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Europa, como Pilatos
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Europa, como Pilatos

Les cerramos nuestras puertas, los deportamos de nuevo a Turquía a cambio de no se sabe qué prebendas, y dejamos que vuelvan a caer en manos de las mismas mafias

Foto: Un refugiado afgano en una casa abandonada turca. (EFE)
Un refugiado afgano en una casa abandonada turca. (EFE)

“Oh, Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los rostros de los niños, de las mujeres y de las personas extenuadas y amedrentadas que huyen de las guerras y de la violencia, y que con frecuencia solo encuentran la muerte y a tantos Pilatos que se lavan las manos… Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo nuestro Mediterráneo y el Mar Egeo convertidos en un insaciable cementerio, imagen de nuestra conciencia insensible y anestesiada”.

Es un extracto de la oración del Papa al término del vía crucis del pasado Viernes Santo. El resto puede leerse aquí y no creo que hacerlo deje indiferente a nadie por la profundidad y la intensidad de sus palabras. Pero me detengo en ese punto porque, sin duda alguna, es uno de los acontecimientos de los últimos tiempos que deberían hacernos reflexionar sobre qué Europa queremos y qué Europa estamos construyendo: la Europa de la solidaridad, de la caridad, de la entrega… O la Europa egoísta, fría e intolerante.

Esta semana hemos visto, de nuevo, el rostro del terror, del fanatismo llevado al extremo, hasta sus últimas consecuencias, golpeando donde más daño sabe que puede hacernos a los que habitamos esta vieja Europa. Provocando miedo, un miedo que se extiende hacia aquellos que, según nuestros propios parámetros, no son como nosotros, y a los que echamos la culpa de haber traído a nuestra propia casa a los responsables de tanto horror.

Pero esa no es la verdad. Los terroristas no vienen infiltrados entre los refugiados –puede que alguno sí, pero para eso están nuestros servicios de inteligencia y seguridad–, sino que la mayoría de ellos ya estaban antes aquí, eran carne de cañón de las redes de reclutamiento del fundamentalismo islámico, y la culpa de que eso sea así es nuestra y sólo nuestra. Los que atentaron en Bruselas eran belgas, incluso de nacimiento. Lo que tenemos que preguntarnos es qué les hizo caer en las garras de una secta que predica la muerte y la destrucción hasta el extremo de ser capaces de matar a sus propios compatriotas, a sus familias, a sus hermanos e hijos.

A lo que no nos debe llevar esto es a cerrar las puertas a aquellos que huyen del mismo horror, y eso es, precisamente, lo que ha hecho Europa. Tan duro es ver la muerte de cerca como ver a decenas de miles de familias sobrevivir en el barro de los campos de refugiados, niños desnutridos, madres ahogadas en las aguas que bañan nuestras costas. Exponiendo sus vidas para escapar de los mismos que ponen las bombas en nuestras ciudades y decapitan a nuestros compatriotas secuestrados. Huyen del terror, de la masacre y de la miseria. Y nosotros les cerramos nuestras puertas, los deportamos de nuevo a Turquía a cambio de no se sabe qué prebendas, y dejamos que vuelvan a caer en manos de las mismas redes mafiosas que los trajeron hasta aquí. O eso, o la vuelta al infierno.

¿Dónde está nuestro Gobierno, que se había comprometido a dar asilo a 18.000 refugiados, de los cuales solo han venido 18?

Pero nos da igual, miramos para otro lado, y nuestros gobernantes, como hiciera Pilatos ante las acusaciones injustas que los sacerdotes del Templo vertieron contra Cristo, se lavan las manos. Yo no quiero esta Europa. Me repugna esta Europa. Me revuelve las tripas esta Europa. Dejándolos a la intemperie, no somos mejores que aquellos que les han obligado a escapar. ¿Dónde está nuestro Gobierno, que se había comprometido a dar asilo a 18.000 refugiados, de los cuales solo han venido 18, que yo sepa? ¿Esta es la sensibilidad de la que hace gala el Ejecutivo, ahora en funciones, de Mariano Rajoy?

Mucho se ha escrito estos días también sobre la propia Semana Santa, sobre si se debía celebrar o no, sobre las procesiones, sobre su significado… Pues en las palabras del Papa está encerrado el verdadero significado de la Semana Santa y no creo que haya nadie, por muy ateo o agnóstico que sea, que no se vea reflejado en ellas si guarda un mínimo de sensibilidad en su corazón. Y deberían servir para, al menos, avergonzar a nuestros gobernantes.

“Oh, Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los rostros de los niños, de las mujeres y de las personas extenuadas y amedrentadas que huyen de las guerras y de la violencia, y que con frecuencia solo encuentran la muerte y a tantos Pilatos que se lavan las manos… Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo nuestro Mediterráneo y el Mar Egeo convertidos en un insaciable cementerio, imagen de nuestra conciencia insensible y anestesiada”.

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