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Si Rajoy y Sánchez son el problema, que se vayan
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Federico Quevedo

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Si Rajoy y Sánchez son el problema, que se vayan

Rajoy y Sánchez escenificaron, de nuevo, su infinito distanciamiento, y eso que esta vez al menos el presidente lo intentó ofreciendo al líder del PSOE negociar sobre su propio programa de Gobierno

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy (i), y el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez (d), se saludan al inicio de la reunión. (EFE)
El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy (i), y el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez (d), se saludan al inicio de la reunión. (EFE)

Todo hace pensar que, salvo que ocurra un milagro civil en los próximos días, estamos abocados a unas terceras elecciones. Si eso es así, la imagen de España a ojos de nuestros socios comunitarios y el resto del mundo va a ser más próxima a la de una república bananera que cualquier otra cosa. Eso tiene sus consecuencias, porque sin duda la incertidumbre que genera la incapacidad de nuestros políticos para entenderse acabará por provocar una estampida de inversores. ¿Quién va a querer depositar sus ahorros y apostar por el futuro de un país tan poco seguro como este? Los expertos ya hacen cálculos sobre lo que supondría de retroceso a efectos de PIB de unas terceras elecciones en menos de un año.

¿Culpables? Pues los mismos de siempre, para nuestra desgracia. Ayer Mariano Rajoy y Pedro Sánchez escenificaron, de nuevo, su infinito distanciamiento, y eso que esta vez al menos el presidente del Gobierno lo intentó ofreciendo al líder del PSOE negociar sobre su propio programa de Gobierno... Pero Pedro Sánchez se ha instalado en la más absoluta cerrazón. Algunos creíamos que después de Zapatero era imposible que le pudiera pasar algo peor al PSOE, pero parece un estadista al lado de un Sánchez sin liderazgo suficiente a quien confiar decisiones tan importantes que afectan al futuro de nuestro país.

La virtud de C's está en servir de agente limpiador de los vicios que todavía infectan a nuestros partidos

No tiene sentido, ningún sentido, que si él fue capaz de pactar con Ciudadanos hace unos meses, ahora diga que no a un posible acuerdo del PP con Ciudadanos que requeriría de la abstención del PSOE para poder terminar en una investidura positiva. ¿Qué hay de diferente en el Ciudadanos con el que Sánchez pactó, y el Ciudadanos que ahora Sánchez engloba en eso que llama "las derechas"? La virtud de Ciudadanos está, precisamente, en servir de agente limpiador de los vicios que todavía infectan a nuestros partidos -lo cual no quiere decir que en algún momento los del partido naranja no vayan a caer en ellos-, y un posible pacto del PP con el partido de Rivera debería ser una razón suficiente para que Sánchez permita tirar hacia adelante.

La obcecación del líder del PSOE resulta tan pertinaz y destructiva como el inmovilismo del que ha hecho gala el líder del PP durante todo este tiempo, convencido de que la fuerza de los hechos acabaría haciéndole presidente del Gobierno por adhesión incondicional de los demás. Demasiado tarde para hacerse ahora el interesante abriendo la posibilidad de negociar lo que nunca quiso negociar antes. Rajoy ha tenido cinco semanas para poner en marcha lo que ahora ha ofrecido a Sánchez: una mesa de negociación con dos equipos, uno de cada partido, que hablen de todo aquello en lo que es posible ponerse de acuerdo, que son muchas cosas, aunque pueda parecer lo contrario.

Permitir la investidura con la abstención a cambio de políticas consensuadas no impide que el PSOE ejerza la oposición, simplemente la adjetiva de responsable

Eso no significa que el PSOE se tenga que comprometer con el Gobierno, ni mucho menos. Permitir la investidura con la abstención a cambio de determinadas políticas consensuadas, no impide que el PSOE ejerza la oposición, sino que simplemente la adjetiva de responsable. Pero si Sánchez es incapaz de hacer algo bueno por su país, y Rajoy ha ido perdiendo todos los trenes que le han ido pasando por delante por no levantarse a cogerlos, lo mejor será que se vayan, que no dependa de ellos nuestro futuro, sino de líderes más abiertos y dialogantes, capaces de entenderse y de anteponer el interés general al suyo particular, porque eso es, en definitiva, lo que imposibilita el diálogo.

Todo hace pensar que, salvo que ocurra un milagro civil en los próximos días, estamos abocados a unas terceras elecciones. Si eso es así, la imagen de España a ojos de nuestros socios comunitarios y el resto del mundo va a ser más próxima a la de una república bananera que cualquier otra cosa. Eso tiene sus consecuencias, porque sin duda la incertidumbre que genera la incapacidad de nuestros políticos para entenderse acabará por provocar una estampida de inversores. ¿Quién va a querer depositar sus ahorros y apostar por el futuro de un país tan poco seguro como este? Los expertos ya hacen cálculos sobre lo que supondría de retroceso a efectos de PIB de unas terceras elecciones en menos de un año.

Mariano Rajoy Inversores Pedro Sánchez