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El desamor también llega a la orilla de Podemos
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Federico Quevedo

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El desamor también llega a la orilla de Podemos

No es verdad que haya una facción dócil y otra radical. Lo que hay son dos formas distintas de entender la estrategia que debe llevar a Podemos a dar el sorpasso al PSOE

Foto: Íñigo Errejón y Pablo Iglesias en el Congreso. (EFE)
Íñigo Errejón y Pablo Iglesias en el Congreso. (EFE)

El pasado martes por la tarde llegaba a mi correo electrónico una larga carta escrita por el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, dirigida a sus círculos y a sus militantes en la que bajo el título de "Defender la belleza" pretendía hacer un canto a la unidad y al amor como características que definen el proyecto político de Podemos. Solo unas horas después, casi rozando la manecilla del reloj las doce de la noche –como en las mejores familias estalinistas y fascistas–, nos enterábamos de que Iglesias cesaba fulminantemente a Sergio Pascual, secretario de Organización de Podemos y hombre próximo a Íñigo Errejón, y a quien Iglesias responsabilizaba de la dimisión de los nueve miembros de la dirección madrileña de la formación próximos también a Errejón.

Ya en la carta lo avisaba: “Las dimisiones en Madrid se produjeron en el peor momento posible y han puesto en bandeja el relato que interesa a los defensores del 'statu quo'. No debemos volver a cometer errores como este y deberán asumirse las responsabilidades”. Y es que, según la ‘versión’ de Iglesias –la misma que defendía esos días Juan Carlos Monedero– lo que estaba pasando en Podemos no era más que un intento de los poderes fácticos –o sea el PP, PSOE, el Ibex, la Iglesia y, por supuesto, los medios de comunicación– por dividir a la formación morada. Según Iglesias, “intentan instalar un nuevo relato para debilitarnos, según el cual existiría un Podemos 'dócil' dispuesto a rendirse y a facilitar la investidura de un Gobierno PSOE-C’s frente un Podemos 'radical'”.

Y no le falta razón a Iglesias. Me explico: no es verdad que haya un Podemos dócil y un Podemos radical. Lo que hay son dos formas distintas de entender la estrategia que debe llevar a Podemos a dar el sorpasso al PSOE y convertirse en el partido hegemónico de la izquierda, que es en definitiva el objetivo fundamental de unos y de otros. Unos creen que ir a elecciones es un riesgo innecesario porque puede ser que el resultado de la formación sea peor que el del 20-D, y que sin embargo dejar gobernar a Sánchez junto con Ciudadanos le permitiría a Podemos hacerse con el discurso de la izquierda y ganar unas elecciones y llegarían relativamente pronto.

Los otros, sin embargo, no están dispuestos a esperar y consideran que si hay elecciones en junio tienen una oportunidad para situarse por delante del PSOE e, incluso, lograr el Gobierno con un apoyo de toda la izquierda. Sólo hay algo en lo que ambos sectores estarían de acuerdo: un pacto de gobierno con las condiciones que ya expuso el propio Iglesias tras su primera entrevista con el Rey, pero que hoy por hoy parece la alternativa más lejana porque es muy difícil de asumir por parte del PSOE.

Pero no debemos quedarnos en lo superficial, porque esto, en definitiva, es lo superficial. En realidad lo que hay de fondo es un debate intenso en el seno de Podemos sobre el modelo de partido y sobre sus anclajes ideológicos. Los próximos a Iglesias, casi todos ellos provenientes del viejo PCE y de la doctrina marxista, y que coinciden en ser los mismos que quieren ir a elecciones ya, son partidarios de que Podemos asuma el discurso clásico de la izquierda –la lucha contra el capital (y todo lo que supone) como referente ideológico– con los matices propios de los tiempos que vivimos. Eso implica absorber del todo a Izquierda Unida y situarse en un extremo muy definido del arco parlamentario y del cuerpo social.

Pero lo cierto es que él aspira a ser una fuerza hegemónica a derecha e izquierda, mientras que los ‘otros’ parecen conformarse con serlo sólo en un lado

Los partidarios de Errejón, sin embargo, defienden un modelo transversal de partido, que pueda crecer hacia su izquierda, pero también hacia su derecha, y para eso debe renunciar a los postulados clásicos y asumir un discurso fundamentado en la sentimentalidad. Ejemplo: el chavismo. La hegemonía de Hugo Chávez en Venezuela se produjo porque logró armar un discurso y una acción política transversal que atrajo a gente de todas las clases sociales y de todas las ideologías. Llamémosle populismo, y Errejón –en ese sentido mucho más inteligente que Pablo Iglesias– es un estudioso de ese modelo y de los principales referentes del populismo latinoamericano como Laclau.

No le falta razón al secretario político de Podemos, su modelo es mucho más ambicioso a medio plazo, aunque habría que ver si las condiciones para que triunfe son las mismas en España que en Venezuela. Pero lo cierto es que él aspira a ser una fuerza hegemónica a derecha e izquierda, mientras que los ‘otros’ parecen conformarse con serlo sólo en un lado, lo cual tampoco les garantiza el éxito. De ahí que el desamor en Podemos sea algo mucho más profundo de lo que quieren admitir, y puede acabar convirtiéndose en una causa de divorcio, pero de los que acaban tirándose los trastos a la cabeza.

El pasado martes por la tarde llegaba a mi correo electrónico una larga carta escrita por el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, dirigida a sus círculos y a sus militantes en la que bajo el título de "Defender la belleza" pretendía hacer un canto a la unidad y al amor como características que definen el proyecto político de Podemos. Solo unas horas después, casi rozando la manecilla del reloj las doce de la noche –como en las mejores familias estalinistas y fascistas–, nos enterábamos de que Iglesias cesaba fulminantemente a Sergio Pascual, secretario de Organización de Podemos y hombre próximo a Íñigo Errejón, y a quien Iglesias responsabilizaba de la dimisión de los nueve miembros de la dirección madrileña de la formación próximos también a Errejón.

Íñigo Errejón Juan Carlos Monedero Izquierda Unida Ciudadanos