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La 'podemización' del PSOE o por qué Sánchez necesitaba un enemigo
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Federico Quevedo

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La 'podemización' del PSOE o por qué Sánchez necesitaba un enemigo

El PSOE ha perdido mucho apoyo electoral, pero se encuentra en la media de otros partidos socialdemócratas europeos, y su principal rival, el PP, tampoco está mucho mejor

Foto: Pablo Iglesias y Pedro Sánchez bajan por la Carrera de San Jerónimo de Madrid. (EFE)
Pablo Iglesias y Pedro Sánchez bajan por la Carrera de San Jerónimo de Madrid. (EFE)

Vaya por delante que cuando escribía estas líneas, en la sede socialista de la calle Ferraz seguía celebrándose un dramático comité federal que, tras muchas horas de intensas discusiones que solo dan fe de la inmensa brecha que se ha abierto en ese partido, concluiría con la dimisión de Pedro Sánchez y la elección de una gestora. Pero lo que me preocupaba no era tanto los sucesos del sábado sino el cómo se había llegado hasta aquí en un partido con una historia importante de contribución a la consolidación de la democracia en España y de aportación a la estabilidad institucional.

Con sus errores, que son muchos en los años en los que primero Felipe González, y después Rodríguez Zapatero, gobernaron este país. Pero no más ni menos que los que haya podido acumular el PP. Por eso desde la perspectiva de un partido leal al orden constitucional no se entiende que el dimitido Pedro Sánchez lo haya conducido al extremo de la obsesión, el encanallamiento y el odio hacia la figura de Mariano Rajoy.

En los últimos meses este que suscribe ha sido bastante crítico con el presidente en funciones porque no me ha gustado cómo ha gestionado la crisis política derivada de las elecciones del pasado 20 de diciembre y todo lo ocurrido después tanto dentro como fuera de su partido. Pero Rajoy es un dirigente político cuya honestidad no está en entredicho, que sigue cosechando un apoyo electoral importante y que si ha cometido errores durante su mandato –que los ha cometido–, estos no son peores ni más escandalosos que los que pudo haber cometido, por irnos a un ejemplo próximo, Zapatero.

Sánchez se había obsesionado con la herida abierta a su izquierda y se empeñó en ocupar el espacio de Podemos con un discurso combativo

¿Por qué, entonces, Pedro Sánchez lo había convertido en un enemigo, en lugar de en un adversario? La diferencia es importante: a los adversarios se les puede tender la mano, a los enemigos hay que destruirlos. La razón de que esto sea así tiene todo que ver con la irrupción en el escenario político de Podemos, una formación de extrema izquierda antisistema que se ha alimentado básicamente del voto socialista y de IU utilizando un lenguaje agresivo y rupturista. Pero también de Ciudadanos que, aunque ha alimentado su base electoral principalmente del PP y los restos de UPyD, también le ha arañado un porcentaje entre el 8 y el 10% de votantes al PSOE, esta vez con un discurso regeneracionista y reformista.

En ambos casos ha habido un caldo de cultivo con la crisis económica y el hartazgo de los ciudadanos por los sucesivos casos de corrupción. Pero Sánchez se había obsesionado con la herida abierta a su izquierda y se empeñó en ocupar el espacio de Podemos con un discurso combativo que recordaba mucho al que viene haciendo Pablo Iglesias desde sus orígenes. Inmenso error. Los hechos demuestran que los votante eligen al original, nunca a la copia. El PSOE ya ha sufrido esto en sus propias carnes cada vez que ha pretendido, por ejemplo, ser más nacionalista que los nacionalistas (que se lo digan al PSC o al PSdeG, y aún siguen insistiendo en el error).

Pero los partidos radicales necesitan un ‘enemigo’ para justificarse. El chavismo encontró su enemigo en el imperialismo yanqui. Podemos, que lo aprendió en Venezuela, lo buscó en la casta, la clase dirigente a la que culpó de todos los males de la sociedad. El PSOE de Sánchez no podía hacer eso –aunque empieza a calar ese discurso entre su militancia más extremista– porque ha sido demasiado parte del sistema como para ahora negarlo, y encontró su enemigo en Mariano Rajoy. Lo que ha hecho Sánchez, lo que hizo en su no discurso ante el comité federal del sábado, es obligar a los suyos a elegir entre él o Rajoy.

Una trampa, una trampa vil y miserable, porque no es esa la verdadera elección, sino entre pasar a la oposición y recomponer un partido muy hundido electoralmente intentando ejercer el liderazgo de la izquierda en el Parlamento, o favorecer un gobierno imposible que supondría una amenaza muy seria a la convivencia y la estabilidad institucional. Pero el problema es que Sánchez ya ha conseguido la podemización de buena parte, al menos la mitad, de su partido, y lo hemos visto estos días en los que siguiendo el ejemplo del manejo de las redes de los militantes de Podemos, los partidarios de Sánchez se han volcado en el insulto, el acoso y hasta la amenaza a los ‘críticos’.

El futuro del PSOE pasa por huir de esa escalada de podemización y volver a recuperar la esencia de un partido socialdemócrata europeo

El PSOE es un partido que llegaba el sábado roto y enfrentado en una cruenta guerra civil interna a un comité federal que, si duda, va a ser histórico para esas siglas. Es pronto para saber las consecuencias de lo que pasó el sábado, pero si en otras ocasiones supieron amortiguar sus crisis –recuérdese el abandono del marxismo– precisamente la podemización a la que había conducido Sánchez al PSOE hace que ahora el riesgo de fractura sea mucho mayor.

Pero su futuro pasa por huir de esa escalada de podemización y volver a recuperar la esencia de un partido socialdemócrata europeo. Es verdad que ha perdido mucho apoyo electoral, pero se encuentra en la media de otros partidos socialdemócratas europeos, y su principal rival, el PP, tampoco está mucho mejor… Luego solo una trayectoria equivocada le podría hacer caer aún más y acabar cediendo el testigo de la referencia de la izquierda a quien de verdad es su mayor enemigo: Podemos.

¿Qué va a pasar ahora? Lo lógico es que la gestora tome una decisión difícil: la de abstenerse o no en la investidura de Rajoy. Si opta por el no, habría que ir a elecciones y el PSOE podría tener un resultado desastroso produciéndose esta vez el temido 'sorpasso'… Si es que sí, lo más probable es que se produzca una fractura en el propio grupo parlamentario de muy difícil recomposición. Hay una salida, pero depende de Rajoy: que sea otro el candidato del PP, para una legislatura corta, de dos años, en aras de la estabilidad futura y del bien del país y su gobernabilidad.

Vaya por delante que cuando escribía estas líneas, en la sede socialista de la calle Ferraz seguía celebrándose un dramático comité federal que, tras muchas horas de intensas discusiones que solo dan fe de la inmensa brecha que se ha abierto en ese partido, concluiría con la dimisión de Pedro Sánchez y la elección de una gestora. Pero lo que me preocupaba no era tanto los sucesos del sábado sino el cómo se había llegado hasta aquí en un partido con una historia importante de contribución a la consolidación de la democracia en España y de aportación a la estabilidad institucional.

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