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La pantomima que llena las urnas de votos al PP
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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La pantomima que llena las urnas de votos al PP

Lo que vimos el jueves fue la culminación de esta farsa estrambótica a la que nos ha conducido Sánchez de la mano de Rivera y con la actuación estelar de Iglesias

Foto: Los equipos negociadores de Podemos, PSOE y Ciudadanos al inicio de la reunión que mantuvieron el pasado jueves. (EFE)
Los equipos negociadores de Podemos, PSOE y Ciudadanos al inicio de la reunión que mantuvieron el pasado jueves. (EFE)

Tres horas de reunión. Dieciocho -se dice pronto- interlocutores. O sea, a diez minutos de intervención por cabeza. Teniendo en cuenta que Pablo Iglesias, en la más estricta costumbre chavista, es incapaz de hablar menos de tres turnos de palabra, la gran mayoría de los presentes fueron allí a hacer, y perdonen la expresión pero es la única que define con claridad y contundencia lo sucedido, el gilipollas.

Lo que vimos el jueves por la tarde fue la culminación de esta farsa estrambótica a la que nos ha conducido Pedro Sánchez de la mano de Albert Rivera y con la actuación estelar -él siempre tiene que ser estelar- de Pablo Iglesias, que se guardó sus minutos de gloria para el día siguiente con el fin de no compartirlos con nadie más, que bueno es él. Es todo tan surrealista que supongo que la mayoría de la gente se habrá dado cuenta ya, de una vez por todas, de en manos de qué panda de irresponsables vamos a poner el país si acaban por entenderse.

No lo sé. De aquí al último minuto de descuento puede pasar cualquier cosa, entre otras razones porque el espectáculo que están ofreciendo todos estos aprendices de filibusteros lo que está consiguiendo es que muchos ciudadanos dirijan su mirada hacia el único partido que se está manteniendo al margen de la melé y el único político que se sigue presentando ante la sociedad como alguien serio y con la cabeza sobre los hombros: el Partido Popular y Mariano Rajoy. Me temo que si hoy hubiera elecciones el PP subiría notablemente su porcentaje de votantes, como consecuencia del triste esperpento protagonizado por los paladines de la nueva política y el Adán socialista.

¿De que le serviría a Pablemos ser segunda fuerza con la suma de un Garzón vendido al partido chavista si nadie le sirve el Gobierno en bandeja?

Y no es justo, porque lo cierto es que el PP no ha hecho absolutamente nada para granjearse nuevas simpatías. Si me apuran, más bien lo contrario: se ha sentado a esperar a que cayera el guindo sin hacer un solo gesto de aproximación y ha cerrado los ojos y tapado la nariz ante los clamorosos casos de corrupción que le afectan. Pero la estúpida pelea de gallos de los demás le beneficia porque es el único partido que no se ha manchado con el barro de la gresca.

Entiendo que eso es lo que puede hacer que al final los gallos agachen la cresta y cedan en todas sus posiciones para permitir que Sánchez gobierne en minoría y lleve al PSOE al suicidio aunque él se garantice un sueldo de por vida. El miedo a que el PP suba en votos y que la suma con Ciudadanos le dé la mayoría absoluta. ¿De qué le serviría a Pablemos ser segunda fuerza con la suma de un Garzón vendido al partido chavista si nadie le sirve el Gobierno en bandeja? Y, encima, a ver cómo explica Ciudadanos su veto a un Rajoy que volvería a ganar sin contemplaciones…

Otra cosa es que, por facilitar el pacto, Rajoy se comprometiera a abandonar el Gobierno a los dos años, después de haber ordenado su casa y elegido un sucesor al frente del partido… (por ejemplo, ¿un Feijóo que habría vuelto a conquistar la Xunta de Galicia?). Sigo creyendo que la única opción que tiene la izquierda de conquistar el poder, o de asaltarlo como les gusta a los de Podemos, es esta. El problema es que no es fácil para Pedro Sánchez -bueno, para él sí, no lo es para su partido- unir su destino al de un partido del que ya se ha demostrado con documentos fehacientes lo que un servidor escribió hace poco más de un año en este mismo periódico: que estaba financiado por el régimen chavista a través de las fundaciones que se repartieron por los países de influencia bolivariana.

Me da igual que no sea delito –que ya veremos-, pero es éticamente reprobable y, sobre todo, si no estuviéramos en funciones debería conllevar un conflicto diplomático de considerables proporciones por lo que supone de injerencia de un Gobierno extranjero en la política nacional. Un Gbierno que vulnera las libertades fundamentales y viola los derechos humanos. Difícil papeleta para un partido que se precia de justo lo contrario y con razón, y si además el concurso con Podemos no es suficiente y hace falta alguna forma de colaboración -vía voto afirmativo o abstención- de los nacionalismos independentistas, ni les cuento. Pero Pedro Sánchez está dispuesto a todo.

A los que todo esto les ha estallado en las narices como una bomba de relojería es a Ciudadanos. Ellos solos se metieron en la boca del lobo y ahora tienen que buscar la forma de salir, y lo hacen pidiendo ayuda a quien hasta hace cuatro días despreciaban: Mariano Rajoy. Es normal que el gallego esté encantado de haberse conocido, porque nunca hasta ahora se las había tenido que ver con tanto aprendiz de brujo con tan pocas luces. Porque, incluso si al final Sánchez consigue llegar al Gobierno, su legislatura está condenada a morir más pronto que tarde, y también en ese caso el principal beneficiado habrá sido el PP. Insisto: sin haber hecho nada para merecerlo. Pero la política es un juego de contrastes.

Tres horas de reunión. Dieciocho -se dice pronto- interlocutores. O sea, a diez minutos de intervención por cabeza. Teniendo en cuenta que Pablo Iglesias, en la más estricta costumbre chavista, es incapaz de hablar menos de tres turnos de palabra, la gran mayoría de los presentes fueron allí a hacer, y perdonen la expresión pero es la única que define con claridad y contundencia lo sucedido, el gilipollas.

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