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En una Kakania transparente
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José Luis González Quirós

Dramatis Personae

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En una Kakania transparente

Kakania es el nombre que le puso Robert Musil a un sistema agotado, a una superestructura que se limitaba a sobrevivir. Luego ha pasado a ser

Kakania es el nombre que le puso Robert Musil a un sistema agotado, a una superestructura que se limitaba a sobrevivir. Luego ha pasado a ser una especie de sinónimo del agotamiento, del no haber salida. Pero cuando hay políticos con imaginación y con recursos, siempre se encuentra un aliviadero. Ahora se nos ha ofrecido la trasparencia como ideal que llega, con su comisión y todo, y una Kakania perdurable que se tenga por transparente es la aspiración de todo alto funcionario, el no va más de la política de mesa camilla y manguito que tanto gusta por aquí. Con la transparencia ya no habrá más motivos de queja, todo quedará tan claro como las cuentas del PP, por poner un ejemplo a mano. Otra cosa será que se pueda soportar.

La deuda y el fantasma en la máquina

La transparencia no sirve de mucho si no se sabe lo que marcha mal, lo que hay que vigilar. Cuando se abre la tapa de un ordenador, la mayor parte del público es incapaz de decir si hay algo que no funciona, aunque nada lo vele. Por ejemplo, el crecimiento de la deuda ha sido bastante  transparente, 150.000 millones de euros en el primer año de Rajoy, y eso que es un Gobierno experto y dispuesto a los recortes. Pero como no hay suficiente conciencia de que eso sea desastroso, pues a aplaudir la transparencia y a pararle los pies a la Merkel y sus impertinencias, que es lo que cualquiera esperaría de un gobierno de la derecha y dispuesto a poner orden en las cuentas, con toda transparencia, pero sin molestar a nadie, que es un Gobierno de buenas maneras. Cuatrocientos millones de euros diarios de nueva deuda no son de preocupar, si se tiene la suerte de contar con una administración cristalina y que se cree austera.

Elites extractivas, mayorías extrayentes y la cuestión de los fueros

En una estupenda entrevista de este periódico a Cesar Molinas, el sociólogo atribuye a Manuel Conte la observación de que en España no hay solo “elites extractivas”, sino “mayorías extractivas”, grupos que se las arreglan para vivir a costa de los demás, y ponía el ejemplo de Marinaleda, que ya es de Guinness, un auténtico prodigio de ingeniería social financiado a costa de quienes no tienen la suerte de vivir en esa Jauja. Por este camino puede que comencemos  a entender cómo unos amasan y otros creen que se les está haciendo un favor: una estricta división de funciones, una industria peronista, los descamisados gritan justicia y los listos se ocupan de las comisiones.

La desigualdad es tan obvia que hay que celebrar que alguien empiece a poner en claro los tabúes más vetustos. Ya es prodigio que haya tenido que ser Pere Navarro el que pida que se revisen los conciertos y el cupo, propuesta que ha producido la inmediata conmoción de los que defienden nominalmente el federalismo, los que mandan en el PSOE, que están lampedusianamente dispuestos a que todo cambie para que todo siga igual: la verdad es que no les ha ido mal, porque hasta en el peor momento de su historia electoral el samaritano Rajoy se ha puesto a sanar las llagas del malherido Rubalcaba. Es lo que tienen los pactos en España, que siempre benefician al que los hace, y los demás a aplaudir el gesto.

MR & APR y algunos más

Es emocionante el arreglo que se ha trabado discretamente entre el presidente del Gobierno y el señor Rubalcaba, cuya posición exacta en el PSOE no es fácil de describir en pocas palabras. Una de las muchas virtudes del apaño es que se desconozca con precisión su contenido y alcance, de modo que tan pronto pueda ser leído como un acuerdo de legislatura, como en tanto pasajero frente común ante adversidades varias. Cabía imaginar algo por el estilo al oír hablar a Jesús Posada, presidente del Congreso, y hombre de estilo y talante muy rajoyano, del agobio que produce la mayoría parlamentaria, una situación de enorme riesgo, al parecer. Si al extraño pacto se le hubiese añadido algún favor comunicacional, tal vez a trueque  de alguna gestión financiera discreta, se entendería muy bien el interés común, dejando aparte las profundas razones que podría  aducir el insigne Posada en pro del alivio logrado en la soledad del corredor de fondo.  Muy cercano a Musil y a Kakania estuvo Karl Krauss, escritor memorable al que debemos una extraordinaria definición de la política, aquello que se hace a fin de ocultar lo que se es y lo que no se sabe.

Aznar todavía: una relectura 

Una de las cosas que enseña la hermenéutica es que siempre se le pueden buscar los cinco pies al gato, especialmente si el animal es de lenguaje claro. Pese a que Aznar repitió, por tercera vez en poco tiempo y con especial concisión y rotundidad sus ideas respecto a lo que nos pasa y a quién no hace nada por evitarlo, hubo en el Siglo XXI una cierta comodidad fingida vista la presencia de esa especie de Evita que está fabricando la propaganda palaciega, tal vez un poco demediada por la otra deidad femenina cuyo templo está en Génova. Pero lo que dice Aznar habrá removido muchas conciencias acomodaticias en otros palacios, pese a los insistentes intentos de presentarle como un torpe y boquirroto resentido. Con su discurso, Aznar ha creado un espacio político inédito, ha mostrado que se puede ser del PP a machamartillo  y discrepar, y eso abre el camino a otros sin cerrárselo a nadie. Los que se refugian en que no se puede hacer nada han quedado desmentidos, pero hay que atreverse a ser libres y eso está bastante inédito en esta peculiar democracia que algunos quieren convertir  en  una especie de duopolio, eso sí, con difusas, aunque transparentes, conexiones. 

Kakania es el nombre que le puso Robert Musil a un sistema agotado, a una superestructura que se limitaba a sobrevivir. Luego ha pasado a ser una especie de sinónimo del agotamiento, del no haber salida. Pero cuando hay políticos con imaginación y con recursos, siempre se encuentra un aliviadero. Ahora se nos ha ofrecido la trasparencia como ideal que llega, con su comisión y todo, y una Kakania perdurable que se tenga por transparente es la aspiración de todo alto funcionario, el no va más de la política de mesa camilla y manguito que tanto gusta por aquí. Con la transparencia ya no habrá más motivos de queja, todo quedará tan claro como las cuentas del PP, por poner un ejemplo a mano. Otra cosa será que se pueda soportar.