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La encrucijada del PP
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José Luis González Quirós

Dramatis Personae

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La encrucijada del PP

El liderazgo de Mariano Rajoy ha llevado al PP a una encrucijada realmente extraña… y muy peligrosa. Tras ganar las elecciones, existe una seria amenaza de

El liderazgo de Mariano Rajoy ha llevado al PP a una encrucijada realmente extraña… y muy peligrosa. Tras ganar las elecciones, existe una seria amenaza de que el partido implosione y se desintegre. No hay que olvidar que un partido es mucho más que su directiva, por amplias que sean las prerrogativas que ésta se arrogue, de modo que puede darse, perfectamente, el caso de unos dirigentes encantados de haberse conocido mientras el barco se va a pique, como pasó con el Titanic.

Además de sus líderes, un partido son sus cuadros y militantes y, sobre todo, sus electores. Pues bien, los datos sociológicos disponibles indican que el abandono de los votantes del PP alcanza caracteres alarmantes, especialmente en aquellos núcleos sociales en los que el partido había conseguido asentar su hegemonía. Y eso había pasado ya antes de que se conociesen las ternuras de Interior con el carcelero de Ortega Lara. Esas defecciones podrían ser reversibles, pero es difícil apostar por un escenario en que vayan a serlo. A esa excarcelación le sucederán, por pura lógica, cosas aún peores, y en el terreno económico puede que se suban más los impuestos o que una intervención, de efectos brutales e injustos, acabe por resultar insoportable.

El hundimiento del PP no se produce porque haya aplicado con poco éxito su programa, sino por lo contrario, por aplicar políticas previsibles de haberse producido la continuidad del zapaterismo, incluso más drásticas de las que pudiera haber puesto en práctica la inverosímil victoria de Rubalcaba, algo que ha subrayado el propio Rajoy, al afirmar que ha hecho cosas a las que la izquierda no se hubiese atrevido.

Los asesores de Rajoy asumen que las anteriores elecciones se perdieron por la supuesta radicalidad del aznarismo y que lo de ETA ya no le importa nada a nadie

¿Cuáles pueden ser las razones de una actuación tan peculiar como obviamente perjudicial para sus intereses? La explicación más verosímil parece la siguiente: los asesores de Rajoy asumen que las anteriores elecciones se perdieron por la supuesta radicalidad del aznarismo, y que lo de ETA ya no le importa nada a nadie, lo que implica subordinar los intereses del Estado a la opinión más endeble. En consecuencia, la tópica conquista del centro debería llevarse a cabo mediante un sistemático alejamiento de las políticas anteriores, aunque, paradójicamente, bajo el amparo del prestigio de sus éxitos. Una vez que nueve meses de gobierno hacen imposible referirse a ningún supuesto mérito previo, los electores se quedan con lo evidente: que el cambio no está siendo hacia donde pensaban, y que la cacareada victoria sobre ETA se está convirtiendo en una alfombra roja para auparla al poder político.

Cada vez está más claro que apenas queda ya margen para un cambio de gobierno, de manera que las alternativas se reducirán a dos: o el PP renuncia a su pervivencia y se inmola con la estrategia de Rajoy, o el PP le mueve la silla a Rajoy para hacer posible una política distinta durante el resto de la legislatura. Esta alternativa es muy dolorosa, pero es la única lógica si el PP no quiere resignarse a sostener a un Gobierno gravemente errado. Rajoy podría reaccionar recurriendo a enarbolar el espantajo de un PP duro, lo que no sería sino otra forma de mostrar hasta qué punto ha interiorizado su staff la corrección de fondo de los diagnósticos de sus nominales adversarios.

Es normal que en el PP haya resistencias poco menos que insuperables a decir “Váyase, señor Rajoy”, pero esa firmeza se debería ablandar, y no solo por razones de principio, que son las más importantes, cuando una creciente mayoría compruebe que o se va Rajoy, o se irán todos. Un partido puede aceptar su inmolación, pero solo a cambio de un bien mayor, que de ninguna manera se avizora. Que el Gobierno no haya sabido aprovechar la oportunidad histórica de una izquierda desarbolada para asentar un predominio conservador y liberal de largo recorrido indica su escasa capacidad política y su miopía. El PP, en la medida en que se atreva a ser algo más que una comparsa, puede perecer lealmente a consecuencia de ese error, o levantarse en nombre de valores más hondos y recios que la fidelidad perruna al líder de hecho. Es lo que pasaría en una democracia madura, en la que, por cierto, no habrían podido darse congresos como el de Valencia. El PP, sus órganos y sus militantes, se enfrentan, lo quieran o no, a una decisión muy difícil y amarga, pero nadie les va a dar grandes premios por ser buenos chicos.

Desde el punto de vista de la estabilidad del marco político, la situación es muy delicada por una circunstancia gravísima: el PSOE, el otro gran partido del régimen de 1978, no es capaz, ni podrá serlo a medio plazo, de recuperar lo que el PP pierda, por la muy esencial razón de ser el autor original de las políticas que llevan al desastre al actual Gobierno. En estas condiciones, ir a elecciones anticipadas supondría la voladura incontrolada del actual sistema político. Puede parecer la cuadratura del círculo, pero habrá soluciones si cada uno de los responsables del PP sabe cumplir valientemente con su deber, con la democracia y con España.

*José Luis González Quirós es analista político

El liderazgo de Mariano Rajoy ha llevado al PP a una encrucijada realmente extraña… y muy peligrosa. Tras ganar las elecciones, existe una seria amenaza de que el partido implosione y se desintegre. No hay que olvidar que un partido es mucho más que su directiva, por amplias que sean las prerrogativas que ésta se arrogue, de modo que puede darse, perfectamente, el caso de unos dirigentes encantados de haberse conocido mientras el barco se va a pique, como pasó con el Titanic.