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La venganza de la clase media
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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La venganza de la clase media

Los ciudadanos han decidido vengarse de sus gobiernos votando a partidos que con un discurso demagógico y populista han captado su atención

Foto: El candidato republicano Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos en Escocia. (Reuters)
El candidato republicano Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos en Escocia. (Reuters)

Cometeríamos un inmenso error si aisláramos lo que ha pasado en Gran Bretaña de lo que está pasando en otros países de Europa –la ‘casi’ victoria de la extrema derecha en Austria, el ascenso imparable de Marine Le Pen en Francia, el avance de los neonazis en Alemania, la victoria del partido Cinco Estrellas en Roma…–, en Estados Unidos, donde estoy convencido de que el próximo otoño ganará las elecciones Donald Trump, o en España, donde este domingo nos jugamos muchas cosas y, como escribí hace unos días, es mucho más que probable que nos llevemos la sorpresa de una victoria electoral de Unidos Podemos.

Lo que está pasando no es un hecho coyuntural circunscrito a nuestras fronteras, sino que de alguna manera se ha extendido a todos los países del mundo desarrollado en los que parecía que la globalización era como un maná caído del cielo. Nada más lejos de la realidad. La globalización ha pasado a ser la bestia negra de una clase social que hasta ahora era su supuesta beneficiaria y ahora se siente víctima de la misma. Lo que en definitiva nos han dicho los ingleses es que están hartos de que sean otros, a miles de kilómetros de distancia, los que tomen las decisiones por ellos. Decisiones que han afectado muy negativamente a su vida.

La mayor parte de los votantes a favor del Brexit pertenecen a la clase media que, a todas luces, ha sido la más castigada por la crisis

Y, ¿quiénes han dicho eso? Pues más allá de los muchos análisis sociológicos que estos días se van a hacer sobre el referéndum británico, hay un denominador común: la mayor parte de los votantes a favor del Brexit pertenecen a eso que tradicionalmente llamamos clase media y que, a todas luces, ha sido la más castigada por la crisis y por las decisiones que han tomados los políticos de turno, especialmente los que rigen los destinos de la UE que han impuesto muy duras condiciones presupuestarias a todos los países.

En la decisión de los británicos ha tenido también mucho que ver algo que aquí, por ahora, nos afecta menos pero que también empieza a tener su importancia: la inmigración y, sobre todo, el hecho de que con los mismos impuestos elevados que pagan las clases medias se presten determinados servicios básicos, a veces ventajosos, a la población inmigrante en detrimento de quienes se consideran con el legítimo derecho a ser sus principales usufructuarios. Y eso tiene mucho que ver en el avance de la extrema derecha en muchos países europeos.

En nuestro país, mientras los dirigentes de la ‘vieja política’ se conjuraban en una especie de negación imposible de la realidad, quien mejor ha sabido responder al aviso del Brexit ha sido, sin duda, Pablo Iglesias, reclamando una refundación de la UE, algo que conecta con el sentir de una inmensa mayoría de ciudadanos. Es evidente que Europa, tal y como la conocemos, está en crisis, y esto no es más que el principio. O la UE se refunda, se replantea un modelo que se ha basado en la usurpación sistemática de soberanía de los estados, o está condenada a desaparecer porque ese mismo sentimiento de los británicos empieza a extenderse por el resto de los estados miembros.

El otro día les decía que lejos de lo que pueda parecer, el votante de Podemos no es un antisistema, sino gente normal, clase media en algunos casos acomodada que, sin embargo, en esta crisis ha visto cómo su capacidad adquisitiva caía en picado. Familias que hace unos pocos años se podían permitir el lujo –por llamarlo de alguna manera– de llevar un fin de semana largo a sus hijos a Eurodisney y que ahora tienen que hacer cuentas a partir del día 15 de cada mes para estirar lo poco que les queda hasta el final, que rezan por que no les corten la electricidad, el gas, el agua, que no pueden ni siquiera llevar a sus hijos al cine y a tomar una hamburguesa un sábado por la noche, que se las ven para comprar los libros del colegio, que no pueden ni pedir un préstamo porque aparecen en todos los ficheros de morosos…

No son casos aislados. Son miles. Y están hartos. Están hartos porque ven cómo con sus impuestos abusivos se paga a funcionarios que a miles de kilómetros de distancia ponen unas condiciones durísimas a países como el nuestro, lo cual obliga a los gobiernos a tomar decisiones que les afectan a ellos directamente, en sus salarios, en sus pensiones, en sus impuestos más altos… Están hartos porque ven cómo los mismos que les exigen sacrificios se llevan el dinero crudo a sus cuentas en Suiza, o permiten que otros se lo lleven sin tomar medidas de verdad para evitar la corrupción. Están hartos porque nadie pone límites a los abusos de las entidades financieras, de las compañías de servicios… Están hartos de promesas incumplidas, de mentiras… Están hartos de ser los paganos de los errores de quienes les gobiernan.

La clase media está harta de promesas incumplidas, de mentiras… Están hartos de ser los paganos de los errores de quienes les gobiernan

Hasta hace relativamente poco los ciudadanos manifestaban su enfado, o su hartazgo con la desafección y la abstención, pero los gobiernos, los dirigentes, no hacían caso de esa forma de expresión del rechazo. Pero de pronto han encontrado la forma de decirles a sus gobernantes que no aguantan más, que tienen que cambiar, y esa forma es votando a partidos que con un discurso demagógico y populista han captado su atención. Y han decidido vengarse.

Lo han hecho los ingleses, lo van a hacer los españoles este domingo –no les quepa duda, aunque no sea primera fuerza el partido ganador de las elecciones será Unidos Podemos–, lo harán los franceses votando a Marine Le Pen, lo harán los americanos eligiendo a Donald Trump… Ese es el mensaje que nos están enviando las clases medias, las mismas que durante décadas se mostraron conformistas porque la ‘comodidad’ en la que vivían les mantenía adormecidos, pero que ahora se sienten agraviados, se sienten víctimas de las decisiones del 'establishment', y quieren venganza. Aunque sea a costa de su propio bienestar.

Cometeríamos un inmenso error si aisláramos lo que ha pasado en Gran Bretaña de lo que está pasando en otros países de Europa –la ‘casi’ victoria de la extrema derecha en Austria, el ascenso imparable de Marine Le Pen en Francia, el avance de los neonazis en Alemania, la victoria del partido Cinco Estrellas en Roma…–, en Estados Unidos, donde estoy convencido de que el próximo otoño ganará las elecciones Donald Trump, o en España, donde este domingo nos jugamos muchas cosas y, como escribí hace unos días, es mucho más que probable que nos llevemos la sorpresa de una victoria electoral de Unidos Podemos.

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