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Adiós al 'aguirrismo' y a todo lo que conlleva
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Federico Quevedo

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Adiós al 'aguirrismo' y a todo lo que conlleva

Aguirre ha demostrado ser una mujer de armas tomar, con mucho mando en plaza, inteligente, diplomática y de no caer en lo políticamente correcto. Y ambiciosa

Foto: Cristina Cifuentes y Esperanza Aguirre. (EFE)
Cristina Cifuentes y Esperanza Aguirre. (EFE)

El largo, cálido y emocionado aplauso con el que los compromisarios y militantes del PP de Madrid ovacionaron a la que durante años ha sido su presidenta regional, Esperanza Aguirre, pone fin a una época. Las lágrimas de la que todavía hoy sigue siendo portavoz del PP en el Ayuntamiento eran comprensibles: Aguirre ha gozado de un importante respaldo y de un afecto incuestionable por parte de la militancia madrileña del PP. Pero su tiempo ha pasado.

En la política española corren nuevos aires y, aunque en general al PP le cueste acostumbrarse, lo cierto es que en el PP madrileño ese cambio se ha venido notando desde que la que desde ayer es nueva presidenta regional, Cristina Cifuentes, fuera imponiendo su impronta. Ya el solo hecho de que sea la primera presidenta elegida con un sistema más democrático, defendido por ella misma con uñas y dientes desde hace tiempo, implica una nueva forma de liderar un partido.

El PP madrileño abandona el aguirrismo y todo lo que conlleva. Lejos de aquella imagen de ministra despistada y de rubia tonta que quiso trasladar a España entera con Pablo Carbonell en Caiga quien Caiga, Aguirre ha demostrado durante muchos años ser una mujer de armas tomar, con mucho mando en plaza, inteligente, diplomática y capaz de pensar por sí misma y de no caer en lo políticamente correcto. Y ambiciosa. En el fondo, siempre quiso llegar a lo más alto, para lo que no contaba con los suficientes apoyos dentro de su partido, pero esa ambición le hizo convertirse en el referente interno de la oposición a Mariano Rajoy.

Pero lo que, sin duda, hace tiempo que venía lastrando del liderazgo de Aguirre en el PP de Madrid no era ni su ambición ni su oposición crítica sino la corrupción. Y déjenme decirles que -sin caer en el absurdo de poner la mano en el fuego por nadie- estoy convencido de que ella por sí misma jamás ha caído en la tentación de dejarse corromper. Entre otras cosas porque no le hacía falta y siempre ha demostrado que para ella lo que tenía -que no era poco- era suficiente. Pero no supo rodearse de las personas oportunas, de gente de bien, y ese ha sido, sin duda, el problema que de manera más evidente ha lastrado su imagen.

El PP de Madrid llegó a convertirse en una mafia con distintas familias enfrentadas entre sí por el control de las calles y las plazas de los municipios

Aguirre se rodeo de fieles que no lo eran, y que además se enfrentaron entre sí en busca de cuanto mayor beneficio personal, mejor. Hoy el PP de Madrid, no el actual, sino el que corresponde a la etapa en la que ella era presidenta, está bajo sospecha. Y bajo sospecha grave, muy grave, de corrupción casi estructural, instalada ya como una forma de negocio partidario dentro del armazón del partido y del gobierno regional mientras ella ostentaba la presidencia del mismo. El PP de Madrid llegó a convertirse en una mafia con distintas familias enfrentadas entre sí por el control de las calles y las plazas de los municipios gobernados por las siglas de la gaviota.

Y ella miró para lado. Siempre he dicho que el mejor político es aquel que sabe retirarse a tiempo, y creí que Aguirre lo era aquel verano de 2012 cuando anunció que dejaba la política. Pero unas semanas después se arrepentía tentada por la posibilidad de acabar su carrera como alcaldesa de Madrid. No podrá ser, porque veo difícil que repita como candidata en las próximas municipales. Dudo que Cifuentes esté dispuesta a someter al PP madrileño a una campaña en la que aflorarían constantemente todos los escándalos que han rodeado a la hasta hace poco su rival dentro de las filas madrileñas del PP.

La nueva presidenta quiere cambiarlo todo, de arriba abajo, y que ni una sombra de sospecha pueda entorpecer su objetivo de volver a recuperar la capital y la mayoría absoluta en la Comunidad en 2019. Que lo consiga dependerá, entre otras cosas, de que en efecto el 'aguirrismo' haya sido enterrado definitivamente y forme parte del pasado desde este mismo fin de semana.

El largo, cálido y emocionado aplauso con el que los compromisarios y militantes del PP de Madrid ovacionaron a la que durante años ha sido su presidenta regional, Esperanza Aguirre, pone fin a una época. Las lágrimas de la que todavía hoy sigue siendo portavoz del PP en el Ayuntamiento eran comprensibles: Aguirre ha gozado de un importante respaldo y de un afecto incuestionable por parte de la militancia madrileña del PP. Pero su tiempo ha pasado.

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