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Por qué Errejón nos cae mejor que Iglesias
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Federico Quevedo

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Por qué Errejón nos cae mejor que Iglesias

Errejón se ha consagrado como el rostro amable de un Podemos que hasta ahora despertaba muchos recelos en una parte importante de la sociedad española

Foto: El secretario político de Podemos, Íñigo Errejón. (EFE)
El secretario político de Podemos, Íñigo Errejón. (EFE)

Podemos está de moda. Aunque es cierto que en lugar de estarlo por sus aciertos, esta vez lo está por sus errores. La imagen de un Podemos dividido en dos y a la gresca no le está haciendo ningún bien a la formación morada y en las redes sociales, especialmente en Twitter, donde sus seguidores habitualmente descargan todas sus emociones, se percibe un clima que oscila entre la estupefacción y el desconcierto, cuando no una caída a los infiernos del desánimo. Eso lo conocen bien los partidos tradicionales: las guerras civiles contribuyen a la desafección de los propios. Y Podemos, que hasta ahora se ofrecía a los suyos como lo diferente, lo nuevo, ha caído en los mismos tópicos que durante tanto tiempo habían criticado de los partidos tradicionales.

Y la división es el peor de todos ellos, porque suele ser el que más castiga el electorado. Pero lo cierto es que esa imagen de división interna, que además tiene componentes casi de crueldad propia de los partidos bolcheviques en los que las purgas de los críticos estaban a la orden del día, ya es inevitable. Y la sensación de que la batalla tendrá vencedores y vencidos, y de que los primeros no tendrán piedad con los segundos si estos son los llamados ‘críticos’, también. Y es esto último lo que hace que en el ámbito de las simpatías, Íñigo Errejón despierte muchas más que Pablo Iglesias.

La imagen del actual secretario general de Podemos ha perdido muchos enteros en los últimos meses. Él mismo se ha empeñado en destruirla. Acostumbrado como estaba a que se le tratara de lujo en determinados platós de televisión, en cuanto tuvo que ofrecer una cara de sí mismo que no era la del maquillaje televisivo se vio a un Pablo Iglesias arrogante, vanidoso, pagado de sí mismo… Pero, sobre todo, se vio a un Pablo Iglesias capaz de cualquier cosa con tal de mantener un estricto control del poder que tiene y la defenestración del errejonista Sergio Pascual nos ofreció ese rostro cruel de Iglesias. Por eso nadie duda de que si al final las tesis de Pablo Iglesias se imponen en Vistalegre II, eso va a significar el sacrificio en el altar de la purga bolchevique de Íñígo Errejón y los suyos.

Frente a las posiciones maximalistas y rupturistas de los seguidores de Iglesias, Errejón prefiere buscar apoyos para cambiar las cosas desde dentro

Hubo un momento, al principio de esta guerra de familias, en el que parecía que todo era una forma de atraer la atención de los medios y que en el fondo nada de todo esto era cierto… Pero hoy sabemos que no es así, que las espadas están levantadas y que los golpes son mortales, como lo ha demostrado el corte de la cabeza de José Manuel López en la Asamblea de Madrid. Errejón, sin embargo, se ha consagrado como el rostro amable de un Podemos que hasta ahora despertaba muchos recelos en una parte importante de la sociedad española.

En un país donde, a pesar de todas las razones que habría y que hay para que la gente se hubiese inclinado por darle el poder a los que querían cambiarlo todo, sin embargo los votantes han apostado por la estabilidad y, parece, que por la resurrección del bipartidismo. Y algo de esto ha debido de entender Errejón, porque frente a las posiciones maximalistas y rupturistas de los seguidores de Iglesias, que parecen apostar por el radicalismo más absoluto y condenar a Podemos a la marginalidad, él prefiere buscar cuantos más apoyos, mejor, para cambiar las cosas desde dentro y no a base de asaltos al poder que en España se han demostrado inútiles.

Por eso nos cae bien. Porque aunque se pueda no compartir las ideas de Errejón, nadie se opone a que las cosas cambien para bien. Algo ya había conseguido Podemos: obligar a los partidos a introducir en su lenguaje una terminología más social. Sería una pena que haciendo la falta que hace que esa terminología se traduzca en hechos concretos, Podemos desaparezca y se convierta en una nueva e inútil IU porque su líder no ha entendido en que país vive. Errejón sí lo sabe, o al menos eso parece estar demostrando.

Podemos está de moda. Aunque es cierto que en lugar de estarlo por sus aciertos, esta vez lo está por sus errores. La imagen de un Podemos dividido en dos y a la gresca no le está haciendo ningún bien a la formación morada y en las redes sociales, especialmente en Twitter, donde sus seguidores habitualmente descargan todas sus emociones, se percibe un clima que oscila entre la estupefacción y el desconcierto, cuando no una caída a los infiernos del desánimo. Eso lo conocen bien los partidos tradicionales: las guerras civiles contribuyen a la desafección de los propios. Y Podemos, que hasta ahora se ofrecía a los suyos como lo diferente, lo nuevo, ha caído en los mismos tópicos que durante tanto tiempo habían criticado de los partidos tradicionales.

Íñigo Errejón Vistalegre II