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Rajoy se fuma un puro a la precaria salud de Sánchez e Iglesias
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Rajoy se fuma un puro a la precaria salud de Sánchez e Iglesias

El único dolor de cabeza para Rajoy podría venir de la capacidad que tengan Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para articular una mayoría parlamentaria que ponga al PP en problemas

Foto: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se estrechan la mano antes del comienzo de su reunión en el Congreso. (Borja Puig | PSOE)
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se estrechan la mano antes del comienzo de su reunión en el Congreso. (Borja Puig | PSOE)

Pocos políticos hay, ha habido y habrá en la vida política española que tengan tanta suerte como la que tiene el líder del PP, Mariano Rajoy. Con una exigua minoría parlamentaria, teniendo que llegar a acuerdos a muchas bandas para poder sacar adelante cualquier iniciativa, sin embargo el líder del PP puede acabar disfrutando de una de las legislaturas más razonablemente tranquilas de la democracia, y todo gracias a la torpeza de los líderes de los principales partidos de la oposición. Bueno, no de todos, porque el de Ciudadanos, Albert Rivera, ya ha comprendido que hacer 'seguidismo' de la estrategia de Sánchez no le lleva a ninguna parte y, con bastante acierto, está siguiendo la suya propia y, de hecho, es el único que puede alterar esa tranquilidad en un PP que ve cómo el partido naranja crece en las encuestas a su costa.

Pero Rivera no va a dejar caer al Gobierno, porque sabe que eso no le beneficia en nada, mientras que su política de palo con la corrupción y los incumplimientos del PP, y zanahoria en los asuntos de Estado y en los que afectan a la vida de las personas, le está dando réditos electorales. Luego, realmente, el único dolor de cabeza para Rajoy podría venir de la capacidad que tengan Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para articular una mayoría parlamentaria que ponga al PP en problemas. Y hoy por hoy, y a riesgo de que en los próximos meses ocurra algo que lo cambie todo —y ese algo solo puede venir de la mano de alguno de los casos de corrupción que afectan al PP—, eso no parece ni probable ni posible.

Es verdad, también, que dure lo que dure esta va a ser una legislatura muy pobre en cuanto a iniciativas legislativas. Ya lo viene siendo —solo cinco leyes en lo que va desde la investidura a ahora— y amenaza con seguir así, porque al Gobierno le cuesta encontrar mayorías suficientes, pero si logra aprobar los Presupuestos de 2018 —y los primeros pasos de las negociaciones van por buen camino—, podría incluso prorrogarlos en 2019 en el peor de los casos, lo cual le llevaría a unas elecciones al final de ese año e, incluso, a principios de 2020, cumpliendo casi los cuatro años de la legislatura. No es eso, sin duda alguna, lo que pretenden Sánchez e Iglesias.

Pero la estrategia del líder del PSOE parte de un análisis equivocado de la realidad: si bien es cierto que el PSOE debe diferenciarse del PP para ser alternativa, no es escorándose a la izquierda e identificándose con Podemos donde va a encontrar el camino que lo acabe visualizando como tal. Entre otras cosas porque la estrategia de Sánchez tiene un origen personalista que la envenena: en el fondo, está obsesionado con Rajoy, y aunque sabe que los números no salen para una moción de censura que le derribe, no deja de plantearse esa posibilidad aunque sea ciencia ficción. La impresión que transmite es la de que está dispuesto a aliarse con cualquiera y de cualquier manera para intentar acabar con Rajoy. Y ese es su gran error, un error que le lleva, además, a cometer otro mas grave si cabe todavía: parecer desesperado por ocupar La Moncloa.

Pero ambos, Sánchez e Iglesias, retroalimentan sus propias carencias y se muestran como líderes inseguros e incapaces de ofrecer una verdadera alternativa al PP. Es más, siguen empeñados en trasladar la iconografía de un circo o de un programa de entretenimiento televisivo. La misma escena de este martes, Sánchez comentando en una tertulia las palabras de Iglesias ante la prensa, refleja que siguen considerando la política como un espectáculo, mientras que Rivera y Rajoy solo unas horas más tarde ofrecían la imagen de dos líderes políticos capaces de entenderse en los asuntos de Estado más importantes.

Y España ya no está en la situación de hace tres años, cuando Podemos irrumpía con fuerza en el panorama político aupado por el descontento de la gente. Ese descontento ya no existe en la misma intensidad, y de ahí que la apelación del propio Sánchez al 15-M carezca de sentido. Por el camino de la radicalidad no va a llegar a ninguna parte, ni él, ni Iglesias. Y mientras tanto Rajoy seguirá sentado en su despacho de La Moncloa fumándose un puro —es un decir, porque ya no fuma— a la salud de ambos.

Pocos políticos hay, ha habido y habrá en la vida política española que tengan tanta suerte como la que tiene el líder del PP, Mariano Rajoy. Con una exigua minoría parlamentaria, teniendo que llegar a acuerdos a muchas bandas para poder sacar adelante cualquier iniciativa, sin embargo el líder del PP puede acabar disfrutando de una de las legislaturas más razonablemente tranquilas de la democracia, y todo gracias a la torpeza de los líderes de los principales partidos de la oposición. Bueno, no de todos, porque el de Ciudadanos, Albert Rivera, ya ha comprendido que hacer 'seguidismo' de la estrategia de Sánchez no le lleva a ninguna parte y, con bastante acierto, está siguiendo la suya propia y, de hecho, es el único que puede alterar esa tranquilidad en un PP que ve cómo el partido naranja crece en las encuestas a su costa.

Mariano Rajoy Pedro Sánchez