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Sobre la supuesta inteligencia electoral
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José Luis González Quirós

Dramatis Personae

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Sobre la supuesta inteligencia electoral

Hace ya mucho que se pudo de moda hablar de diversas inteligencias, artificial, emocional, neuronal… etc. Ahora nos ha llegado un vástago bastante reciente de esa

Hace ya mucho que se pudo de moda hablar de diversas inteligencias, artificial, emocional, neuronal… etc. Ahora nos ha llegado un vástago bastante reciente de esa tendencia, la inteligencia electoral, algo ante lo que se siente la tentación de decir que no es otra cosa que la tradicional cautela de los partidos con los temas que puedan afectarles negativamente, y que tratarán de emplear los adversarios para ponerlos en aprietos.  

Se ha hablado bastante de este asunto a propósito del PP, de su supuesta resistencia a revelar sus más aviesas intenciones, aunque estas se limitasen, con una humildad casi franciscana, al intento de enderezar los muchos entuertos que han ocasionado sus oponentes. En estas estábamos cuando, no sin que fuera presumible, el comunicado de ETA ha irrumpido en el escenario.

De ETA se puede condenar su carácter criminal, su cruel brutalidad, pero no su inteligencia, aunque no sea electoral. Es muy probable que el hecho de que ETA no haya tenido nunca que ganar elecciones le haya permitido concentrar sus esfuerzos en elaborar una estrategia tan implacable como certera, perfectamente asentada en obtener una legitimación a posteriori de los efectos políticos del terror, lo que no supone otra cosa que ponerse a la democracia por montera, objetivo que todavía no han alcanzado por completo, pero que, por insólito que sea, suscita necios entusiasmos. Su análisis ha partido de la presunción de que la democracia  no iba a tener suficientes energías para rechazar el asalto cuando los etarras decidieran disfrazarse de pacifistas, como víctimas de la perpetuación de un inexistente conflicto, una invención que ha resultado ser tan mítica como eficaz para convencer a unos expertos hábilmente motivados con suculentas minutas, seguramente tax free, que no otra cosa ha sido la llamada conferencia de paz.

Los estrategas del PP parecen haber ideado un sofisticado método para evitar que el asunto de ETA se convierta en tema electoral. De momento no les asiste el éxito, hay que reconocerlo, porque casi nadie habla de otra cosa que de la buena noticia que nos han regalado los chicos de la banda

Los estrategas del PP parecen haber ideado un sofisticado método para evitar que el asunto de ETA se convierta en tema electoral. De momento no les asiste el éxito, hay que reconocerlo, porque casi nadie habla de otra cosa que de la buena noticia que nos han regalado los chicos de la banda. Aunque, por fortuna, el comunicado del PP en relación con el asunto ha sido básicamente correcto, puede cundir la impresión de que el PP trata de huir de un asunto que no le resulta simpático, a la espera de llegar al Gobierno y mostrar su verdadera posición respecto al desafío político, y no meramente terrorista, que supone el planteamiento que ha hecho público la ETA.

Al actuar de este modo, el PP podría dar pie, espero que sin quererlo, a un notable equívoco, que pudiera ser grave, pero muchísimo menos peligroso que lo sería una modificación de fondo, y bastante artera, de las posiciones del PP al respecto. De ser mínimamente cierto esto último, estaríamos ante algo que podría empezar a considerarse como una especie de zapaterización del PP, un intento bastante inconsistente de modificar las posiciones sustanciales de un partido, de lo que piensan sus votantes, en aras del interés electoral de sus líderes. La posible justificación de una maniobra tan arriesgada sería más o menos como sigue: primero, el tema de ETA ya no preocupa a los españoles, ha descendido varios puestos en los análisis sobre el particular que hace el CIS; segundo, hay que rendirse a la evidencia de que una mayoría de carácter soberanista puede ganar las elecciones autonómicas y podría reclamar la independencia de Euskadi; tercero, la única manera de evitar eso sería un rediseño del mapa territorial español que acabase definitivamente con la unidad política, con la Nación española de la que habla nuestra Constitución y que, junto con la democracia es el enemigo real de ETA, para llegar a formas puramente nominales que el tiempo se encargase de diluir en la nada. Si esto no se parece al rotundo triunfo político de ETA, que venga Dios y lo vea.

Esta no ha sido nunca la posición del PP, y no podrá serlo sin serio riesgo serio de ruptura del partido y, a más corto plazo, sin que pueda distraer muchos votos necesarios para la mayoría absoluta dirigiéndolos a las urnas de UPyD. Si esto es así, ¿en qué consiste la inteligencia electoral de tratar esta asunto con sordina?, ¿se pretende acaso que Rubalcaba centre su campaña en los aciertos económicos del socialismo?

El PP debería explotar la lectura contraria, hacer ver que la supuesta renuncia de ETA a las armas, cosa que está por ver, aunque hay que esperar sea cierta, es consecuencia de una derrota política frente a la democracia y frente a la Nación española, y debería dejar claro cuáles son las líneas cuyo traspaso no tolerará, en ningún caso. Si los electores han dejado de preocuparse por ETA es porque piensan, quizá equivocadamente, que eso es lo que está ocurriendo, que ETA ha sido derrotada, pero no se conformarán con facilidad si se les pretende dar gato por liebre, un gato indigesto, y humillante que hay que ser muy cobarde para confundir con un pastel.

*José Luis González Quirós es analista político

Hace ya mucho que se pudo de moda hablar de diversas inteligencias, artificial, emocional, neuronal… etc. Ahora nos ha llegado un vástago bastante reciente de esa tendencia, la inteligencia electoral, algo ante lo que se siente la tentación de decir que no es otra cosa que la tradicional cautela de los partidos con los temas que puedan afectarles negativamente, y que tratarán de emplear los adversarios para ponerlos en aprietos.