueda ser, la actitud de esta gente va a ser la de humillar lo que para el resto de los españoles es el epicentro de nuestra soberanía. Entiendo la cara de pasmo, de espanto, de la mayoría de los diputados que el miércoles asistieron al inicio del esta legislatura que nadie sabe a ciencia cierta cuánto va a durar... Lo entiendo porque fue triste. El Parlamento se merece una dignidad, un saber estar, un ser consciente de que se va allí para representar a todos los ciudadanos -no solo a los que han votado a un partido u otro- y que eso requiere un compromiso y un comportamiento que trasciende cualquier asamblea vecinal.

El Congreso de los Diputados no es la Puerta del Sol el 15-M... No es una asamblea popular en la que triunfan los eslóganes y pierden los debates de fondo. En el Parlamento se hacen y se debaten leyes, iniciativas complejas que afectan a la vida diaria de los ciudadanos...Yo no me imagino al tipo ese de las rastas subido en la tribuna defendiendo una proposición no de ley -que no sabrá ni lo que es-, sobre la conveniencia de aplicar determinadas reformas económicas para incentivar la inversión... Y, por mucho que todos coincidamos en la necesidad de cambios y de reformas, este país no necesita ninguna clase de proceso revolucionario que lo acabe sumiendo en una forma de totalitarismo como del que ya huimos hace 40 años.

Bochorno. Ese fue sin duda el sentimiento que inundó a una mayoría de españoles, al menos esa mayoría que no votó a Podemos en las pasadas elecciones generales. Es verdad que, para nuestra desgracia, el modelo de 'política-espectáculo' que ha asumido el partido de Pablo Iglesias como fórmula de propaganda tiene unos cuantos millones de adeptos, pero deducir de ahí, como hacía algún cronista parlamentario en las horas siguientes al espectáculo de circo del pasado miércoles, que lo que han hecho es traducir al siglo XXI aquella frase del fallecido Adolfo Suárez -"hacer normal en la política lo que en la calle es normal"-, es una auténtica barbaridad.