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La Justicia decae, la anarquía florece
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José Luis González Quirós

Dramatis Personae

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La Justicia decae, la anarquía florece

 Sigmund Freud, que no era español, dijo en alguna ocasión que el Estado prohíbe la injusticia para monopolizarla. Esta capacidad de prohibir y sancionar es una

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Sigmund Freud, que no era español, dijo en alguna ocasión que el Estado prohíbe la injusticia para monopolizarla. Esta capacidad de prohibir y sancionar es una ambición común de los españoles que nunca  acaban de entender las razones de ese extraño privilegio del poder, sobre todo cuando no les favorece.

Los jueces de Bilbao 

Pese a lo mucho que ha llovido, ser de Bilbao es una categoría ampliamente reconocida y cuyo prestigio popular no ha decaído del todo. Conforme a ella han debido actuar los jueces bilbaínos que han paralizado los procedimientos que se ajusten a la legalidad vigente en materia de hipotecas hasta no disponer de una ley nueva que cumpla los requisitos que estiman indispensables. Esta medida, adoptada por la Junta de Jueces de primera instancia de la rumbosa capital vasca, puede considerarse absolutamente insólita porque, aun si estuviese amparada en honestas razones, convierte a los Jueces en legisladores, o, como mínimo, los libera de su difícil trabajo de aplicar la Ley para convertirlos en políticos, en sujetos creativos con una solución para cada demanda, una función que ninguna ley les ha encomendado. Aristóteles dijo que todos los ciudadanos tienen razón en considerarse con derechos, pero no la tienen al atribuirse derechos absolutos, es decir, que ni siquiera los jueces debieran ponerse por encima de la ley. Claro que Aristóteles era de Atenas, no de Bilbao.

La Justicia y el pantojismo

Todos los ciudadanos tienen razón en considerarse con derechos, pero no la tienen al atribuirse derechos absolutosEl dilema del huevo y la gallina es especialmente difícil en el caso de la Justicia, porque no se sabe bien si primero fueron los jueces de la horca en busca de la fama, o la justicia espectacular, esos procesos pensados para que todos sepan lo que vale un peine y empiecen a conocer la lista de jueces como si se tratase de la alineación del Barça. En esa incipiente tradición de justicia vistosa se dio un gran paso cuando la Hacienda de Borrell hizo caer su garra sobre Lola de España con gran éxito de público, y hasta de crítica, se ve que por entonces no había defraudadores más a mano. Ahora la Justicia ha dado un golpe mortal a la corrupción urbanística  en las carnes trémulas de Isabel Pantoja. ¿No es llamativo que con las abundantes aventuras inmobiliarias de regidores de todos los partidos los únicos condenados en firme por un delito de corrupción urbanística hayan sido la Pantoja y algunos herederos de Jesús Gil, un extravagante grupo de advenedizos en el negocio político?

Es inevitable pensar en que la vara de la Justicia, contra lo que recomendaba nuestro señor Don Quijote,  está torcida más que por el peso de la misericordia, por el de la dádiva, por la insoportable gravedad de la política de bandería. Así que leña a los Pantoja hasta que se aprendan el catecismo, mientras que  las tropelías cometidas por los verdaderos dueños del cotarro no han merecido jamás ni reproches ni sospechas de una Justicia aherrojada.

Gallardón poniendo orden 

El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, llevaba tiempo sin poder dar la nota, cosa extremadamente ardua para un político de su porte. Ha calculado los tiempos y se ha metido en el barrizal del aborto, a ver si escampa por la derecha. Es decir, a ver si consigue cambiarlo todo para que todo quede igual, que no va a jugarse su alma por tan poco. Pero este ministro es de los que no sabe hacer sólo una cosa, de forma que se ha propuesto desmentir un nuevo rubro del programa electoral del PP que sirvió para sacarle de un Ayuntamiento absurdamente endeudado, siete veces más que el de Barcelona, por decir algo. 

Como la Justicia anda manga por hombro ha decidido promover una nueva reforma del órgano de gobierno  de los Jueces, a ver si así se enteran ya todos de lo que tienen que hacer para llegar a la cumbre. Aunque lo disimula cuanto puede, Gallardón se sabe muy bien la distinción entre libertad y libertinaje, y no está dispuesto a que ningún juez ejecute fuera del tiesto, que no están los tiempos para descuidos. Doble llave al sepulcro del justiciero Cid, que no hay mejor justicia que la que se dicta desde un Ministerio. Además, Montesquieu ya estaba muerto, de manera que nadie podrá acusarle de un crimen y los suyos acabarán por reconocerle el paso decisivo para conseguir la unidad de poder y la diversidad de funciones en una ordenada concurrencia de criterios.

Felipe acongojado

Todavía nos quedan reservas de buen sentido y que sabremos diagnosticar bien lo que nos está pasandoOcho años de zapaterismo, y algún otro detalle,  han convertido a  Felipe González en un disidente que sabe ser, a la vez, corrosivo y elegante.  Días atrás ha mostrado conservar su fe en los españoles asegurando que se saldrá de la crisis económica. Pero que cabalgamos hacia una anarquía disolvente, y no consta que lo dijese mirando solo hacia su partido. Estas cosas las decían antes los ultramontanos, de manera que o Felipe se ha convertido en un carcamal de tomo y lomo, o, como dicen los catalanes, nos lo debíamos hacer mirar.

Yo creo que todavía nos quedan reservas de buen sentido y que sabremos diagnosticar bien lo que nos está pasando, pero desconfíen de quienes quieren resolver esto jugando al tran-tran, con la mera ayuda del calendario. Una extraordinaria viñeta del añorado Chumy Chúmez presentaba a un orador poniendo a las masas frente a una dramática elección: “¡O nosotros o el caos!”, y como el personal  gritaba a favor del caos, el líder les espetaba: “El caos también somos nosotros”. O sea que algo habrá que cambiar. 

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Sigmund Freud, que no era español, dijo en alguna ocasión que el Estado prohíbe la injusticia para monopolizarla. Esta capacidad de prohibir y sancionar es una ambición común de los españoles que nunca  acaban de entender las razones de ese extraño privilegio del poder, sobre todo cuando no les favorece.