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Jesús Sánchez Lambás

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Salvemos el agua

El problema está en la gestión integral del ciclo del agua. Esa es la cuestión acuciante donde las señales de alarma se encienden de manera inquietante

Foto: Vista del río Tea (Pontevedra). (EFE)
Vista del río Tea (Pontevedra). (EFE)

Estas cosas ocurren de forma silente: el deterioro por la fragmentación horizontal y vertical de los responsables políticos del ciclo integral del agua se asemeja al proceso de degradación medioambiental: es lento, rara vez se aprecian episodios relevantes (pero siempre en aumento discreto). En definitiva una patología de la sociedad de nuestro tiempo. Son materias, siguiendo el símil medioambiental, que solo se perciben entre profesionales, investigadores. La sociedad sabe con certeza que accionando el grifo tendrá un caudal de calidad y que la tarifa que paga de forma directa es más que moderada (otra cosa es la que ha de soportar en el IRPF, que nadie pondera). Mientras los expertos y los movimientos de la sociedad civil preocupados por la ecología logran un cierto éxito, la cuestión del agua ni está ni se la espera en los debates sociales y políticos.

Hablando de las “cosas de nuestro tiempo”, fue un Gasset quien emprendió a principios del siglo XX la primera planificación hidrológica. Más de un siglo después el panorama se antoja sombrío.

A pesar de ser un país seco, no nos falta el agua. A pesar de ser un país de industria turística donde la población se duplica sigue existiendo agua. Las casi 1.300 presas regulan el 60% del caudal de nuestros ríos. Un tercio del solar patrio contiene acuíferos que acumulan más del doble que las presas (pero los ingenieros de caminos dominan a los de minas, eterno enfrentamiento). En ambos aspectos somos un país a la cabeza de la UE, por no decir de los cuatro más importantes del mundo. Hemos conocido restricciones de agua en Bilbao o Santander (España húmeda) con abastecimiento en superficie y no las hemos conocido en Barcelona (España mediterránea) que se abastece en gran medida de aguas subterráneas.

A pesar de ser un país seco, no nos falta el agua. A pesar de ser un país de industria turística, donde la población se duplica, sigue existiendo agua

El problema está en la gestión integral del ciclo del agua. Esa es la cuestión acuciante donde las señales de alarma se encienden de manera inquietante y estamos a tiempo de ocuparnos de ellas más que de preocuparnos de un clásico supuesto de “parálisis por análisis”.

¿Qué es la gestión del agua en términos económicos?: 'utilities' como las energías, las comunicaciones, y en general los servicios colectivos.

¿Se imaginan ustedes que la luz, el gas o el teléfono estuviesen sometidos exclusivamente al erecho Administrativo con normas comunitarias, estatales, de organismos autónomos, autonómicas, provinciales y municipales?

Pues mientras en España todos los sectores de 'utilities' han mutado a un marco regulatorio centralizado con integración horizontal y vertical, la gestión del ciclo integral del agua soporta el más ineficiente marco normativo imaginable.

La alternativa al debate entre la remunicipalización del servicio y la concesión también cuenta con un camino intermedio: las sociedades mixtas

Todos los países relevantes en la economía globalizada cuentan con organismos centrales regulatorios: desde Inglaterra a Sudáfrica. De EEUU a ... la relación ocuparía todo el artículo.

La creación de un mercado, con sana competencia que mejora la calidad del servicio y el coste, es una garantía democrática mientras los poderes públicos de forma centralizada (los mercados, como la libertad, no se fraccionan) tutelan el indiscutible interés público inherente a toda 'utility'.

Hasta que se logre este modelo necesario, la alternativa al debate entre la remunicipalización del servicio (que reducirá la eficiencia e incrementará el déficit) y la concesión también cuenta con un camino intermedio, las sociedades mixtas, que a la luz de resoluciones judiciales contradictorias reclama con urgencia extrema (incluso con Gobierno en funciones) un marco claro. Su tratamiento fiscal también requiere de transparencia: los impuestos, recargos y cánones que afligen al sector ha sido calificado por algunos hacendistas como aberrante.

Tenemos que salir de la singularidad de un modelo con 8.000 regulaciones diferentes, más la propia de las diputaciones, comunidades, el Estado y la UE

Tenemos que salir de la singularidad de un modelo con 8.000 regulaciones diferentes, más la propia de las diputaciones, comunidades autónomas, el Estado y la UE. Afrontar con urgencia las inversiones que frenen el deterioro de las infraestructuras y poder cumplir aún con evidente retraso la Directiva del Agua. Promover y simplificar el sistema de economía mixta, depurar desde el Estado el sistema fiscal, aproximar la tarifa al coste real para evitar que rentas bajas financien piscinas y jardines de rentas medias y altas, modernizar con tecnología los sistemas de riego. Potenciar la utilización de acuíferos con investigaciones serias (con isótopos) sobre capacidad y recarga para un mapeo definitivo... mientras se construye el modelo de regulación de esta 'utility' del siglo XXI. Cuando en 1984 se alumbró la Ley de Aguas de la contemporaneidad unos jóvenes funcionarios y políticos imaginaron un auténtico mercado del agua, con sistemas de cesión de derechos y otras modernidades que 32 años después no han visto la luz.

Estas son las cuestiones donde la ideología sí importa. No existe el punto de equilibrio: o progresamos o retrocedemos. Defendamos el progreso. El agua es vida.

Estas cosas ocurren de forma silente: el deterioro por la fragmentación horizontal y vertical de los responsables políticos del ciclo integral del agua se asemeja al proceso de degradación medioambiental: es lento, rara vez se aprecian episodios relevantes (pero siempre en aumento discreto). En definitiva una patología de la sociedad de nuestro tiempo. Son materias, siguiendo el símil medioambiental, que solo se perciben entre profesionales, investigadores. La sociedad sabe con certeza que accionando el grifo tendrá un caudal de calidad y que la tarifa que paga de forma directa es más que moderada (otra cosa es la que ha de soportar en el IRPF, que nadie pondera). Mientras los expertos y los movimientos de la sociedad civil preocupados por la ecología logran un cierto éxito, la cuestión del agua ni está ni se la espera en los debates sociales y políticos.