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La carta de Rajoy y el desgaste del Gobierno
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José Luis González Quirós

Dramatis Personae

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La carta de Rajoy y el desgaste del Gobierno

Era evidente que el Gobierno iba a experimentar un gran desgaste, pero la sorpresa no está siendo que dé sensación de agotamiento, sino que se deje

Era evidente que el Gobierno iba a experimentar un gran desgaste, pero la sorpresa no está siendo que dé sensación de agotamiento, sino que se deje llevar por el despeñadero sin haber intentado acometer seriamente cambios decisivos. Partiendo de que un desastre como el de Zapatero había durado casi ocho años, los del PP han debido pensar que tenían tiempo y se han dedicado a malgastarlo. Gravísimo error que ahora no sabe cómo subsanar, porque los populares han cometido un equívoco inverso al quijotesco: creer que estaban combatiendo contra molinos de viento cuando se enfrentaban con gentes con suficiente poder como para cerrar los mercados de deuda y ponernos al borde del abismo.

En medio de tanta desdicha, el presidente del Gobierno parece haberle cogido el gusto al género epistolar. La carta que, según se ha hecho público, ha escrito a Barroso y Van Rompuy (sin que en la semana que ha transcurrido desde que fue escrita hayan tenido tiempo de revisar su desaliño gramatical, impropio de un gobierno serio) es una especie de memorial de deseos que ignora el hecho de que los presidentes no están para escribir cartas pidiendo auxilio, sino para hacer política, para encabezar la resistencia y el sacrificio sin esperar nada de quienes, ni tienen razones serias para ayudarnos, ni, visto lo visto, tienen motivos para fiarse de cuanto les decimos, sobre todo cuando se hace de manera tan desairada.

Contaminados por la debilidad habitual de los gobiernos españoles frente a los desplantes autonómicos, los genios de Moncloa han debido pensar que podían torcer el pulso a Merkel, al BCE y a quien haga falta; pero, ¡qué lástima!, no se ha producido el milagro, y todo lo que tenemos es el espectáculo de un Gobierno que pide a otros que le resuelvan sus problemas.

Los españoles de a píe se han dado cuenta hace mucho de que la crisis va en serio, y están haciendo lo que pueden, pero se encuentran con una clase política que persiste en la irresponsabilidad, en los brotes verdes, y en triquiñuelas verbales que ya no se creen ni quienes las propagan

Y, mientras tanto, para que no falte de nada, ministras diciendo que el AVE es rentable y que, a su parecer, lo será más cuando llegue a Pontevedra, o dando muestras de que sus antecesoras más torpes eran auténticos genios de la oratoria. Es obvio que el Gobierno comete fallos de comunicación, pero lo realmente grave es que parece no haberse enterado de qué nos pasa, de qué piensan los españoles y de qué piensan de nosotros nuestros socios en la Unión Europea. Pero, vamos a ver, ¿cómo se puede hablar en serio de la marca España si nadie parece capaz de hacerle ver al presidente de los jueces que no puede continuar ni un día más en el humilladero en que ha convertido su sillón?; ¿cómo es posible que alguien con un mínimo de experiencia política piense que ese escandaloso asunto puede tratarse como si fuera un detalle menor?

Treinta y cinco años después de inaugurarse la democracia, los españoles asisten atónitos a la parálisis de los responsables del sistema político, incapaces de afrontar con el debido rigor y exigencia la crisis más seria de nuestra economía y de nuestras instituciones. Pensar que podemos arreglar algo pidiendo auxilio supone una enorme inconsecuencia con la democracia misma, que no es otra cosa que un sistema de exigencia de responsabilidades a quienes realmente las tienen.

Los españoles de a pie se han dado cuenta ya hace mucho de que la crisis va en serio, y están haciendo lo que pueden, pero se encuentran con una clase política que persiste en la irresponsabilidad y en el disimulo, en los brotes verdes, y en triquiñuelas verbales que ya no se creen ni quienes las propagan. Rescate o préstamo, la desgracia es que no hemos podido salvar nuestro sistema financiero (aunque mejor diríamos el desaguisado montado por políticos metidos a banqueros), que hemos tenido que aumentar la deuda en un alto porcentaje. Y, claro, la prima de riesgo reacciona como lo hace porque no tiene que ser sensible a las alquitaradas razones de quienes tratan de disimular lo que ya no tiene enmienda: el hecho de que la economía española no ha sido ni será capaz de soportar el peso de tanta irresponsabilidad, de tanto despilfarro, de tanto político con gastos sin control, de tanta obra innecesaria, de un sistema que, a lo que se ve, no está dispuesto a reformarse

Desde el punto de vista histórico estamos, sin duda alguna, ante una gravísima crisis nacional, como hace unas décadas. Al final del franquismo se supo qué hacer, porque, aunque se cometieran errores, hubo altura de miras y España salió adelante. Ahora estamos ante un desafío de no menor enjundia, pero tenemos una clase política que no se da cuenta de la envergadura del reto, que cree que va a poder sobrevivir cargando las espaldas de los españoles con más obligaciones, con más recortes, con nuevos impuestos, pero sin reformar a fondo el sistema, sin alterar nada esencial. Se trata de un imposible, porque un país mediano no puede soportar una superestructura tan megalómana como ineficiente y tolerante con la corrupción, los abusos y la irresponsabilidad, por más que muchos sigan sin darse cuenta de hasta qué punto han hundido irremisiblemente el tinglado.

*José Luis González Quirós es analista político

Era evidente que el Gobierno iba a experimentar un gran desgaste, pero la sorpresa no está siendo que dé sensación de agotamiento, sino que se deje llevar por el despeñadero sin haber intentado acometer seriamente cambios decisivos. Partiendo de que un desastre como el de Zapatero había durado casi ocho años, los del PP han debido pensar que tenían tiempo y se han dedicado a malgastarlo. Gravísimo error que ahora no sabe cómo subsanar, porque los populares han cometido un equívoco inverso al quijotesco: creer que estaban combatiendo contra molinos de viento cuando se enfrentaban con gentes con suficiente poder como para cerrar los mercados de deuda y ponernos al borde del abismo.

Mariano Rajoy