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Estalla la guerra en el PP por la sucesión de Rajoy
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Estalla la guerra en el PP por la sucesión de Rajoy

La caída de José Manuel Soria deja el camino abierto a un conflicto interno por el poder popular en el que la vicepresidenta del Gobierno parece tener el camino despejado.

Foto: Soria y Sáenz de Santamaría. (EFE)
Soria y Sáenz de Santamaría. (EFE)

“Esto se ha convertido en un campo de batalla”, me decía el viernes al medio día un ministro muy próximo a Mariano Rajoy. Y añadía: “Se está librando una guerra por el poder en el PP, y José Manuel (Soria) era un enemigo a batir por uno de los bandos, que ha aprovechado sus errores para quitárselo de en medio”. Es cierto que a lo largo de todo este periodo de incertidumbre política surgido tras las elecciones del 20D, el nombre de José Manuel Soria sonó como uno de los posibles aspirantes a la sucesión de Mariano Rajoy o, incluso, a la Presidencia de un Gobierno de coalición…

En Soria se da la circunstancia, además, de que es amigo personal de Rajoy y conformaba, junto a otros cuatro compañeros de Gabinete, ese reducido núcleo de próximos al líder del PP abiertamente enfrentados con la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Y ahí está la clave. Es evidente que desde el minuto uno en el que su nombre apareció vinculado al escándalo de los papeles de Panamá, José Manuel Soria no ha hecho más que cometer un error detrás de otro, probablemente fruto de su propia ignorancia sobre lo que estaba ocurriendo y de la precipitación.

El martes por la tarde, el jefe de gabinete de Rajoy, Jorge Moragas, y la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, mantuvieron una charla con el ministro que fue observada de lejos por los periodistas. Moragas y Soria gesticularon mucho y eso hizo que se apreciara como una bronca, aunque tanto el jefe de gabinete de Rajoy como Cospedal me desmintieron personalmente ese extremo por la noche. Sin embargo, en ese encuentro ambos convencieron a Soria de que cambiara de opinión y si el lunes se había negado a comparecer ante el Parlamento, el martes solicitaba esa comparecencia que tenía que haberse producido este próximo lunes.

Soria ha ido acumulando errores a lo largo de la semana fruto de la ignorancia y la precipitación

Pero nos quedaremos sin saber que explicaciones iba a dar Soria. ¿Por qué? Pues básicamente porque a lo largo de la semana se fueron acumulando los errores y el jueves por la tarde-noche la vicepresidenta del Gobierno se negó tajantemente a defenderle en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. Dicho de otro modo, no quiso esperar hasta el lunes para ponerle a los pies de los caballos. Y a Soria, que todavía está por ver que haya cometido algún delito, no le quedó otra que renunciar a sus funciones -no puede dimitir quién está oficialmente cesado desde el día siguiente al 20D-, y dimitir de sus cargos como diputado y como líder del PP canario.

Lo deja todo. Y lo entiendo. La política se ha vuelto imposible, no hay lugar a la presunción de inocencia, a la duda razonable sobre hechos que ni siquiera están siendo investigados por la Justicia… Pero ese es el listón de exigencia moral que hemos puesto, y lo acabaremos pagando muy caro en términos de calidad de nuestra clase política -ya está pasando, solo hay que ver a los que han entrado nuevos en el Parlamento-, pero ese es un tema para otra reflexión.

Lo cierto es que quienes han obligado a Soria a irse sabían dónde apuntaban: a la cabeza de Mariano Rajoy. En otras circunstancias esto no habría pasado, pero Rajoy está demostrando una enorme debilidad, fruto de sus propios errores a lo largo de estos más de cien días de funciones gubernamentales, y no ha sido capaz de sostener a su amigo, al que nombró él. Y esa es la cuestión: el propio Rajoy puso el listón de su responsabilidad en sus nombramientos. Cierto que a Soria nadie le acusa de delitos de corrupción, pero da igual. Desde el mismo momento en el que se va, asume su culpa, y eso hace que el dedo acusador señale directamente a quien le nombró.

La candidatura de Rajoy se queda en el alero mientras que Sáenz de Santamaría mueve sus peones

Lo cual no quiere decir otra cosa que de cara a unas más que probables elecciones generales el 26 de junio, la candidatura de Mariano Rajoy está, ahora mismo, en el alero. Y teniendo en cuenta la premura de tiempo y la descapitalización interna del partido, la vicepresidenta del Gobierno ha conseguido quedarse sin adversarios que la hicieran frente para ocupar esa plaza. Podía haber sido Feijóo, pero en una hábil maniobra política, también consiguió que los tiempos le alejaran de haber vuelto a Madrid y ahora ya se ha autoproclamado candidato a la Xunta por tercera vez, lo que vuelve a dejarle fuera, temporalmente, de la carrera sucesoria.

Y Alfonso Alonso, otro que podría haberle hecho sombra, está predestinado a sufrir lo indecible en las elecciones del País Vasco. ¿Quién queda? Ella. Solo ella. Y ojo con quien pretenda ponérsele delante. Y el aviso ha llegado también a los despachos de la joven dirección del PP, esos a los que en el entorno más próximo de la vicepresidenta se llama los “limpios y puros”, pero que están en el punto de mira de Sáenz de Santamaría. Y Rajoy, mientras tanto, se va quedando solo, muy solo, por no haber sabido ver dónde tenía el enemigo y no haber querido escuchar a quienes se lo venían avisando.

“Esto se ha convertido en un campo de batalla”, me decía el viernes al medio día un ministro muy próximo a Mariano Rajoy. Y añadía: “Se está librando una guerra por el poder en el PP, y José Manuel (Soria) era un enemigo a batir por uno de los bandos, que ha aprovechado sus errores para quitárselo de en medio”. Es cierto que a lo largo de todo este periodo de incertidumbre política surgido tras las elecciones del 20D, el nombre de José Manuel Soria sonó como uno de los posibles aspirantes a la sucesión de Mariano Rajoy o, incluso, a la Presidencia de un Gobierno de coalición…

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