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Rajoy, la democracia y Clint Eastwood
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José Luis González Quirós

Dramatis Personae

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Rajoy, la democracia y Clint Eastwood

No hay demasiado riesgo de que nadie confunda a un registrador de Pontevedra con un tipo duro del Oeste que no ha tenido empacho en oficiar

No hay demasiado riesgo de que nadie confunda a un registrador de Pontevedra con un tipo duro del Oeste que no ha tenido empacho en oficiar de bandido, de manera que comparar a Rajoy con Clint Eastwood puede parecer un ejercicio excesivamente barroco. Y, sin embargo, ambos personajes actúan en política y han ocupado recientemente las portadas de la prensa; Rajoy para declarar que ganará las elecciones de 2015, el gran director norteamericano para armar el taco en la convención republicana.

Tras leer las declaraciones de Rajoy, no queda claro qué razones puede tener para haber hecho semejante profecía, ni tampoco para especular con una cuestión tan extravagante; sin embargo, si se ve el vídeo del viejo Eastwood, se entiende perfectamente lo que opina de la democracia y lo que quiere decir a los americanos: que son ellos quienes mandan en su país y que al que no lo haga bien hay que ponerle en la calle.

¿Lo están haciendo bien los políticos españoles? Hay suficientes motivos para estar muy descontentos de cómo van las cosas, y es más que probable que los votantes del PP tengan motivos adicionales de disgusto. El Gobierno de Rajoy lleva nueve meses de ejercicio, y lo malo no es que tarden en aparecer los frutos, sino que nada indica que lo que los votantes del PP deseaban esté más cerca de suceder que en pleno zapaterismo. Están pasando cosas que cualquiera de ellos hubiera jurado que nunca ocurrirían: los impuestos no cesan de subir, la situación económica no se endereza, el Gobierno se dedica a defender intereses de unos y de otros -no los de todos- y, a guisa de guinda del indigesto pastel, se trata con deferencia inaudita a un personaje tan o más atrabiliario que De Juan Chaos,  por cuya excarcelación hubo bastante más que palabras.

Dijo un líder ateniense que la libertad se basa en el coraje, en el valor, y que Atenas no existiría si no hubiese habido valientes para defenderla, porque su miedo a morir fue menor que el temor al deshonor y la vergüenza

¿Falla el Gobierno o falla también algo más? Si la democracia no está en su mejor momento en la estimación de los españoles no es porque se haya abusado de ella; es porque ha sido severamente limitada. El comité ejecutivo del PP ha salvado mínimamente su dignidad al suscitar un debate sobre la excarcelación de Bolinaga, un tema muy de fondo que no conseguirá orillar el interés cortoplacista de los que mandan, por ejemplo, el del ministro de Exteriores, siempre en racha de aciertos, que ha pretendido exigir a todos una lealtad equivocada reclamando el silencio de los corderos. Algunos pretenden reducir la democracia a una especie de coros y danzas regionales dedicados a amenizar las intervenciones de los líderes de ocasión.

Pues no, la democracia tiene que ver con lo que dice Clint Eastwood, con lo que también afirmó Pericles en un discurso que recoge Tucídides, y que temo no hayan leído los que tanto se preocupan de aparentar una unidad fingida sobre bases equívocas. Dijo el líder ateniense que la libertad se basa en el coraje, en el valor, y que Atenas no existiría si no hubiese habido valientes para defenderla, porque su miedo a morir fue menor que el temor al deshonor y la vergüenza. Aquí, que se sepa, no está en juego la vida de nadie, pero sí puede estar en juego la posición de muchos, y esos deberán demostrar el valor que la democracia merece y exige.

No se podrá criticar a la democracia porque algunos no se atrevan a jugarse el tipo, a defender los intereses de sus electores, sus ideas, el programa de un partido (PP) que ha sido abandonado a su suerte sin que nadie haya explicado nunca las razones, con el feble apoyo de los terminales más dóciles al decreciente poder de este Gobierno que se apresuran a hablar de maniobras del sector duro del PP, otra de las baratijas de la quincallería de izquierda que parecen haber comprado de saldo, como quien hace un gran hallazgo, tal vez el día que Jorge Fernández mantuvo una inaudita conversación de dos horas con el expresidente Zapatero.

No puede haber democracia sin responsabilidad, sin libertad, sin valentía, sin capacidad de oponerse a lo que, en privado, se admite que está rematadamente mal.  Los órganos del PP tienen en su mano salvar a la democracia y a su partido, o consumar su perdición si se resignan a perpetuar las políticas estériles y cobardes del zapaterismo. Este Gobierno, asombrosamente, está desaprovechando de manera concienzuda la mayor oportunidad que la derecha ha tenido nunca en España, al dedicarse a hacer lo contrario de lo que habían dicho con la increíble excusa del realismo y las circunstancias. Rajoy está incumpliendo su programa electoral, su discurso de investidura, y cualquiera de los diputados de su grupo que así lo crea, y sin duda los hay, debería exigirle unas explicaciones que no parece en condiciones de dar, el consecuente cambio de rumbo, o la dimisión, sin necesidad de convocar elecciones, porque en esta democracia no elegimos a un presidente, sino a unos diputados que debieran hacer algo por justificar su existencia de forma más elocuente, mostrando la razón por la que han de ser cientos y no únicamente dos.

No hay demasiado riesgo de que nadie confunda a un registrador de Pontevedra con un tipo duro del Oeste que no ha tenido empacho en oficiar de bandido, de manera que comparar a Rajoy con Clint Eastwood puede parecer un ejercicio excesivamente barroco. Y, sin embargo, ambos personajes actúan en política y han ocupado recientemente las portadas de la prensa; Rajoy para declarar que ganará las elecciones de 2015, el gran director norteamericano para armar el taco en la convención republicana.

Mariano Rajoy